Matices y colores, en riesgo por la polarización
La polarización solo tolera dos colores. Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey se han propuesto superar ese desafío. Pero no son los únicos que sufren la amenaza de un contraste que borra cualquier tonalidad diferencial. También aparecen otras víctimas. Son los que, habiendo cedido al magnetismo de uno u otro extremo, no se resignan a fundirse en el bloque al que ingresaron. Sueñan con preservar algo parecido a un perfil propio y, en ese intento, introducen disonancias en las campañas del kirchnerismo y de Cambiemos. Sergio Massa y Martín Lousteau acaban de plantear ese problema en cada bando.
Quieren salvar algo que para ellos es casi tan valioso como su propia imagen. Quieren que su electorado no se licue, como un afluente más, en el caudal de las dos grandes corrientes.
Que Massa y Lousteau compartan esa pretensión es comprensible. Ambos se alinearon con las facciones dominantes después de haber fantaseado con una tercera posición. Massa formó parte de Alternativa Federal. Y Lousteau coqueteó con Lavagna y sus aliados, en busca de un vehículo para los que se desencantaron de Mauricio Macri . Fracasados los dos experimentos, ahora intentan que se les reconozca su diversidad con un grado de relativa autonomía.
Massa anunció anteayer que decidió (sic) encabezar la lista de diputados nacionales del Frente de Todos, la nueva marca con la que gira el kirchnerismo. Para comunicar esa novedad eligió un seminario organizado por Clarín. De inmediato aclaró que, en materia de Justicia, está en las antípodas de Eugenio Zaffaroni. Massa y Zaffaroni mantienen una vieja querella que tuvo un round estelar cuando el actual candidato a legislador recomendó que había que "cerrar la etapa de los derechos humanos". El duelo continúa. El exjuez de la Corte es el principal inspirador de los argumentos que Cristina Kirchner y su feligresía esgrimen para enfrentar procesos por corrupción. Y Massa es uno de los políticos más cercanos a Claudio Bonadio, el verdugo al que acusa Zaffaroni.
Massa está tomando al pie de la letra lo que le prometieron dos domingos atrás en un diálogo televisivo: que respetarían su identidad. Esa garantía se la ofreció alguien tan celoso con las identidades como Alberto Fernández, que en los últimos años trabajó para la señora de Kirchner, para Massa, para Giustozzi, para Randazzo y, de regreso, para la señora de Kirchner. El lugar y el motivo que eligió Massa para hacer uso de ese crédito no habrán alegrado a su antigua y nueva jefa. Es lo de menos. Lo relevante es que, al tomar distancia de Zaffaroni, Massa abrió un interrogante sobre una materia que deriva de la judicial y es decisiva para el electorado bonaerense: la seguridad. Habrá que ver si Massa decide preservar su identidad en esta agenda ya no respecto de Zaffaroni, sino de Axel Kicillof.
La fisura con Kicillof que anuncia el disenso con Zaffaroni hará las delicias de Miguel Pichetto. El aspirante a vice de Juntos por el Cambio, el nombre que el oficialismo adoptó para este nuevo marketing, será clave en la campaña bonaerense para inducir al corte de boleta contra Kicillof. Entre gracioso y envidioso, Macri se pregunta ante sus íntimos: "¿A quién tenemos ahora? ¿A Churchill?". Él moriría porque Marcos Peña le habilitara una pizca de la incorrección política que le demandan a Pichetto. El senador por Río Negro, nacido en Banfield, es el encargado de poner a prueba una nueva temeridad electoral de Cristina Kirchner: ofrecer a un hombre de izquierda para gobernar la provincia de Buenos Aires. Alguien que, como Carlos Ruckauf en 1999, aprovechó como nadie la dificultad que entraña esa propuesta, comentó ayer ante este diario: "Yo voy a votara Lavagna-Urtubey. Pero me parecen injustos los ataques a Pichetto. Es muy difícil para alguien de militancia peronista votar a Kicillof".
Freud observó que la agresividad es más aguda en los bordes de los grupos. Allí donde prevalece el parecido. Habló del "narcisismo de las pequeñas diferencias". En la ciudad de Buenos Aires Lousteau se resiste a ser subsumido por sus primos de Cambiemos. Horacio Rodríguez Larreta le ofreció la candidatura a senador a cambio de proponerlo como su sucesor dentro de cuatro años, cuando él mismo compita por la presidencia. Un paso largo hacia el "larretismo", que el alcalde cocina a fuego lento. Quien paga lo que, por ahora, es un terreno en Marte, es Diego Santilli: al repetir como vice de Larreta agota la posibilidad de competir en 2023 por la jefatura de gobierno.
El costo de esta transacción para Lousteau es incorporarse a una boleta encabezada por Macri y, sobre todo, por alguien que descalifica con el adjetivo "comunista" a otro egresado del Buenos Aires, como él. Y la incorporación del socialista Roy Cortina no alcanza para devolver la sonrisa al titular de Evolución. Así como Massa teme ser confundido con algo parecido a "la izquierda", Lousteau quiere diferenciarse de algo parecido a "la derecha". Para hacerlo introdujo en la campaña la discusión sobre el aborto. Cuidadoso de la coherencia de su lista, sugirió que la acompañante que designe Pro sea partidaria de la despenalización. "No es una condición, es un criterio", dicen a su lado. Una dificultad para Larreta, que contemplaba a tres militantes "celestes": Victoria Morales Gorleri, Carmen Polledo o Cornelia Smith. El "criterio" de Lousteau impuso a Guadalupe Tagliaferri.
