Massa y Milei al ballottage: la culminación de una alianza política
Los candidatos se posicionaron como protagonistas y árbitros de la Argentina que viene luego de cumplir una misión común: dividir a la oposición, fortalecer al mileismo por sobre Juntos por el Cambio, y al massismo por sobre el kirchnerismo
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En los discursos centrales del domingo a la noche, hubo tres nombres ausentes. Javier Milei no nombró ni por error a Sergio Massa. Sergio Massa no mencionó ni una vez a Alberto Fernández ni a Cristina Kirchner. En su discurso de unidad, Massa revivió de las cenizas de las PASO como un candidato sin padres políticos ni herencia que agradecer, o justificar: se erigió en el protagonista de una nueva etapa, libre de pasado reciente. Y en el caso de Milei, en medio del río hacia la segunda vuelta, cambió de enemigo: ya no la “casta” como el gran oponente sino “el kirchnerismo” en general pero, atención, no Massa en particular.
A diferencia de la fiereza con la que escrachó de manera personal a Patricia Bullrich en la larga marcha hacia la primera vuelta, el nombre “Massa” sigue ausente como objetivo de su artillería pesada. El libertario no encontró incentivos para cuestionar a Massa ni siquiera en el discurso inaugural del camino hacia el ballottage. “Tenemos que trabajar juntos para terminar con el kirchnerismo”, se limitó a anunciar. En esos silencios clave se tejen posibilidades futuras sobre el destino de la Argentina.
La primera, que el ballottage de noviembre, que se presenta con bombos y platillos como el enfrentamiento entre dos sistemas de valores de signo opuesto e irreconciliables, en realidad enfrenta a dos aliados tácticos. Es decir, la segunda vuelta puede concebirse como una competencia operativa, el paso final hacia la consolidación de la influencia política de dos socios y su sociedad más o menos tácita que viene dando enormes frutos. Massa y Milei convertidos en protagonistas y árbitros de la Argentina que viene. Una misión común y cumplida: dividir a la oposición, fortalecer al mileismo por sobre Juntos por el Cambio, y al massismo por sobre el kirchnerismo. Un primer resultado: Juntos por el Cambio acorralado en su derrota. Errores propios de la coalición opositora también son, sin duda, parte de la ecuación.
Del sueño de derechas al regreso de Massa
Más allá de la definición de la elección presidencial, que quedó abierta, el interrogante central instalado es sobre el sentido profundo del resultado y sobre sus implicancias estructurales para la vida de los argentinos. ¿Qué será de la Argentina en el futuro?
Lo que pareció la consolidación de una salida histórica por derecha en las PASO, se encontró con un obstáculo este domingo. El 13 de agosto pareció fortalecerse el cuadrante de derecha: en el centro, Juntos por el Cambio, con Bullrich y Macri como figuras centrales, y en el polo más radicalizado, Milei. Su capacidad para representar las frustraciones de los trabajadores pobres y los informales, el voto Rappi, le ganó el reconocimiento de la política peronista. Su capacidad para popularizar la racionalidad económica sin déficit le valió el respeto del ala más de derecha de JxC.
Un acercamiento posible entre las derechas quedó entonces flotando en el aire. La campaña electoral terminó con esa fantasía: Milei polarizó violentamente con JxC, Bullrich y sus votantes. Este domingo, el libertario logró quedarse finalmente como líder de ese cuadrante. Y Massa nació de nuevo: el voto pobre que abandonó al peronismo para elegir a Milei en agosto volvió, en buena medida, sobre sus pasos.
Todavía no está tan claro que el ciclo kirchnerista se termine; tampoco que continúe por los carriles de siempre. Los interrogantes no se detienen. Hay hipótesis que empiezan a delinearse.
La segunda hipótesis, que fueron los excesos de Milei los que le dieron la coartada a Massa para minimizar la crisis económica. La recuperación y triunfo de Massa no se entiende sin la radicalización elevada al absurdo de las propuestas de Milei y su círculo rojo. Una síntesis: Lilia Lemoine y la renuncia de la paternidad, Alberto Benegas Lynch y la ruptura con el Papa, Bertie Benegas Lynch y su cruzada moral contra la ESI, el teatro del disparate de Ramio Marra en sus apariciones televisivas, la sociedad con Barrionuevo, la lengua de los procesistas para reivindicar la dictadura, la hiperinflación como amenaza purificadora, las metáforas inquietantes de Milei con niños envaselinados, la espiralización de un modo político basado en la soberbia y la humillación del otro. Y la vuelta de los clásicos: venta órganos y bebés, armas, y el aborto como asesinato.
El miedo a Massa VS. el miedo a Milei
Los ejes que le abrieron la puerta de la representación popular, fin de la inflación, Estado pequeño, libertad individual en el camino del progreso personal y respeto por la propiedad privada, quedaron opacados. En su lugar, Milei se sobregiró con una agenda libertaria pseudo teórica y anti woke sin sutilezas, alejada de las personas reales. El domingo, no pudo perforar el 30 por ciento de las PASO.
