Martín Guzmán, una semana en la cuerda floja
La continuidad del ministro enfrenta un test clave en la audiencia pública por el aumento de la tarifa eléctrica del próximo miércoles 11
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Hay anécdotas que pueden concentrar en su pequeñez todo un universo de significados. Vamos a hablar de un restaurante muy conocido, Piegari, que tiene dos sedes en la calle Posadas. En el mes de marzo, sirvió 11.500 cubiertos, un récord histórico de venta de comida. Si uno quiere hoy comprar un auto, tiene enormes dificultades para hacerlo porque no hay. Si alguien quiere reservar una mesa para más de cinco personas en un restaurante, tiene que dejar un depósito antes porque, si no, no les reservan.
Hay otros negocios para hacer en este contexto. Por ejemplo, multimillonarios que sacan créditos en pesos para comprar, aprovechando el dólar barato oficial, aviones en el exterior. ¿De qué estamos hablando? La gente huye del peso. Aquel que tiene pesos en la mano le queman. ¿Por qué? Por la desvaloración que sufre. Este fenómeno, que es la inflación, desorganiza cada vez más la vida cotidiana. La inflación se vuelve, por eso, más inquietante y empieza a tener un impacto político muy previsible.
Estos detalles de la vida cotidiana se multiplican. Ni hablar de aquellos que estén construyendo una casa o arreglando un departamento, que quieren conseguir grifería o artefactos sanitarios que no se entregan. Las empresas también dudan en invertir en fabricar esos productos porque no saben si van a poder reponer, con ese precio, lo que les costó el bien. Toda esta locura se traslada también a cuestiones más técnicas, pero estratégicas de la vida del Estado. La inflación y el efecto que está teniendo sobre las cuentas públicas, sobre la financiación del Estado, está haciendo que se cumpla un pronóstico que Ricardo López Murphy formuló cuando se votó el acuerdo con el Fondo en el Congreso, que es que en muy poco tiempo se iba a volver incumplible.
Primer detalle. Por primera vez, Martín Guzmán tuvo dificultades para financiarse en pesos. Ya no en dólares, moneda en que la Argentina no consigue financiamiento por el nivel de riesgo que representa. Normalmente, se refinancian los títulos, los papeles en pesos, totalmente. Pero la última renovación solo se pudo refinanciar el 90%. Estamos hablando de que quedó sin renovar una suma de 40.000 millones de pesos. Estamos hablando, entonces, de que la necesidad de financiamiento del tesoro en pesos es de 400 millones de pesos más o menos por mes.
¿A qué se debe esto? A que el acuerdo con el Fondo le exige al Gobierno, a la Tesorería, reducir la financiación por emisión monetaria. Es decir, el Banco Central, que llegó a financiar siete puntos del producto con emisión, y que después pasó a cuatro, ahora por el compromiso que asume Martín Guzmán con el FMI solo puede financiar un punto del producto. El resto, el ministro, que ya no lo busca en el Banco Central, lo tiene que buscar en el mercado. Y el mercado empieza a tener temor de prestarle al Gobierno. En todo caso, si le presta pesos, lo hace con títulos atados al dólar por miedo a una devaluación, que es lo que se esconde detrás de toda esta desvalorización del peso. El otro temor es que, dada la masa de deuda actualizada por inflación, el Estado no pueda pagarla y decida emitir un bono de largo plazo para cumplir el compromiso. Es decir: el mercado teme una reestructuración de la deuda en pesos.
Esto está produciendo un cambio en centros importantes de poder inclusive. En Washington, se ha formado una especie de equipo de gente de la Secretaría del Tesoro con Janet Yellen, David Lipton, que es su asesor para temas internacionales con gente del Fondo, como la representante de Estados Unidos en ese organismo, Gita Gospinah, y Pierre Gourinchas, el jefe de economistas del FMI. Están viendo si no hay que empezar, y la experiencia argentina es un caso a partir del cual se inspiran, a controlar ya no la deuda en dólares de los países sino la deuda en moneda local. En la perspectiva, que es lo que temen los que le prestan pesos al Gobierno, de que haya una restructuración no solo de la deuda en dólares, que hoy en la Argentina cotiza a niveles de default, sino de la deuda en pesos. Es decir, que no se pueda llegar a pagar la masa de pesos que el Estado le debe al público. Es un gran signo de interrogación que pesa para los próximos meses y para el próximo gobierno.
