Máxima tensión: luego de las trompadas entre policías de Misiones y agentes federales, asoma un principio de acuerdo
Unos 200 gendarmes, prefectos y efectivos de la Policía Federal, se enfrentaron a uniformados provinciales que protestan hace dos días; tras forcejeos y trompadas, bajó la tensión y se restableció el diálogo.
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POSADAS.– Esta mañana, en la esquina de la Av. Uruguay y Trincheras, estuvo a punto de producirse un enfrentamiento abierto entre unos 200 efectivos de fuerzas federales y policías de Misiones retirados y en actividad que protestan en reclamo de mejoras salariales desde hace dos días en el lugar.
Pasadas las 9, tras realizar un cordón humano que cerró las tres bocacalles de acceso al Comando Radioeléctrico I –distante a unos 100 metros y epicentro de la protesta policial–, un nutrido grupo de policías retirados llegó para pedirles a las fuerzas federales que se retiraran.
“Somos camaradas, estamos reclamando por nuestro salario, ustedes están igual que nosotros”, gritaba un policía vestido con equipo de gimnasia, abriendo sus manos, implorando pero cada vez de forma más desafiante.
Después llegó un grupo de trabajadores de la salud (enfermeros, médicos y administrativos) que se solidarizaron en la protesta salarial y se produjeron enfrentamientos porque el cordón humano de los federales no dejaba pasar a algunos de estos manifestantes.
Volaron trompadas y algunos efectivos de la policía de Misiones le pegaron a efectivos de la Policía Federal cuando estos estaban de espaldas realizando el cordón. También un miembro de la Gendarmería Nacional recibió un golpe de puño.
Era evidente que la orden de las fuerzas federales era no reaccionar a las provocaciones. Por un instante se vivieron momentos de máxima tensión, que pudo atestiguar LA NACION.
Finalmente tras unos minutos, llegó la orden para replegar a la mitad de las fuerzas federales, que dejaron entonces un cordón más reducido. La orden llegó desde el Comando Radioeléctrico, donde se hizo presente minutos antes el jefe de la Policía de Misiones, comisario Sandro Martínez, que llegó para negociar con los referentes de la protesta, encabezados por Ramón Amarilla y Germán Palavecino.
Cuando llegó Martínez, la máxima autoridad de la Policía de Misiones, los efectivos activos y retirados que estaban protestando no pararon de insultarlo desde que apareció, apenas escoltado por dos acompañantes, hasta que ingresó en el edificio del Comando Radioeléctrico, donde se encerró en un pequeño cuarto con Amarilla, Palavecino y unos pocos más.
“Hijo de p...”, le gritaban sus subalternos, lo cual es una muestra del desborde y la bronca de los policías que encabezaron la protesta. Pero tras esos instantes de tensión, con las fuerzas federales en alerta a punto de intervenir, finalmente se empezó a llegar a un principio de acuerdo.
El gobierno de Misiones, que encabeza el Comité de Crisis y coordina el accionar de las fuerzas federales, ayer había tomado la decisión de responder con dureza y no negociar.
“Dentro de la ley todo, fuera de la ley, nada”, dijo Marcelo Pérez, ministro de Gobierno, en un video que grabó para comunicar las novedades. Pérez advirtió que la protesta era de “unos pocos” que estaban cometiendo delitos como “sedición, robo, hurto e interrupción de las comunicaciones”.
Dureza y negociación
Sin embargo, con el jefe policial Martínez se habría acordado que el tratamiento a los que protestan no será tan duro. Lo principal que buscan los policías misioneros es que se retiren las causas judiciales y no sean pasados a retiro ni procesados por los delitos que se le imputaron ante la Justicia penal provincial.
“Reconocieron que no hubo autoacuartelamiento, reconocieron que no nos robamos los móviles de la policía porque las llaves siempre estuvieron ahí, a disposición de la Policía en el Comando Radioeléctrico”, dijo Palavecino, en una asamblea que se formó un rato después, para explicarle a los policías en protesta que se “restableció el diálogo”.