Los argentinos eligieron a quién temerle. Entre el massa-kirchnerismo y Milei, prefirieron temerle a Milei. No fue la economía. Fueron los valores. Milei abrió esa puerta. Massa la aprovechó.
En ese contexto, la crisis modelo Massa entró en el terreno de la normalización: más vale un miedo conocido que un miedo por conocer. Milei quedó pegado al “salto al vacío”. Massa, en cambio, quedó del lado de la crisis “manejable”, de la preocupación por la familia argentina, de la promesa de protección y de la distribución de lo poco que hay.
Con temple de político que pone toda la astucia para llegar al poder, Massa logró un imposible: a la crisis económica que lo tiene como protagonista central, por su condición de ministro de Economía, la puso de su lado. Por un lado, fue el parámetro a partir del cual montó su campaña electoral con el “plan platita” recargado, y por el otro, la crisis se volvió medida de su hazaña electoral, por contraste: pudo salir segundo y, ahora, ganar a pesar de la debacle.
La tercera cuestión es que también es la economía, aunque no lo parezca. La crisis económica no alcanzó para consolidar la derrota del kirchnerismo. Pero eso no significa la negación del factor económico como determinante de la elección; al contrario, fue su confirmación: el voto bolsillo contribuyó a la recuperación de Massa. El candidato ministro de Economía orientó su campaña a satisfacer la economía de lo personal antes que las abstracciones de lo político macroeconómico. Todos los indicadores macro hacen agua pero Massa apuntó a calmar el cortoplacismo de la angustia económica diaria: hubo cuasi eliminación total del impuesto a las ganancias, devolución del IVA y el uso electoral de 1,5 puntos del PBI para asistencialismo de todo tipo a sectores de todos los pelajes. José del Río dio detalles valiosísimos sobre el costado económico de la estrategia de Massa, eso de privilegiar “la economía del metro cuadrado”.
En eso, Massa fue más kirchnerista que Cristina Kirchner, que en 2015 apuntaló la campaña de Scioli gastando un punto del PBI. Massa usó al máximo la cancha inclinada en favor del oficialismo para derivar recursos funcionales a su campaña.
¿Quién es Menem?
Cuarto, que aunque Massa lo predique, no llegó el fin de la grieta sino una polarización distinta entre dos mitologías, la del Estado presente y protector con Massa versus la de la lógica del mercado extendida a todos los rincones de la vida y su eficiencia justiciera con Milei. Esa es la construcción que monta Massa en estos días, rumbo al ballottage. Pero esa polarización tiene intensidades variables. De ser necesario, se deja de lado.
Los datos sobre el rol del massismo en las listas de Milei, en el financiamiento que llevaría del massismo al mileismo, en el rol funcional de la fiscalización en las PASO y en la trama de sociabilidad política y empresarial con epicentro en Eurnekian dejan entrever ese esquema de intereses que, a veces, funcionan en tándem, más allá de la polarización estratégica. El voto de La Libertad Avanza a favor de ganancias y devolución del IVA, dos medidas clave de la campaña de Massa, es otro ejemplo en ese sentido.
Finalmente, ¿quién es Menem? La figura del expresidente irrumpió fuerte en esta campaña electoral de la mano de Milei. Pero no está claro si Milei es Menem o Massa será Menem. Y eso en dos sentidos. Por un lado, en relación al tipo de voto miedo que alguna vez inspiró Menem. Massa comparte con Menem dos rasgos que le son esquivos a Mieli. Uno de ellos, su flexibilidad para aglutinar nombres y fuerzas. En su peor luz, Massa tiene la traición fácil. En su mejor luz, es un negociador nato. Menem logró desactivar el voto miedo con su capacidad de conquista y seducción del otro político. En eso, Massa le saca ventajas a Milei.
El otro rasgo menemista de Massa es su pragmatismo, o su plasticidad ideológica ante las necesidades que impongan la época o la coyuntura. En ese punto, no está dicho todavía hasta dónde está dispuesto a llegar Massa para consolidarse como la alternativa de poder en la Argentina. Milei en cambio, está atrapado en la rigidez de sus posiciones teórico- ideológicas, desde la Escuela Austríaca hasta su conservadurismo. En esa rigidez, más que a Menem, Milei se parece a Cristina Kirchner.
¿Cuál es el horizonte que mejor interpreta el modo en que los argentinos conciben el futuro? ¿La Argentina se desbloqueará finalmente por derecha? ¿O no se desbloquea nada y sigue en el carril del massa-kirchnerismo redistribucionista de lo que no hay? Ahora con el aporte entre consensuado y aleatorio de un populismo de derecha.
A Juntos por el Cambio le queda por ahora las banderas anticorrupción. El problema es que, como con Menem y con el kirchnerismo, parecen no mover la voluntad de los votantes.
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