En todo este escenario empieza a preocupar justamente el exceso de pesos. Aparece la posibilidad de que esa fuga se traduzca en un cuello de botella respecto de las reservas en dólares del BCRA. Ya hay expertos en cuestiones financiaras que se preguntan: ¿Qué va a pasar cuando el ingreso de dólares por la cosecha no sea el que es hoy y cuando haya que pagar los barcos de combustible, que están carísimos, justamente por el aumento del precio de la energía? ¿Qué va a pasar cuando llegue la doble Nelson de tener que pagar más combustible en dólares y no tengamos los dólares de la cosecha? ¿Qué quiere decir esa pregunta? Significa lo siguiente: ¿Es verdad que vamos a ir arrastrándonos hasta el 2023 sin un colapso o puede haber un colapso en el camino? Esto ya se lo está preguntando gente que mira con anticipación el comportamiento de los mercados. Detrás de este problema, está la reticencia a financiar al Gobierno, no solamente en dólares sino también en pesos.
El aumento en el precio internacional de los combustibles le pega al acuerdo con el Fondo por otra vía, que es el aumento de tarifas. Ahí está el centro del problema político. Empieza a haber expertos en materia energética que, cuando ven la propuesta de Guzmán, señalan: “El aumento que ha habido en el costo de producción de la electricidad, que es más o menos del 35%, se explica sobre todo por el aumento en el precio del gas y el gasoil que son los insumos para producir esa electricidad”. El aumento de tarifas que está pensando Guzmán, dato importante, tiene que convalidarse el miércoles de la semana que viene en una audiencia pública. Acá se refuerza la crítica de kirchnerismo, que plantea: en este contexto de inflación, no tiene ningún sentido que aumenten las tarifas. Primero, porque va a servir para muy poco. Va a seguir sin cumplir el acuerdo con el Fondo. Segundo, porque se va a generar más inflación. Claro, Guzmán se comprometió con un aumento de tarifas del 43% para una inflación anual de alrededor de 43%. Con una inflación que, anualizada, es del 80% o más, ¿cuánto debería ser el aumento de tarifas para que la reducción de ese gasto, que son los subsidios, haga juego con lo que el acordó con el Fondo? No alcanza con estos números. La inflación le corre el arco y lo lleva a un ajuste que debería ser salvaje.
Además, está el problema de la segmentación que para los expertos es una entelequia, una quimera, algo imposible de ser practicado. ¿Por qué? Porque calculan: ‘le vamos a aumentar más el 80% al 10% más rico de la población’. ¿Cómo se mide? ¿Cómo se le va a cobrar ese aumento a los empresarios que viven en negro? Una pregunta más concreta: ¿cómo se le va a cobrar ese aumento a los políticos que viven en negro? ¿Quién es rico y quién no es rico en la Argentina? ¿Cómo se va a segmentar? ¿Por el domicilio, por medidor? ¿Y si alquilo un departamento o una casa y el medidor es del dueño? ¿Cuáles van a ser los parámetros y en qué medida esos parámetros no van a ser judicializables?
Hay otra idea defectuosa. Se le va a cobrar una parte ínfima de aumento a aquellos que no tienen cómo pagar. Pero debe entenderse algo que no está bien explicado por el Gobierno. La gente no recibe un subsidio. Lo que hay es un subsidio del estado a CAMMESA, que es la empresa que le compra la energía a los productores de energía. Y CAMMESA se la vende más barata a las distribuidoras. El Estado se hace cargo de parte de ese costo, para que CAMMESA les pague a los productores, pero la venda más barata. Después, cada distribuidora en cada región del país vende la energía a un precio distinto. Ahí está contenido el subsidio. Ahora, el subsidio por el cual la gente pobre recibe la energía a menor precio, en general lo deciden las empresas de acuerdo con los gobernadores, que meten pobres y sacan pobres de la lista. ¿Cómo se va a manejar todo esto ahora? Misterio. Todo eso también va a ser judicializable. Va a haber organizaciones de consumidores, como pasó en la época de Mauricio Macri, que van a decir: nosotros tenemos representados que creen que no están en la franja social en que los ubicó el Gobierno para aplicarle más o menos precio a la energía que consumen.
Todo esto es la arena de un gran enfrentamiento político entre Alberto Fernández y el kirchnerismo. Se cumplió un año ahora, se recordó en varios medios, de ese momento insólito en que el subsecretario de Energía eléctrica se insubordinó delante del ministro Guzmán. El subsecretario Federico Basualdo advirtió que él no cumpliría la orden de aumentar el precio de la energía. Alberto Fernández le prometió hace un año a Guzmán, a cambio de que no se vaya, que iba a echar al subsecretario. El subsecretario acaba de aparecer hace una semana en público, al lado del Presidente, sin que el Presidente lo haya echado.
