Matrimonio gay: entre el amor y la política
La posibilidad de que el Senado rechace, en el recinto, el proyecto de matrimonio gay enfrenta al Gobierno a una nueva derrota en la cámara sobre la cual el Ejecutivo tiene, todavía, un manejo holgado.
Ese temor es el que seguramente llevó al ex presidente Néstor Kirchner a afirma que si la Iglesia "tiene que presionar es porque hay muy pocos elementos para convencer". Kirchner no piensa, seguramente, en el bienestar de las parejas, sino en el futuro de su proyecto.
Se puede estar en favor o en contra del matrimonio entre homosexuales, pero no hay que confundir los matices políticos y sociales que despierta el tema -que levanta una discusión legítima- con el aprovechamiento político que pretende hacer el Gobierno de la cuestión gay.
Si Kirchner reacciona como lo hizo al hablar del proyecto, es porque el Gobierno viene de sufrir una seguidilla de derrotas en la Cámara de Diputados, donde la oposición es mayoría, y ahora puede quedar en evidencia las crecientes dificultades que encuentra en el Senado.
Por ahora, hizo bien la Corte en no pronunciarse sobre el matrimonio gay.
El tema debe ser solucionado por el Congreso y por la madurez del debate social.
Hace casi un año, a raíz de un amparo promovido por una pareja homosexual, el procurador general, Esteban Righi, elaboró un proyecto muy bueno recomendando que la Corte favorezca que sea el Congreso el que se expida. Y en ese dictamen puso de manifiesto que mientras algunas sociedades muy abiertas se oponen al matrimonio gay -aunque parezca contradictorio-, mientras que otras, que no lo son tanto, lo aprueban.
En las últimas semanas, algunos medios kirchneristas presionaron públicamente para forzar una definición de la Corte y, de ese modo, convencer a los senadores que tienen dudas sobre la conveniencia de respaldar el proyecto oficial: Pero la Corte, aún cuando tenga una mayoría de miembros que favorezca ese desenlace, fue prudente y no quiso forzar un resultado legislativo.
Detrás del debate del matrimonio gay hay una cuestión que la sociedad debe madurar sobre sus propios valores. Y no es fácil extrapolar de un país a otro esos valores ni sus respuestas.
Ese debate es absolutamente legítimo y valioso. Lo que no parece valioso es criticar a los adversarios y descalificar sus argumentos para encubrir un proyecto político propio. Más aún cuando el Gobierno no descarta la estrategia de vaciar una sesión del Senado -invitando a algunos senadores que se oponen al matrimonio gay a subirse a un viaje a China-, para lograr por esa vía incorrecta aprobar el proyecto que, hasta ahora, es apenas un despacho de minoría.
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