Massa frente a la hora de la verdad: dónde y a quiénes ajustará
Los efectos adversos no tocan por ahora ningún órgano vital de la coalición gobernante; la gran apuesta está centrada en el recorte de los subsidios en agua y energía
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La luna de miel concluyó en la noche de bodas. La semana que empieza, Sergio Massa afrontará el primer test que están esperando los tomadores de decisiones económicas, financieras y políticas. Hasta dónde llegará el recorte del gasto público y qué áreas del Estado afectará es la prueba ácida que deberá atravesar el nuevo ministro para comprobar cuál es el nivel de soporte político y capacidad de acción que tiene.
El resultado de la reunión que tendrá Massa pasado mañana con los responsables administrativos de todos los ministerios y un detalle de los gastos que limitará es el termómetro que todos quieren ver.
Las dificultades y demoras para completar el equipo, integrado hasta hoy por debutantes en las grandes ligas, el anuncio de medidas aisladas y la declaración de (buenas) intenciones, sin llegar a conformar un plan económico, no lograron despejar las dudas de los escépticos y ejercen un efecto devaluatorio sobre el entusiasmo inicial de los ilusionados. Queda la confianza de los interesados.
Las reacciones positivas de las primeras 48 horas en el universo financiero, que Massa y su equipo adjudican celebratoriamente a su llegada a Economía y a sus anuncios iniciales, son matizadas fuertemente por los operadores. El entusiasmo massista tiende a ser relativizado. Esta vez (como otras) con argumentos que el massismo suele desechar. La historia, el currículum y el prontuario generan sesgos cognitivos.
La conjunción de situaciones internacionales coincidente con la asunción del ministro es considerada tan influyente (o más) en la suba de los activos argentinos y en la baja de los dólares alternativos y del riego país como la decisión de ajustar las tarifas por encima de lo esperado y subir la tasa de interés anunciada por Massa. Un cóctel de aspirinas, paracetamol e ibuprofeno y una sesión leve de radioterapia. Es todo por ahora. Los efectos adversos no tocan ningún órgano vital de la coalición gobernante. Eso debería empezar esta semana.
Por eso, quienes toman decisiones e influyen en la marcha de la economía, las finanzas y la política tienen puestas ahí sus miradas. Tanto como en los avances de las negociaciones para obtener liquidaciones anticipadas de divisas por parte de los exportadores de los sectores agroindustrial, minero y petrolero. A los 310 millones de dólares que ya prometieron empresarios pesqueros, el massismo espera sumar 800 millones de las economías regionales, más de 2000 millones del complejo cerealero-oleaginoso y el resto del sector extractivo para llegar a los 5000 millones que se anunciaron como meta.
El equipo económico deja trascender conversaciones avanzadas con algunos grandes empresarios de esos sectores para que estrenen las cuentas especiales que se crearán para depositar los adelantos de exportaciones con algunas ventajas y garantías a la hora de recuperarlos. Casi un desdoblamiento.
El optimismo que emana al respecto tiene visos de verosimilitud en los casos puntuales a los que se refieren en Economía. Algunos de los mencionados vienen invirtiendo desde hace casi una década en la carrera política del tigrense. Su esponsoreado está ahora en mejores condiciones que nunca (el futuro siempre es incierto) de tomar decisiones que podrían darle un buen retorno a esa extensa inversión.
En el caso del sector agropecuario las conversaciones se han limitado a las entidades de la Mesa de Enlace, que, salvo algunas excepciones, representan a un abanico heterogéneo de productores sobre los que no tienen autoridad para determinar sus decisiones.
En cambio, no se ha formalizado la negociación con la poderosa Ciara-CEC, que reúne a la industria aceitera y a los exportadores de cereales, y estaría en mejores condiciones de desatar el nudo. Todo indica que Massa prefiere charlas personalizadas. De todas maneras, si logra que anticipen la liquidación será una apuesta de corto plazo, ya que significaría un aumento transitorio de las reservas. Capital simbólico. Algo hay que mostrar.
La demora en la conformación del equipo de Energía y en la designación del viceministro de Economía también ha sido motivo de inquietud. Aunque la primera fue saldada anoche a favor de Massa. No obstante, el proceso ha estado viciado por los zigzagueos, reafirmatorios de los prejuicios que rodean al líder del Frente Renovador.
La promesa de que mañana se develará el nombre del segundo de Economía es otro test de ingreso que Massa tiene pendiente. Con malicia, un economista opositor advierte que sobre el riesgo de no tener aún un secretario de Política Económica de envergadura porque “así como Alberto (Fernández) se cree un buen abogado, Sergio parece creerse un buen economista”.
