Massa y Cristina frente al momento de la traición
Para ordenar la macro, el ministro de Economía deberá encarar múltiples traiciones: a la vicepresidenta, a los gobernadores, a los hombres de negocios y quizás, también, a sí mismo
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En la Argentina de la crisis del kirchnerismo en el poder, algo empieza a quedar claro: que el presente y el futuro de mediano plazo necesita un traidor. La gran pregunta es si lo va a encontrar. Y la siguiente, si ese acto de traición puede ser ejecutado por Sergio Massa. Del supuesto “volumen” político con la que desembarcó Juan Manzur en el gabinete nacional a la “plasticidad” de Massa. Se trata de un cambio de táctica política que pone a la palabra traicionar, es decir, hacer lo contrario de lo que viene haciendo el kirchnerismo o de lo que se espera que haga el kirchnerismo, pero no sólo el kirchnerismo. Traicionar en varios frentes para ser leal, en cambio, a la Argentina y lograr domar la economía. La gran pregunta que enfrenta el ministro de Economía en esta coyuntura es una: ¿a quién traicionar?
Ya no sólo se trata de romper con Cristina Kirchner para liderar, algo que Alberto Fernández dejó bien claro que no está dispuesto a hacer. Se puede romper un espacio político para insistir con la misma política: romper no es suficiente. Se trata de otra escala: romper para traicionar una matriz conceptual económica. La Argentina del callejón sin salida kirchnerista se quedó sin opciones.
Sin traicionar a Cristina Kirchner no se puede, pero con traicionar a Cristina Kirchner no alcanza. La traición que exige la crisis actual demanda varios frentes de acción. Traicionar estratégicamente y a muchos. El camino que la realidad le presenta a Massa en su rol de ministro de Economía a cargo del poder es un abanico de desaires a su socia política, a los hombres fuertes del interior, a sus aliados del mundo de los negocios. Y a sí mismo: la tarea más compleja. No porque Massa carezca de esa “plasticidad” para desdecirse: no tuvo problema en dejar a un costado ese ya clásico de “los ñoquis de La Cámpora” para aliarse con el kirchnerismo y, precisamente, con La Cámpora. Pero el escenario actual es más resbaloso y con consecuencias imprevisibles hacia adelante para su vida política. Que a Massa le importa mucho.
Toda salida de la crisis demanda una traición necesaria a la visión económica del poder más consolidado dentro de la coalición de gobierno, es decir, Cristina Kirchner y sus certezas económicas. El gran obstáculo que viene enfrentando la presidencia de Fernández. Sin traición a la defensa del déficit fiscal y la emisión monetaria que hace la vicepresidenta y sin traicionar su concepción de la inflación, que en su mirada no está vinculada, como efecto, con esos dos problemas, la macro argentina difícilmente encuentre la racionalidad que hasta las izquierdas democráticas de América Latina persiguen.
Esa gran traición representa un desafío enorme para el ministro empoderado temporalmente. Esas traiciones múltiples en pos de domar la macro y la inflación, conquistar el corazón de los votantes que pululan mayoritariamente por fuera del Frente de Todos y acercarse a la presidencia pueden, paradójicamente, dejarlo a Massa fuera de carrera si la vicepresidenta percibe algún riesgo para sí misma y su tribu. El silencio que Cristina le prometió a Massa es un hilo a punto de cortarse con la tijera de las contradicciones. Si a Massa le va bien, ¿el riesgo aumenta o disminuye para Cristina?
Hay una lectura que se viene instalando desde los pocos leales que le quedan a Fernández: que el apoyo de la vicepresidenta y su hijo Máximo al ministro de Economía es un reconocimiento a la política del Presidente. Después de los moretones políticos de las últimas semanas, Fernández y sus huestes se las ingenian para ver fortaleza en lugar de debilidad en las movidas que instalaron a Massa en Economía y perciben un triunfo político en ese desembarco. Al final, Massa llega para ser Batakis o Guzmán, sintetizan. Teníamos razón.
¿Será Massa capaz de avanzar con esa línea editorial económica sin que la vicepresidenta lo interrumpa? En ese punto, el desplazamiento de las dos piedras que el kirchnerismo duro había colocado en Energía, su secretario y un subsecretario, fueron puestas a la vera del camino, finalmente.
A primera vista, el apartamiento de Darío Martínez y Federico Basualdo y el nombramiento de Flavia Royón, secretaria de Energía y Minería del gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, parecen triunfos políticos de Massa. Muestras de fortaleza que llegan justo cuando el traspié con el nombramiento de Gabriel Rubinstein como viceministro empezaba a descascarar su pretensión de eficiencia y poder. Justo cuando la política kirchnerista se mide en términos de debilidad, porque la fortaleza está perdida, Massa logró un objetivo esquivo para los dos exministros de Economía, sobre todo, para Guzmán: ganar esa pulseada con el corazón duro del kirchnerismo y La Cámpora.
