Massa pone en juego el liderazgo del peronismo y su proyecto de “unidad nacional”
El tigrense imagina una “nueva transversalidad” y el cristinismo elogia su campaña, aunque desde ese sector aseguran que Cristina Kirchner “seguirá haciendo política”
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En algún intervalo de la extenuante rutina que transitó en los últimos meses, mitad campaña electoral, mitad gestión en el siempre incómodo sillón de ministro de Economía, Sergio Massa fantaseó ante sus íntimos con igualar el legado de Néstor Kirchner en su primera gestión en la Casa Rosada. “Y si le dan tiempo, hasta superar a (Juan) Perón”, se entusiasman cerca del tigrense, consciente que el resultado de la decisiva cita electoral de este domingo pondrá en juego todos esos planes de trascendencia política.
Cumplir el sueño presidencial al que le ha dedicado más tres décadas, y concretar desde su liderazgo un proyecto de coalición que exceda en mucho al Frente Renovador y lo proyecte como un mandatario “de centro” que encabeza un gobierno de “unidad nacional” con peronistas moderados, radicales y sectores de centroizquierda, aparecen como los objetivos que Massa tiene hoy en su cabeza como prioridades. “Primero ganemos, después pensamos en lo demás”, aseguran con prudencia y la respiración contenida en la coalición que respalda a Massa, quien a medida que la campaña fue tomando fuerza y cohesión fue sumando aliados y reconocimiento de sectores refractarios a su figura, comenzando por los leales a la vicepresidenta Cristina Kirchner.
“Cristina y La Cámpora jugaron bien, se escondieron cuando lo tuvieron que hacer, y jugaron también cuando fue necesario. Cristina misma necesitaba que le sacaran un peso de encima”, reflexiona un consultor ligado a distintos e importantes dirigentes peronistas. “En el camporismo reconocen que Sergio se puso al hombro una campaña imposible, con un gobierno con 80 por ciento de imagen negativa, y sacó los mismos votos que (Daniel) Scioli en la primera vuelta de 2015″, acotan desde ese sector.
Un miembro del gabinete jugado por el proyecto de Massa acota que la fecha de la charla que Cristina Kirchner en una universidad de Nápoles, hacia el final de esta semana, “también fue acordada” para no generar ruido en plena batalla final por la Presidencia contra los libertarios de Javier Milei.
Desde el campamento cristinista, en tanto, reconocen que “hoy la correlación de fuerzas ha ido cambiando, y todo se ha ido corriendo hacia el centro”, aunque advierten que “Cristina no se va a retirar de la vida política, y va a seguir liderando a su sector político, que va a tener mucha representación parlamentaria”. Por las dudas, desde el massismo repiten que “con Sergio Presidente este es el final de una era”, e imaginan un gobierno “más racional, más normal”, parecido a la primera transversalidad que el ex presidente Néstor Kirchner llevó adelante desde sus primeros días en Balcarce 50, allá por mayo de 2003. Distinguen entre Cristina y su hijo Máximo Kirchner, quien “se vino cayendo solito por errores propios, y ya perdió la batalla con (Axel) Kicillof”, en el liderazgo de la pata cristinista de la coalición hoy gobernante.
Ese objetivo de un gobierno “moderado y de centro”, quedó escenificado el jueves, cuando dirigentes peronistas “market friendly” como Juan Manuel Urtubey, Graciela Camaño, Daniel Scioli y Francisco de Narváez, entre otros, acompañaron al candidato de Unión por la Patria en su exposición ante los empresarios del Consejo Interamericano de Comercio y Produccción (Cicyp). “Soy amigo de Sergio, la política nos unió, hemos confrontado pero nunca dejamos de dialogar. Ha convocado a un gobierno de unidad pero también de gobernabilidad, con él se terminan la grieta y las divisiones”, dijo el exdiputado y empresario a LA NACION en los pasillos del hotel Alvear, dónde se desarrolló el encuentro. Camaño fue un poco más allá, y en declaraciones periodísticas bromeó con que “tal vez como presidente Massa termine barriendo a los ñoquis de La Cámpora”, como prometiera el tigrense en la campaña presidencial de 2015, cuando era opositor al kirchnerismo.
Desde el búnker de la calle Mitre, las oficinas de Massa en Retiro y la Casa Rosada imaginan un eventual gabinete “de selección nacional”, con Scioli y Gustavo Martínez Pandiani haciendo tándem en la Cancillería, “un radical” en el Ministerio de Educación, alguien cercano a Roberto Lavagna en algún sector clave, y a Gabriel Katopodis y Matías Lammens sosteniendo sus puestos como ministros de Obra Pública y Turismo, respectivamente. También al peronista tucumano Pablo Yedlin en salud, y a “un hombre que no es de mi partido” como ministro de Economía, tal como anticipara Massa en declaraciones periodísticas.
Nadie quiere comentar, ni siquiera oír, sobre la eventualidad de una derrota ante Milei. Pero está claro que esos planes de coalición, y las “medidas urgentes” que Massa proyecta para contener la potencialmente explosiva situación social y económica quedarían convertidas en papel mojado, al igual que su proyecto de liderazgo. “El peronismo ama a los ganadores”, comenta el avezado consultor, y da como ejemplo el ostracismo en el que cayó Scioli luego de quedar derrotado, por un puñado de votos, por Mauricio Macri en el balotaje de 2015.
Todo está condicionado, claro está, al veredicto que las urnas darán en la noche del domingo, una hora clave para el futuro político del ministro de Economía y postulante presidencial.
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