El carácter estratégico de esos cargos y áreas, de acuerdo con los lineamientos del propio ministro debutante, demandaba definiciones claras y urgentes que el ministro no pudo o no supo dar en las primeras 72 horas. El poder sigue siendo un bien ganancial. Las dilaciones o las idas y venidas son argumentos que esgrimen a modo de justificación varios convocados para sumarse a la gestión, que no solo rechazaron la propuesta, sino que se ocupan de hacer saber la distancia que mantienen con el experimento en marcha. Algunos agregan que rechazaron tentadoras ofertas de beneficios a futuro. No hay detalles de las supuestas rentas extraordinarias ofrecidas. La leyenda continúa.
“Hay mucha improvisación y ningún programa”, dice un economista que Massa contaba como propio antes de llegar al cargo y que niega ahora ser fuente de consultas en estas horas, como afirman en el entorno del tigrense. Los nombres de Martín Redrado, Miguel Peirano y Emmanuel Álvarez Agis siguen ofreciéndose como garantes de calidad. Pero dos de los tres mencionados niegan haber tenido diálogo sobre las decisiones tomadas o por tomar. El tercero prefiere un prudente silencio público, y en off the record solo dice: “Tenemos diálogo y le digo qué opino sobre la economía. Ni mucho más ni mucho menos”.
Los que niegan cualquier vínculo con la gestión naciente coinciden en cuestionar la ausencia de un programa integral. “Sin un plan discutido a fondo, del que se evalúen los efectos y consecuencias no deseadas, así como el soporte político que incluya a la oposición, no es imaginable ningún cambio sustancial”, dice uno de los que alguna vez el ministro mostró como propios.
La gestión en marcha
En contrapartida, Massa ofrece su hiperactividad y capacidad de decisión como elementos disuasorios frente a los agnósticos. Durante el fin de semana, sus colaboradores destacaban la recepción de mensajes del tigrense casi sin solución de continuidad, con un lapso de interrupción de apenas cuatro horas: la ventana de sueño no va más allá de las 3 a las 7 AM. Ante tanto desvelo, al eclipsado Alberto Fernández seguramente le vendrán a la mente los versos de otra canción de Luis Alberto Spinetta: “Ana no duerme//Juega con nada//Tal vez mañana//Despierte sobre el mar”. Sueños de justicia poética.
Los primeros resultados que muestra el massismo son las acciones contra 700 empresas por importaciones presuntamente irregulares por más de 1200 millones de dólares. Aunque en el equipo de Massa advierten que aún resta determinar cuántas son ilícitas, ya que las triangulaciones en sí mismas no lo son. También le bajan la expectativa al impacto noticioso. Los involucrados no serían los grandes especuladores, como le gustaría ver a Cristina Kirchner. “Es una guerra de guerrillas de medianos y chicos”, explicó un funcionario.
Por último, la gran apuesta está centrada en el recorte de los subsidios en agua y energía. Según Massa, representaría un ahorro anual de $500.000 millones, que es lo que necesita para entrar en el régimen de déficit acordado con el FMI. El problema es que ya se consumieron dos tercios del año, por lo que para este período el esfuerzo deberán hacerlo otras áreas del Estado y de los organismos y empresas públicas.
De todas maneras, hasta los escépticos auguran días de tranquilidad, cuya duración nadie se anima a pronosticar. “Entre el ajuste de las tarifas y la suba de tasas, el mercado se va a moderar”, dice un economista al que no le sobra optimismo a mediano plazo, que en la Argentina de estos días no llega a fin de año.
Otro de los expertos que Massa dice consultar pronostica una estabilidad temporal de las variables financieras. Aunque rápidamente advierte que si se logra, el efecto será “un estancamiento con alta inflación. La mediocridad económica es el mejor escenario posible que le espera”, sentencia.
No es eso lo que soñaron los socios mayoritarios de la coalición gobernante. Cristina Kirchner y La Cámpora dieron aval a la llegada de Massa con la expectativa no solo de estabilizar la economía. Menos a fuerza de ajuste del consumo, los salarios y las obras públicas, como parece ineludible. La puja distributiva solo está silenciada. Expectante.
No es el mejor escenario para un año electoral que empezará pronto. Por eso muchos se preguntan si Massa intentará ir por la recuperación económica o dará por cumplida su misión con la estabilización. Se trata de objetivos y tiempos muy distintos. El reloj ya avanza hacia la hora de la verdad.
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