Masiva marcha en Tucumán para protestar por los saqueos y la inseguridad
Más de 15.000 personas se concentraron anoche frente a la Casa de Gobierno; fuertes consignas contra Alperovich y la policía provincial, cuyo jefe fue desplazado
SAN MIGUEL DE TUCUMÁN.- Más de 15.000 tucumanos se reunieron anoche en la plaza Independencia, frente a la Casa de Gobierno, para protestar por los saqueos y la falta de seguridad, como derivación del conflicto con la policía provincial.
Los agentes de seguridad y el gobernador José Alperovich fueron el blanco principal de los manifestantes, al grito de "¡que se vayan todos!", en una de las movilizaciones más multitudinarias de la última década.
En medio de la tensión, en las redes sociales circuló con insistencia la versión de que un vecino habría dado muerte a un presunto saqueador, que se sumaría a las tres víctimas fatales del día anterior. Sin embargo, ningún hospital ni el gobierno de la provincia confirmó el hecho.
El conflicto constituye la primera gran crisis que debe enfrentar el gobernador Alperovich, que ve cada vez más lejana la posibilidad de reformar la Constitución para prolongar su permanencia en el poder.
La sensación generalizada es que el gobierno minimizó el impacto inicial del autoacuartelamiento y demoró el acuerdo, lo que produjo una ola de saqueos nunca antes vista en esta tierra. Antes de los saqueos, la familia de Alperovich cerró la concesionaria de autos y quitó los vehículos del local, en prevención de robos y protestas.
En medio de la tensión, el jefe de la policía provincial, Jorge Racedo, renunció, y hoy asumirá en su lugar Dante Bustamante. El cambio en la cúpula policial no fue suficiente para impedir la masiva protesta.
Hasta ahora no había indicios de cambios en el gabinete local. Jorge Gassenbauer es el ministro de Seguridad y sombra de Alperovich: fue secretario, interventor de la Caja Popular, ministro de Producción, ministro de Coordinación y ahora está a cargo de la seguridad. Es hombre de confianza de Alperovich, pero muchos sostienen ya que la cuestión de la seguridad se le está yendo de las manos.
Un dato llamativo fue que no hubo policías custodiando la Casa de Gobierno. En su lugar hubo gendarmes, que cercaron las escalinatas. El antecedente de anteanoche no ayudaba, cuando efectivos policiales reprimieron a unos pocos caceroleros que se quejaban de la forma en que el gobierno había tratado la crisis. Ayer, Alperovich dijo que la policía no debería haber reprimido, pero ya era tarde.
Víctimas de ataques
Durante todo el día, hubo rumores de saqueos en distintos barrios de la periferia y en la Banda del Río Salí, pero no se concretaron.
José Carrizo es dueño del supermercado Qué Más, en la Banda del Río Salí. En 2001 había perdido todo. Esta vez defendió su comercio con armas, palos y lo que encontró a su alcance para impedir el avance de los saqueadores, que momentos antes ya habían vaciado el súper Chango Más, a un puñado de cuadras. "Esto es peor que en 2001 porque acá no había policías. En ese momento algo ayudaron, pero era imposible. Acá actuaron sin presencia policial, tenían la zona libre", dijo a LA NACION.
Junto a empleados y vecinos, Carrizo lleva 48 horas sin dormir. Están todo el día apostados en la puerta de su minimercado, con armas, por si algún saqueador intenta ir a robar. "Ojalá no tengamos que usarlas, pero no vamos a dudar si vienen a querer robar de nuevo acá", dijo.
En algunas zonas los vecinos se volvieron a armar para impedir el ingreso de los saqueadores. Fue más por prevención y por psicosis que por datos reales de saqueos. La policía llegó a esos lugares para tratar de mantener la calma, aunque hubo dificultades para comunicarse a los teléfonos de las comisarías y al flamante 911, el servicio de emergencia inaugurado hace pocos días.
Va a costar restablecer la tranquilidad habitual de esta provincia. Los comercios atendieron con mucha precaución, con las cortinas bajas, y hacían ingresar a los clientes a través de puertas laterales. Pocos negocios abrieron normalmente. Los bancos también tuvieron actividad reducida. No todas las entidades atendieron al público. En teoría había clases, pero en la práctica pocos asistentes a los establecimientos educativos. El transporte público funcionó a medias durante la mañana por la cantidad de calles cortadas por barricadas; por la tarde mejoraron las frecuencias.
En las calles se notó un gran enojo por la actitud de la policía. Algunos negocios instalaron carteles para comunicar que allí no le venderían mercadería al personal policial. En el centro muchos agentes fueron increpados por peatones por haber dejado una zona liberada para los delincuentes.
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