La contradicción sobre el aborto se convirtió en una dificultad para quienes confeccionan las listas. En la provincia de Buenos Aires, Federico Salvai, jefe de campaña de María Eugenia Vidal, intentó derivar candidatas "celestes" a las listas de Juan José Gómez Centurión. Es el menor de los inconvenientes. La variante bonaerense de Cambiemos mantiene una relación excelente con la Iglesia, sobre todo en los barrios más humildes. Un vínculo que ha sido puesto a prueba. La jerarquía católica mira con espanto la exigencia de Lousteau, porque podría modificar la aritmética del Senado, que es donde se hundió, en parte por la hiperactividad de los obispos, el último intento de despenalizar el aborto.
La organización del conflicto político en dos agrupamientos no solo diluye los matices. El armado de listas se vuelve endemoniado porque los lugares son escasos para la infinidad de agrupaciones que contiene cada coalición. Vidal, por ejemplo, enfrenta a la UCR bonaerense, que le exige 3 lugares entre los primeros 10 de la lista de diputados. La gobernadora pretende que María Luján Rey encabece esa formación. Es la mamá de Lucas Meneghini, víctima de la masacre ferroviaria de Once. Será interesante ver, si llega el caso, cómo Massa defiende a la señora de Kirchner y Julio De Vido de las acusaciones de esa madre. La expresidenta delegará la campaña en el hijo pródigo de Tigre.
El equipo bonaerense de Cambiemos traslada los problemas del reparto a Marcos Peña, con quien se mantienen viejas cuentas pendientes. Sobre todo una: haber impedido el desdoblamiento de la elección. Peña cumple en Cambiemos un rol indispensable: ser el centro de imputación de las decisiones mezquinas de Macri. Una de ellas es controlar las listas bonaerenses. Al Presidente le preocupa, más que el larretismo, el vidalismo.
Los inconvenientes que se plantean en el oficialismo y en el kirchnerismo para repartir cargos benefician a Lavagna y Urtubey. Graciela Camaño repasa los distritos incorporando a los desheredados de la polarización. Ella será candidata a diputada: la convenció Urtubey. ¿El argumento? Retener su lugar en el Consejo de la Magistratura. El kirchnerismo deja un tendal de heridos: Massa pretende que sus nuevos amigos no presenten listas en las ciudades gobernadas por los suyos. Esa disputa tiene un distrito sobresaliente: Tigre. Massa exige que esa intendencia vaya para su esposa, Malena Galmarini. Pero Alberto Fernández insiste en sostener la reelección de Julio Zamora, que se entregó a la expresidenta antes que Massa. Zamora le cree, mientras resiste las ofertas de Luis Barrionuevo para sumarse a Lavagna. Massa cometió una torpeza: denostar a Zaffaroni antes de garantizar el futuro de su mujer. Más que un motivo, podría ser una coartada para que Cristina Kirchner cumpla su objetivo. Humillar a quien dijo que su marido "no era un genio perverso, sino apenas un perverso" (Wikileaks).
Más relajado que Vidal, Larreta tiene casi cerrada su oferta porteña. La lista de diputados será presidida por Maximiliano Ferraro, de la Coalición Cívica. E incorporará a dos radicales en los primeros cinco puestos. La UCR se llevará también cuatro de las primeros doce cargos de la lista local. La novedad es que el candidato radical en la lista nacional será Emiliano Yacobitti, hombre de Enrique Nosiglia y principal aliado de Lousteau. La capacidad de negociación de Larreta parece prodigiosa: lograría que Elisa Carrió no reclame, también ella, por su identidad. Carrió produjo una ruptura catastrófica de Cambiemos en Córdoba para impedir que prospere el sector que Yacobitti representa en la ciudad. Anoche conseguía salvar algo en la provincia: que Mario Negri encabece la lista de diputados nacionales.
Larreta debe computar que el oficialismo porteño debe recompensar a Daniel Angelici como radical. Al binguero le atribuyen querer una banca para Laura Alonso. Sus rivales dicen con malicia que quiere dotarla de fueros, por si gana el kirchnerismo. Alonso es un blanco móvil, en una campaña donde la principal guerra es judicial. Además de sembrar los tribunales con denuncias contra el oficialismo y, sobre todo, contra la familia Macri, la expresidenta lanzó una estrategia defensiva: montar acusaciones que corroan las causas en las que su gente está más complicada. Acaba de suceder en el juicio oral contra Cristóbal López y Fabián de Sousa por haberse financiado con el impuesto a los combustibles que no derivó hacia la AFIP. Esta agencia exigió que la quiebra de Oil se extendiera a las personas de López y De Sousa. Para defenderse, De Sousa elaboró una denuncia contra figuras del Gobierno que habrían provocado el derrumbe de Oil para que la compañía pase a un grupo de amigos. Insólito, porque a estos empresarios kirchneristas se los acusa de un delito cometido antes de 2015. El argumento de De Sousa, que debe ser examinado ahora por María Servini de Cubría, pretende neutralizar las pruebas que se examinan en el juicio oral. A la primera audiencia de ese proceso se presentaron militantes del kirchnerismo, encabezados por Wado de Pedro y el Chino Navarro, para declarar que López y De Sousa son presos políticos. Más allá de sus infortunios, López sigue recibiendo un caudal incalculable de dinero del casino de Palermo. Y controla con De Sousa la señal C5N. Se entiende la pasión.
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