Massa y Milei, ¿entre los hilos de Cristina Kirchner y Macri?
El balotaje mostrará el peso de Buenos Aires frente a Córdoba, en una competencia cargada de sentidos sobre la forma de concebir el futuro de la Argentina
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Otra puja insiste con tallar en estas elecciones 2023, especialmente en el balotaje. El resultado del 19 de noviembre volverá a mostrar el peso crucial que juega el voto de la Provincia de Buenos Aires, su conurbano especialmente, versus el voto de Córdoba. La polarización con formato Buenos Aires versus Córdoba está cargada de sentidos. Por un lado, el peso de cada una en el resultado final y su impacto en la puja de poder dentro del kirchnerismo y dentro de la derecha que disputa la presidencia. Por otro lado, un sentido más amplio, la tensión entre dos formas de concebir la Argentina.
De ahí surgen preguntas relevantes para Sergio Massa y también para Javier Milei y su nuevo aliado, Mauricio Macri, y la interna que se abrió en Pro, y en lo que queda de Juntos por el Cambio, en torno a quién representará mejor las posibilidades futuras de poder. ¿Massa se convertirá en un Alberto Fernández rehén del kirchnerismo, dueño de los votos del conurbano? ¿Milei logrará transmutarse en el Macri 2015 y alinear a los votantes cordobeses masivamente en su favor, como lo hicieron con Macri en aquella elección? Si no lo logra, ¿el cuadrante de derecha de la política argentina quedará desactivado como competidor real, y con él, el mismo Macri? ¿Horacio Rodríguez Larreta, ahora sí en comunión con Juan José Schiaretti, se volverá una opción competitiva cuando los votos tácticos por los extremos queden enfundados en medio de las turbulencias que sin dudas le esperan a la próxima gestión, no importa quién gane la presidencia?
La bipolaridad Provincia de Buenos Aires versus Córdoba ya la había captado bien una encuesta de la consultora Escenarios, de los politólogos Pablo Touzón y Federico Zapata, en noviembre de 2001. “¿Cuál de las siguientes provincias es la que más se acerca a lo que debería ser nuestro modelo óptimo de país?” El 33,6 por ciento puso a Córdoba como modelo. La provincia de Kicillof quedó lejos, con el 19,44 por ciento.
El resultado del balotaje mostrará si los votantes cordobeses privilegian una visión del mundo donde la resistencia anti kirchnerista sigue siendo central. La semana pasada, Schiaretti dio un ejemplo de esa distancia entre el peronismo cordobés y el kirchnerismo centralista: “Una vez más quiero hacer público mi categórico rechazo al pretendido juicio político a la Corte Suprema que impulsa el gobierno kirchnerista del ministro Sergio Massa”, dijo.
La declaración es significativa no sólo por subrayar el carácter kirchnerista de Massa en medio del estado de deliberación íntima de los votantes ante el balotaje: las palabras de Schiaretti apuntaron a la continuidad del modelo actual que representaría la figura de Massa. El tema de la declaración también es clave: la división de poderes y la calidad de la República es uno de los elementos de diferenciación del peronismo cordobés respecto del kirchnerismo y es, a la vez, una de las cuestiones que acercó el voto cordobés al macrismo a nivel presidencial. En el balotaje de 2015, esa cercanía conceptual sobre el modelo deseable de la Argentina le dio a Macri el 70 por ciento de los votos cordobeses. Fueron votos centrales para su triunfo.
Si ese paradigma de voto se confirma en favor de Milei, las chances de Macri a futuro, como dirigente dominante de la escena de centro derecha, podrán consolidarse: el macrismo más duro puede leerlo como una continuidad de apoyo y cosmovisión de mundo entre el voto cordobés a Macri y a Milei. Para Milei, es el camino al triunfo pero también, mayor dependencia de Macri. Se agrava también porque será la CABA de Pro la que le aporte apoyo electoral al libertario, que apenas tuvo el 19,84 por ciento en ese distrito. Bullrich, en cambio, obtuvo el 42 por ciento, y Massa, el 32 por ciento. En la polarización Cordoba vs PBA, CABA está en el mismo universo conceptual que Córdoba: en la encuesta de Escenarios, el distrito comando por Pro salió primero como modelo óptimo de Argentina con la percepción del 47,50 de los encuestados.
Para Massa, una Córdoba electoralmente esquiva representará el agravamiento de su dependencia del voto conurbano, identificado con Kicillof y su jefa política, la vicepresidenta. Al contrario, si los cordobeses traspasan sus votos mayoritariamente a la fórmula presidencial de Unión por la Patria, Massa habrá dado con la plataforma de despegue para fortalecer su propia construcción nacional, más allá del apoyo kirchnerista en la Provincia de Buenos Aires. En ese caso, para Macri, serían malas noticias: significaría el agotamiento de su capacidad de representar el voto peronista racional que lo ayudó a ganar la presidencia. En lugar de sumar, significará que le habrá restado a Milei. Podría convertirse en el autor de su derrota.