Lo cierto es que los móviles sí fueron sustraídos de sus unidades y se estacionaron frente al Comando Radioeléctrico I, en un abierto desafío a la autoridad. Pero ahora los policías de la protesta, ante la dureza del Gobierno, buscan un camino para eludir sus responsabilidades en esos hechos.
“Las llaves siempre estuvieron en el Comando a disposición”, señaló Palavecino. “Ellos reconocen nuestro derecho a reclamar”, agregó, rodeado de policías que querían conocer las novedades que se negociaban con el jefe Martínez.
Los dichos de Palavecino calmaron a todos, que desde temprano estaban preocupados con la respuesta del gobierno provincial, de una inusual dureza comparada con otros reclamos salariales anteriores de la policía. La fuerza misionera ya se autoacuarteló en 2012 y 2020 y hace pocos meses tuvo una fuerte protesta de retirados, que acamparon frente a la Jefatura por varios días.
Preocupación
Esta mañana, cuando LA NACION arribó a la esquina del Comando Radioeléctrico I, el panorama era totalmente distinto al del sábado, cuando se armaron ollas populares, sonaba chamamé y todo el mundo se preparaba para una larga estadía matizada por la camaradería y la motivación de luchar por un objetivo en común.
En cambio, este domingo las caras eran de preocupación, todo el mundo se puso las capuchas de sus camperas y utilizaron barbijos para no cubrirse con pañuelos y dar la imagen de forajidos. “Nos van a pasar a retiro, bueno, ya estamos jugados”, le reiteraban a LA NACION los policías consultados, bastante asustados ante esa posibilidad.
Uno de los puntos de la negociación es “una amnistía” y que no sigan adelante las causas penales al menos contra 40 efectivos activos y retirados. El Gobierno había avisado ayer, tras la reunión del Comité de Crisis, que iba a hacerle pagar los daños y costos de la protesta a los referentes.
Las consecuencias del ajuste
Lo que se vivió en Misiones en estas últimas 48 horas es la consecuencia de una política de ajuste donde se combinó la estrategia del gobierno provincial de dar pocos aumentos salariales, muy por debajo de la pauta inflacionaria, con la fortísima caída en los ingresos del Estado misionero a partir de la recesión y el recorte a las transferencias de Nación.
Misiones es una provincia ordenada fiscalmente, que venía ostentando equilibrio fiscal y nunca se endeudó en los últimos 20 años. Sin embargo, las medidas del gobierno de Javier Milei le modificaron completamente el panorama y hoy vive una de sus peores crisis fiscales en 20 años.
Misiones registró una caída del 30% en la coparticipación en marzo (principal ingreso de la provincia). También una baja de 20% en la recaudación propia.
Además, le reclama 200.000 millones de pesos a Nación en concepto de transferencias devengadas (o sea, ya acordadas) y no enviadas como consecuencia de la política de “No hay plata” del Presidente. Por ejemplo, las partidas comprometidas y no enviadas del Fondo de Incentivo Docente (Fonid), obras públicas, regalías por Yacyretá y aportes a la caja jubilatoria provincial que no fue transferida a la Anses.
El “ajuste blando”
En su discurso del 1° de mayo, el gobernador Hugo Passalacqua afirmó: “No vamos a gastar más de lo que ingresa”. Fue para ratificar lo que aquí se denominó como la política del “ajuste blando”, es decir, de no dar pautas salariales que acompañen la inflación.
Las protestas virulentas de la policía, que siempre son excepcionales, vinieron precedidas de un reclamo cada vez más aguerrido de los docentes, que el jueves pasado casi ingresaron al recinto de la Legislatura en plena sesión, encabezada por el exgobernador Oscar Herrera Ahuad, actual titular del Poder Legislativo, y con la participación de Carlos Rovira, diputado provincial y máxima autoridad política del oficialismo misionero.
El malestar con el gobierno provincial es grande y en las redes sociales las críticas contra Rovira arreciaron en los últimos días, montadas en la bronca de los estatales por la falta de actualización salarial.
“El gobierno provincial no se da cuenta que cuando esto estalle, la gente no le va a echar la culpa al ajuste de Milei, sino que van a mirar a la Renovación”, analizaba días atrás un importante empresario yerbatero en diálogo con LA NACION.
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