Máximo Kirchner apuesta a que todo salga mal
El kirchnerismo demostró que no está dispuesto a entregar su relato, aunque la fractura con Alberto Fernández obligue al Gobierno a gestionar sin Congreso y lo exponga a una crisis de gobernabilidad
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Con la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque oficialista en la Cámara de Diputados, el kirchnerismo demostró que no está dispuesto a entregar su relato, sus banderas. En esta lógica, no importa el costo o el contexto, la identidad frente al núcleo duro no se puede tocar.
Encerrados en tener que elegir entre “Guatemala” (un acuerdo que no da expectativas de recuperación económica e implica ajustes, suba de tarifas, sentarse junto al FMI, darle centralidad a Alberto Fernández) o “Guatepeor”, optaron por la segunda. La crisis política y económica resultante tendrá al menos una compensación para el kirchnerismo. “El presidente nos traicionó, se cortó solo, no escuchó las reiteradas advertencias de Cristina y Máximo Kirchner. Acompañamos hasta donde se pudo, pero no vamos a ir contra la voluntad popular y el interés nacional”. Algo así será la línea de justificación. Optaron por Guatepeor, pero se quedan con el relato.
Para que esta estrategia funcione, el kirchnerismo se verá forzado a acompañar a Máximo Kirchner, escalar públicamente sus diferencias con el gobierno de Alberto Fernández y embanderarse en su relato. Quedarse a mitad de camino implicaría asumir todos los costos de la decisión y renunciar a cualquier ganancia.
Ante semejante escenario, la economía y el acuerdo con el FMI pasan a ser un problema de segunda índole en Argentina. Estamos viendo el quiebre político de la coalición gobernante. Se está terminando de romper lo que se inició el 15 de septiembre pasado con la renuncia simbólica de Wado de Pedro. A partir de ese momento, la coalición se sostuvo porque tenía enfrente las elecciones. Terminado el ciclo electoral, Máximo hundió en el Congreso primero el presupuesto y ahora el acuerdo con el Fondo. El quiebre puede llevar, en el mejor de los casos, a un escenario donde el gobierno deba gestionar dos años sin poder sacar casi ninguna ley importante del Congreso. Y en el peor escenario, a una crisis interna que derive en violencia política y profundización de la situación económica y social, terminando en crisis de gobernabilidad.
Un problema clave es que, una vez producido el quiebre, el incentivo del kirchnerismo es apostar a que las cosas vayan mal. “Ojalá todo salga en los próximos años como el sistema político, económico y mediático argentino promete y mis palabras sean las de alguien que en base a la experiencia histórica solo se equivocó y no hizo otra cosa que dejar un lugar para seguir ayudando”, dice Máximo deseando supuestamente su jubilación política. Es todo lo contrario. Él ve venir una crisis y se posiciona.
Frente a tales circunstancias, Alberto Fernández se va quedando sin opciones. Dar un giro de 180 grados, romper el acuerdo con el FMI y abrazarse a Cristina y Máximo Kirchner el resto de su mandato no parece muy conducente. La opción que le queda es sostenerse con el apoyo político de aquellos que quieran evitar una crisis económica y social aún mayor y busquen aislar al kirchnerismo del poder: parte del PJ y actores económicos, mediáticos e internacionales.
El Fondo Monetario Internacional debería olvidarse del Congreso. Pretender que haya una sesión del Congreso donde se vote el acuerdo sería un error político. Las movilizaciones de la izquierda y movimientos sociales en las inmediaciones del palacio legislativo, sumado a discursos a favor y en contra transmitidos por todos los canales de televisión, son el mejor espectáculo al que Máximo y el kirchnerismo pueden aspirar. Por otro lado, esperar que Juntos por el Cambio concurra al rescate del gobierno en el debate parlamentario es ingenuo. En este contexto, el Presidente deberá firmar el acuerdo a través de un decreto.
Por último, la vicepresidenta sigue sin hablar. Pero lo hizo ya en el pasado. Sus palabras pueden acelerar o enfriar este proceso, aunque será muy difícil que logre revertirlo.
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