Pero el sentido de la inclusión de Royón no está claro. Su nombre y su trayectoria están atravesadas por juegos de intereses que pueden condicionar a Massa. Por un lado, el peso creciente de la Liga de Gobernadores, que primero tuvo éxito intimando al presidente Fernández para que entregara el poder a Massa y ahora, para poner a un nombre propio en un área cada vez más sensible en lo político, lo económico y también, lo geopolítico.
Más que el triunfo de Massa, la llegada de Royón sería una muestra del poder recuperado de los gobernadores. En la Argentina, ese poder se juega hoy en el sector de la energía. De Vaca Muerta al Triángulo del Litio: ahí se disputa futuro político y caja futura. Una disputa atravesada por conflictos entre potencias globales como China y Estados Unidos y, también, entre Estado nacional y las provincias rentistas, suerte de “estados petroleros”, en la definición del politólogo Carlos Gervasoni, que engordan la política con la renta petrolera o minera. Las posibilidades económicas de Argentina son sobre todo energéticas, además del agro.
Ese sector energético y minero depara una fortuna que la política y los negocios miran con mucha atención. En junio, la secretaría de Minería de la Nación planteó un aumento de producción de litio de seis veces más en cinco años: de las 37.500 toneladas que se producen hoy a 200.000 toneladas. El litio llegó a valer este año 72.000 dólares la tonelada.
La cuestión es esta: la única puja distributiva de poder que atravesó al Poder Ejecutivo no fue entre el kirchnerismo y Guzmán. Las provincias mineras vienen moldeando la secretaría de Minería de la Nación según sus intereses. La actual secretaria de Minería, la abogada catamarqueña Fernanda Ávila, fue nombrada en diciembre de 2021 y llegó allí a partir de un acuerdo entre los gobernadores de Catamarca, Raúl Jalil, y de San Juan, Sergio Uñac, y el jefe de Gabinete, Juan Manzur. Ahí empieza a comprenderse el rol de Manzur en el gobierno: cuidar los intereses de las provincias en el reparto del poder.
En las últimas semanas, las provincias mineras se alistaron nuevamente para la disputa por los cargos que podía sobrevenir. Ávila corría el riesgo de ser desplazada por conflictos entre las provincias mineras. Royón estaba pensada para ocupar el lugar de Ávila en Minería, pero finalmente fue a encabezar el área de Energía: implica el avance del poder de esas provincias ahora en el área energética. Le juegan a favor dos plataformas de sustentación. Por un lado, la del gobernador Sáenz, excompañero de fórmula presidencial de Massa en 2015. Y, por el otro, sus vínculos con la familia Brito: Royón trabajó durante 15 años en el Frigorífico Bermejo, en Salta, fundado por Jorge Horacio Brito, del Banco Macro, cercano a Massa, que murió en un accidente con su helicóptero en esa provincia. El día de la asunción del ministro de Economía, su hijo Jorge Pablo Brito, vicepresidente del directorio del Banco Macro y de la Asociación de Bancos de la Argentina (Adeba), además de presidente de River Plate, era uno de los hombres de negocios sentados en las primeras filas del Museo del Bicentenario.
La pregunta se instala: ¿quién se quedó con la Secretaría de Energía? ¿Massa o los gobernadores? Pero hay otra opción: ¿Massa o los hombres de negocios que vienen apoyándolo a la luz del día y con su influencia en los mercados?
En esos dos frentes, Massa enfrenta desafíos. Los intereses de las provincias rentistas no necesariamente se conjugan virtuosamente con los intereses de la macro. El riesgo es un cálculo demasiado coyuntural y patrimonial de los gobernadores en pos de sus cajas políticas. La política de regalías y la política medioambiental están en el centro de la escena. El equilibrio entre el aprovechamiento de recursos naturales para el desarrollo con una administración razonable de las concesiones a la minería. Uno de los sectores más complejos para la política en cualquier país con recursos naturales.
Por otro lado, también pesa la trama de intereses del capitalismo regulado y protegido con suficiente poder de lobby para presionar sobre la política, sobre todo en el caso de un dirigente que celebra su capacidad de diálogo con ese sector.
Justo cuando el problema ya no es la debilidad de la autoridad presidencial sino de la autoridad ministerial, Massa está en el centro de paradojas y presiones que se superponen. En 2001 se contaban presidentes por semana. Ahora se cuentan los ministros de Economía. Así de complicada está la institucionalidad argentina.
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