Mauricio Macri vs. Horacio Rodríguez Larreta: el juego de las siete diferencias para entender la interna opositora
La discusión por los nombres en las listas electorales es solo el reflejo de una disputa de liderazgo y de miradas sobre la orientación futura de la coalición
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Llevan casi 20 años trabajando juntos. Pero por primera vez los términos de la relación entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta no se rigen por la lógica jefe-subordinado. Las tensión interna en el Pro, que sacude a todo Juntos por el Cambio, se origina precisamente en la transformación de ese vínculo entre el expresidente y el actual jefe de gobierno porteño, enfrentados no solo por el armado de las listas electorales para este año sino también -o sobre todo- por el liderazgo opositor y la orientación futura del proyecto para reemplazar al kirchnerismo.
El diálogo entre ellos no está para nada cortado, aunque la frialdad empieza a ser inocultable. Hablan o chatean todas las semanas y nunca se han roto los puentes entre los dirigentes que los rodean. Se cuidan al máximo de no hablar mal el uno del otro, incluso en reuniones privadas, para no echar leña al fuego. Coinciden a grandes rasgos en el rechazo a la deriva institucional del gobierno de Alberto Fernández. Difieren, eso sí, en la estrategia de cómo debe enfrentarse al Frente de Todos. Tienen también miradas claramente distintas sobre qué falló en la experiencia de Cambiemos en el poder.
Mientras las negociaciones se suceden para evitar una PASO cruenta en el Pro, queda cada vez más clara la geografía que marca distancias hoy entre Macri y el hombre que durante ocho años fue su jefe de Gabinete en la Ciudad. Dos caminos que empiezan a bifurcarse y que pueden sintetizarse en un particular juego de las siete diferencias.
- 1. Los nombres de los candidatos: la discusión más visible entre Macri y Larreta es sobre quién encabezará las listas legislativas de Buenos Aires y de la Ciudad. Larreta promueve la doble mudanza de su vicejefe, Diego Santilli, a la provincia y de la exgobernadora María Eugenia Vidal a la Capital. Confía en la imagen de Santilli para construir una opción potente y con proyección para una candidatura a gobernador en 2023. La carta de Vidal significaría una barrera para los intentos del macrismo por discutirle el primer lugar de la boleta. Apunta sobre todo a bloquear las ambiciones de Patricia Bullrich, de altísimo perfil como voz clave del antikirchnerismo desde que Macri dejó la presidencia. Macri da pelea: no puede comprender que Vidal no sea candidata en la provincia que gobernó. Cree que es quien mejor puede ofrecer resistencia al Frente de Todos. Y defiende la intención de Bullrich de encabezar la lista porteña: suele decir que se lo ganó “poniendo la cara contra el populismo” este último año y medio. Una velada crítica al perfil bajísimo de Vidal. La opción de Santilli la considera inconveniente. Ahí empoderó a su primo Jorge Macri, intendente de Vicente López y aspirante eterno a la gobernación, para que arme un frente de resistencia contra la “invasión porteña”.
- 2. Qué está en juego en 2021: Macri no se cansa de repetir que las elecciones legislativa de este año son “las más trascendentales de los últimos 40 años”. Cree que la oposición tiene que jugar con lo mejor que tiene, sin especular con 2023 ni guardarse nada. “No hay 23 sin 21″, machaca. Insiste en que si el kirchnerismo está a un puñado de diputados de conseguir el quórum propio en las dos cámaras del Congreso. Si eso ocurre -advierte- Cristina llevará a “la Argentina hacia Venezuela o Nicaragua” y estarán en serio riesgo las libertades individuales. “Vamos todos presos o nos tenemos que ir del país”, es una frase que suele decir en estos días. Larreta no minimiza lo que está en juego en términos políticos e institucionales, pero es menos dramático. Concluye, con un ojo en las encuestas, que las urnas no precipitarán en noviembre cambios drásticos en la composición del Congreso. Y que el recambio presidencial está desligado del resultado de este año; pone como ejemplo otras elecciones de medio término. En 2009, el kirchnerismo perdió y dos años después Cristina ganó su reelección por paliza. En 2017, el macrismo tuvo un éxito contundente, que no sirvió para seguir en el poder en 2019. De todas formas aclara que juega a ganar: “Propongo los candidatos que tienen más chances de ganar”.
- 3. El liderazgo de la oposición: la pulseada por la “lapicera” al hacerse tan visible pone sobre la mesa la disputa por quién conducirá Juntos por el Cambio. Macri no tiene ninguna intención de jubilarse, como indica la esperanza de un “segundo tiempo” a la que alude subliminalmente el libro de sus memorias como presidente. Por eso no puede ceder gratuitamente a la pretensión de Larreta de imponer quién encabeza las listas. “A Horacio le metieron en la cabeza que tiene que ‘matar al padre’ ahora, para garantizarse la primacía del Pro y garantizarse la candidatura presidencial”, señala una fuente del entorno macrista. Analizan que Larreta arma su estrategia pensando ya en el proyecto 2023: pretende instalar un candidato a gobernador bonaerense (Santilli), una posible sucesora porteña (Vidal) o al menos impedir que crezca ahí otro pretendiente (Bullrich) y exhibirse internamente como el jugador con mayor poder de decisión. El jefe de gobierno niega que esa sea su intención. Pero también leen así el tablero los socios de la UCR, la Coalición Cívica y el peronismo republicano de Miguel Pichetto.
