Los misterios jamás resueltos de la Masacre de San Patricio, uno de los ataques más sangrientos contra la Iglesia argentina
Los palotinos pidieron más celeridad y avances en la Justicia; el hecho ocurrió el 4 de julio de 1976 y fue uno de los peores ataques a la Iglesia durante la dictadura militar
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Rolando Savino tenía 16 años y tocaba el órgano en las misas de la parroquia San Patricio, en el barrio de Belgrano. Ese domingo 4 de julio de 1976 llegó temprano y encontró la terrible escena de la masacre de los cinco curas palotinos: los sacerdotes Alfredo Kelly, Alfredo Leaden y Pedro Duffau y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti habían sido asesinados durante la madrugada. Un crimen atribuido, según las pistas más firmes, a un grupo de tareas de la ESMA, cuando la dictadura militar llevaba poco más de tres meses en el poder.
A 45 años de uno de los ataques más sangrientos contra la Iglesia en la Argentina, es poco el avance de la investigación penal- tramitada en la megacausa ESMA- y también tiene poco recorrido el proceso eclesiástico para proclamar el martirio de los religiosos.
“Entré por una ventana lateral porque nadie respondía el timbre y los llamados, pese a que se veían luces prendidas desde afuera. Al subir por la escalera, ví que había una estufa encendida en el pasillo. Los llamé por sus nombres, golpee con las palmas y, desde el descanso de la escalera pude ver un desorden descomunal y pintadas en las paredes… estaba aturdido. Vi los cuerpos sin vida, una imagen de terror… Volví a la calle y solo pude decir que me parecía que los habían asaltado”, contó Savino, al recordar la inesperada escena que encontró esa mañana en el primer piso de la casa parroquial, en Estomba y Echeverría.
“La sociedad necesita rescatar el valor de la Justicia y saber qué pasó. Una Justicia que no es venganza, que busca el bien de todos y niega la impunidad”, es el mensaje transmitido en un encuentro virtual con periodistas por la comunidad palotina, en boca del padre Rodolfo Capalozza, que en ese tiempo era compañero de los seminaristas Barbeito y Barletti. Esa noche había ido con ellos al cine y se salvó de la masacre porque, en lugar de volver a la parroquia, fue a dormir a la casa de sus padres.
La masacre de San Patricio, que motivó una carta de protesta del papa Pablo VI, ocurrió un mes antes de los asesinatos del obispo Enrique Angelelli y sus compañeros mártires, en La Rioja. En ese tiempo se produjo también el secuestro del sacerdote norteamericano Santiago “James” Weeks y cinco seminaristas de la Congregación de los Misioneros de Nuestra Señora de La Salette, en Córdoba. Un clima espeso.
Siendo arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Bergoglio impulsó años después la apertura de la causa de martirio, que aún se mantiene en la fase diocesana. Conocía a los protagonistas. Había sido el confesor del padre “Alfie” Kelly y semanas después de la masacre publicó un duro editorial en una revista jesuita, con el título “Testimonio de la sangre”, en el que condenaba severamente el ataque a los religiosos palotinos.
Las sucesivas camadas de sacerdotes palotinos crecieron escuchando la historia de la masacre de San Patricio. Hubo, incluso, tiempos de debate interno en la comunidad religiosa para evaluar si correspondía tener un papel más activo en la causa judicial para reclamar el esclarecimiento de los crímenes.
Ante la proximidad del aniversario -la misa central será este domingo, a las 11.30, en San Patricio- el padre Juan Sebastián Velasco, postulador de la causa de canonización y delegado de la provincia irlandesa de la comunidad palotina, confirmó que la congregación es querellante en la causa penal.
El ataque a los palotinos
La imagen en la casa parroquial era desgarradora. En la alfombra del living yacían Barbeito, Kelly, Leaden, Barletti y Duffau y se hallaron 35 vainas servidas y 15 proyectiles de armas de fuego, calibre 9 mm. La alfombra roja con los impactos de bala se conserva en un oratorio de la casa parroquial.
Savino confió que todavía tiene presente las leyendas pintadas que vieron sus ojos adolescentes, que aparentemente describían las razones del ataque: “Por los camaradas dinamitados en Seguridad Federal” y “Estos zurdos murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes y son MSTM”, en referencia al Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo.
El periodista Eduardo Kimel, fallecido en 2010, reveló datos de la investigación policial, lo que le costó enfrentar luego, durante el período menemista, procesos judiciales y una condena, que fue revertida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
En el informe Nunca Más, de la Conadep, hay constancias de que la Policía liberó la zona. Se citan allí testimonios de vecinos que horas antes de la masacre vieron “un automóvil Peugeot negro estacionado frente a la parroquia, con cuatro ocupantes, y un patrullero que se detuvo frente a ellos y luego se alejó”.
Para el abogado Francisco Chirichella, vicepostulador de la causa de canonización, esa época “estaba marcada por niveles de violencia inéditos”. Sostuvo que muchos vecinos del barrio “pertenecían a los círculos de poder” y mencionó que el padre Kelly padecía amenazas, calumnias y difamaciones. Recordó que el sacerdote escribió en su diario personal, cuatro días antes de su martirio: “Entrego mi vida, vivo o muerto, al Señor”.
Chirichella dijo que el propio dictador Jorge Rafael Videla en el libro “Disposición final”, del periodista Ceferino Reato, admitió que los crímenes de los palotinos y de las monjas francesas, fueron una tremenda torpeza: E insistió: “Hay testigos de lo que sucedió y elementos suficientes para avanzar en la investigación.
Junto con la docente Inés Galmarini de Ferrando y el contador Horacio Saraco, Savino y Chirichella recopilan documentos y testimonios sobre los mártires de San Patricio, para realizar aportes a la investigación judicial y al proceso canónico. Se reúnen semanalmente desde hace más de 15 años con esa finalidad. En el diálogo con los periodistas también aportó su testimonio Santiago Barassi, de la comunidad de jóvenes laicos palotinos.
En su libro “En el ojo de la tormenta. Mártires en la Argentina de los setenta”, el director de la Comunidad de San Egidio en nuestro país, Marco Gallo, reseña la vida de casi un centenar de sacerdotes, religiosos y laicos víctimas de la represión ilegal . El libro incluye casos registrados en los años previos al golpe militar y fue encargado personalmente al autor por el entonces cardenal Bergoglio, quien le entregó una lista confeccionada por el ya fallecido arzobispo Carmelo Giaquinta, con la misión de profundizar la investigación sobre los casos de sacerdotes, obispos, laicos, catequistas y pastores, de distintas confesiones cristianas, que ofrendaron sus vidas en él período más oscuro de la historia argentina reciente.
Marco Gallo recordó, además, que en la iglesia San Bartolomé en la Isla Tiberina, de Roma, se conservan reliquias de los curas palotinos, como el cáliz y la patena que los padres Kelly, Leaden y Duffau utilizaban en sus misas, como testimonio de los mártires y testigos de la fe de América Latina del siglo XX.
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