De Massa a Milei, sus márgenes de acción en una eventual futura presidencia dependerá de esa disyuntiva: esa suerte de polarización Provincia de Buenos Aires versus Córdoba, o liberación o dependencia de Cristina Kirchnero o Mauricio Macri, respectivamente.
Hasta el momento, Massa está condicionado por el voto conurbano. En la primera vuelta, la victoria de Massa a nivel nacional tuvo su epicentro, precisamente, en la provincia de Kicillof: en el distrito bonaerense, que representa el 37,04 por ciento del padrón nacional, Massa ganó con el 42,87 por ciento. Hubo cuatro provincias que le dieron a Massa porcentajes más altos de votos pero el dato central es éste: su aporte magro al padrón nacional, comparado con el peso del conurbano bonaerense, minimiza ese impacto electoral.
La Santiago del Estero de la dinastía Zamora, que a encabezó el ranking con el 65,50 de los votos para Massa; la Formosa de Gildo Insfrán; la Tucumán de Osvaldo Jaldo y Juan Manzur, y Chaco apenas representan el 10,18 por ciento del padrón nacional. En cambio, la Provincia de Buenos Aires representa el 37,04 por ciento del país. La dependencia de Massa respecto del voto bonaerense es total. ¿Cuánto de ese votante se identifica con Massa antes que con Cristina Kirchner, Kicillof y el kirchnerismo? El resultado de la elección general de octubre no le da datos alentadores a Massa en ese punto. Que Kicillof haya sacado el 44,88 por ciento de los votos, es decir, más votos que Massa, indica que es el favorito.
Queda pendiente otra pregunta: ¿qué será del voto del conurbano en favor de Massa sin el efecto arrastre del voto en favor de Kicillof en la segunda vuelta? Ese dato también afectará a la dependencia o independencia de Massa respecto de Cristina Kirchner. Si disminuye su caudal electoral, quedará claro que el voto es sobre todo de Kicillof y del kirchnerismo más duro. En caso de ser presidente, se volverá dependiente de la venia kirchnerista. Un condicionamiento que tendrá su reflejo directo en el Congreso, con Máximo Kirchner y Wado de Pedro sentados en sus bancas.
A Massa, Córdoba le queda todavía muy lejos. La primera vuelta fue demoledora en ese sentido. En la elección presidencial, Massa quedó cuarto: lo votó, apenas, el 13,42 por ciento de los cordobeses. Ahí, el triunfo de Milei fue contundente: se quedó con el 33,54 por ciento. El panorama se vuelve todavía más inquietante para Massa cuando se ve el voto en favor de Schiaretti, 29,01 por ciento y de Patricia Bullrich, 22,62 por ciento. El cordobés que decide su voto en términos de valores y modelo de la Argentina opuesto al kirchnerismo es mayoritario. Con ese voto, crecen las chances nacionales de Milei gracias a una Córdoba que representa casi el 9 por ciento del padrón nacional.
Massa enfrenta dos preguntas clave. ¿Hacia dónde crecer? ¿Cómo reforzar su independencia del kirchnerismo más duro? Si le arrebata al dúo Milei Macri la representación nacional de la mayoría de los cordobeses, Massa puede encontrar un camino de consolidación de su poder dentro del cuadrante peronista, menos dependiente del voto kirchnerista. Córdoba es el quid de la cuestión. Va a ser difícil.
En un sentido, Massa no es Alberto Fernández. En otro sentido, enfrenta desafíos semejantes. El hecho de ser un político con partido, dirigentes y votos propios y con astucia reconocida para consolidar poder lo diferencia de Fernández, que llegó a la presidencia como resultado de una trayectoria de operador sin peso propio. Pero Massa está atrapado en la misma encerrona: la pregunta sobre el peso de Cristina Kirchner.
“El presidente voy a ser yo”, aseguró Massa el domingo en entrevista con Luis Majul. “No se va a meter en nada, como no se metió este año de trabajo mío en el ministerio”, insistió. No está claro, primero, si la influencia de Cristina Kirchner no se concreta en otros condicionamientos, por ejemplo, en los nombres que ingresan al Congreso. Y además, si ese paso al costado de la vicepresidenta no es autopreservación y astucia antes que alineamiento: que la responsabilidad de la crisis no la roce y caiga toda sobre Massa.
En 2019, luego del triunfo de Alberto Fernández, se instaló una pregunta cargada de paradoja: si el ganador de la elección no era en realidad el gran perdedor. Es decir, si su dependencia de los votos de la Provincia de Buenos Aires, encolumnados fuertemente tras Cristina Kirchner y el kirchnerismo más puro, no lo convertían en un rehén sin libertad de acción. Esa posibilidad se volvió un hecho. ¿Cómo será con Massa? La pregunta queda abierta.
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