- 4. La mirada sobre el kirchnerismo: Larreta y Macri coinciden casi sin matices en el rechazo al rumbo económico, diplomático e institucional del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Pero hay matices muy marcados respecto a la forma en que hay que plantarse ante sus adversarios. El expresidente rezonga cuando escucha a algún opositor hablar de la necesidad de “salir de la grieta”. Descree de ese concepto, porque considera que lo que defiende el kirchnerismo rompe con los preceptos constitucionales y empuja a la Argentina hacia una autocracia. Ante eso, sostiene, solo queda una oposición frontal, activa y sonora. Siente que hay sectores del Gobierno que trabajan para meterlo preso. Larreta considera que el kirchnerismo, le guste o no, representa a un sector muy extendido de la sociedad y que se deben mantener abiertos los canales de diálogo. Cree en dosificar los actos de resistencia. En el sector moderado suelen apelar a la metáfora del perro de campo, que ladra cuando pasa un auto sin saber quién va adentro. “Hay opositores que gritan indignados ante cada proyecto que plantea el Gobierno, muchas veces sin siquiera pararse a leerlo”.
- 5. Cómo debiera ser un gobierno en el 23: Larreta dice en sus encuentros con dirigentes que desde chiquito sueña con ser presidente, pero que ahora recalculó y lo que quiere es ser “un buen presidente”. Analiza que una constante de las últimas décadas de declive argentino tiene que ver con la incapacidad de los gobiernos para construir consensos. Por eso intenta dos cosas. Por un lado ampliar la coalición opositora, de izquierda (Margarita Stolbizer) a derecha (José Luis Espert). Por otro, construir confianza con quienes podrían ser sus rivales futuros, por ejemplo Máximo Kirchner (los une la pasión por Racing Club) y La Cámpora o su amigo personal Sergio Massa. La Argentina, postula, necesita reformas que tengan el aval del 70% y eso requiere sí o sí consensos. Macri imagina que el gobierno que viene tiene que “erradicar para siempre al populismo”. Su número sería el 50%: entiende que su presidencia no logró los objetivos por falta de apoyo parlamentario y porque él no se involucró lo suficiente para encontrar los apoyos necesarios. Supone que el kirchnerismo dejará una gran crisis económica y que quien suceda a Fernández tendrá un mandato social para aplicar reformas drásticas y dar un vuelco en los alineamientos internacionales. Por eso también le da tanta importancia al 2021: la mayoría en el Congreso hay que empezar a construirla ahora. Esa disidencia ordena alianzas. Carrió, Martín Lousteau y Emilio Monzó, por ejemplo, comparten a grandes rasgos la mirada de Larreta. Pichetto, Joaquín de la Torre y un sector relevante del radicalismo (Alfredo Cornejo, por caso) son más intransigentes.
- 6. La pandemia: las fricciones entre Macri y Larreta tuvieron un punto alto el año pasado, cuando el expresidente le cuestionó al jefe porteño que apoyara tan abiertamente las restricciones impuestas por Fernández para contener el avance del coronavirus. El expresidente cree que fue exagerada la cuarentena de marzo y que se actuó sin inteligencia. Ha sido lapidario al hablar de la “pérdida de libertades”. En los últimos días vivió una polémica que lo obligó a pedir disculpas cuando dijo que el Covid-19 es “una gripe un poco más grave” por la que no se debería perder el sueño. Larreta, a cargo de gestionar la crisis sanitaria en la Ciudad, está lejos de compartir esa idea. De todos modos, este año ha endurecido su posición contra la política del gobierno nacional. La batalla por las clases presenciales y también su mayor permisividad respecto de la actividad de los comercios lo acercó a lo que reclaman los “halcones”.
- 7. La visión sobre el pasado: “¿por qué perdimos?” es una pregunta que en el Pro se hacen desde hace 20 meses, con respuestas dispares. Macri esbozó una respuesta en su libro Primer tiempo. Sugiere allí que no hubo un error en el rumbo, sino en el ritmo de las reformas y en la gestión política para construir los apoyos necesarios. Larreta es más cuidadoso a la hora de definir en público dónde estuvo el punto de quiebre de la gestión Cambiemos. Pero algo de lo que piensa figura en las confesiones de Vidal en su propia memoria de gobierno que tituló Mi camino. Ahí revela la incomodidad que le ocasionaron medidas impulsadas por Macri (tarifas, FMI, reparto de fondos), a las que -dice- debió presentar mayor resistencia en su momento. Esa disidencia sobre el pasado condiciona el armado futuro: una pulseada entre la reivindicación y la edificación de algo nuevo.
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