Esta pelea tiene un reloj que va corriendo, un taxi y su definición va a ser el próximo 11 de mayo, el miércoles que viene, con la audiencia pública. Implica, por supuesto, un enorme desgaste para Guzmán. En el centro de la pelea entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, está la energía, los aumentos de tarifas y la estabilidad del ministro Guzmán.
Interesa destacar dos problemas más, ligados a la inflación. El primero es que está impactando enormemente y produciendo cambios como no hemos visto en las últimas décadas en el mundo sindical. Es decir, la inflación les pone una tensión extraordinaria a las negociaciones salariales. Como siempre sucede, la inflación repone en su centralidad a los sindicatos, que en épocas de estabilidad pierden peso político. Y empieza a haber tensiones en los sindicatos, en relación con el éxito o el fracaso de esos líderes para negociar las paritarias, los aumentos de salarios, salarios deteriorados por el aumento de los precios. Por eso estamos viendo una oleada de recambios en las conducciones de los sindicatos. Pero, ¿dónde está la curiosidad? Esa oleada de recambios no viene producida por la izquierda. No. Son los propios asociados al líder los que quieren desplazarlo para no quedar pegados con él. Algo parecido a lo que pasa entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández. Cristina Kirchner quiere separarse de la suerte de aquel a quien ella puso en el poder. Está sucediendo lo mismo en una escala más pequeña en el interior de la mayoría de los sindicatos tradicionales. Ejemplo: Miguel Bustinduy se presenta desde la conducción de la Unión Tranviaria Automotor a disputarle el poder al líder tradicional de los colectiveros, Roberto Fernández. Pelea dentro del mismo grupo, dentro de la misma lista. Carlos Pérez, presidente de la Obra Social del Sindicato de Empleados de Comercio, respaldado por Armando Cavalieri, se enfrenta a Ramón Muerza. Es el mismo grupo que se parte. Estamos hablando nada menos que del posible reemplazo de Armando Cavalieri. Si uno va a cualquier archivo de revistas y busca la revista Confirmado, un número de 1969, ya aparecía Cavalieri en la tapa como Secretario General de Empleados de Comercio. Del reemplazo de este gremialista estamos hablando.
En el Sindicato del Seguros, el segundo, el secretario gremial, le ganó al secretario general las últimas elecciones. En el Sindicato de Portuarios de San Lorenzo, la sede más importante de ese sindicato, un sindicalista muy objetado por mafioso, estamos hablando de Hermes Juárez, conocido como “Vino caliente”, fue desplazado por la lista opositora de Marcelo Vergara, de su propio grupo. Lo mismo pasa en el Sindicato de Aceiteros. Y una gran novedad. En el Sindicato de Camioneros, se le insubordinaron a Hugo Moyano y, por primera vez, Pablo Moyano no forma parte del secretariado de la Federación. Está en discusión la sucesión de Hugo Moyano, que además atraviesa problemas de salud, y el resto de la conducción moyanista no quiere tenerlo como heredero a Pablo. Entre los judiciales, el secretario adjunto que es Luis Behis se levanta contra Julio Piumato. Es decir, empieza a haber una renovación en la conducción del sindicalismo totalmente ligada con la capacidad de estos sindicalistas tradicionales para discutir el salario.
Hay otro frente donde la inflación produce una corrosión importantísima y es el mundo de los pobres. El mundo de los que no viven de un salario sino de un plan social. Hay un grupo de investigadores liderados por Rodrigo Zarazaga, donde están Andrés Schipani y Lara Forlino, que hicieron un trabajo sobre los planes sociales, la historia de los planes sociales en los últimos años en la Argentina. De este trabajo surge este gráfico que se muestra a continuación, que expone el aumento de las prestaciones de los planes Potenciar Trabajo, Salario Social Complementario, Hacemos Futuro, Argentina Trabaja, Ellas Hacen y Programa Empleo Comunitario. La cantidad de beneficiarios para comienzos del gobierno de Macri y fines del gobierno de Cristina era poco más de 200.000. En 2018, estamos en 600.000, con Macri, que deja el poder con 650.000. Hoy ya superamos 1,2 millones de planes de trabajo. Aumenta el número, es un ejército político. En el corazón de este grupo está el Movimiento Evita que maneja al menos un millón de planes, ligados sobre todo al plan Potenciar Trabajo que se le da a miembros de cooperativas.
Lo curioso de todo esto es que el aumento, que se ve en el gráfico sobre cantidad de prestaciones, es un cambio fenomenal en la vida social y política. Esto lo están mirando los intendentes del conurbano y La Cámpora. Hay que recordar las críticas que plantea “El Cuervo” Larroque a este fenómeno. Es una amenaza a la política tradicional por parte de los líderes de los movimientos sociales que disputan con la política del peronismo la representación de los pobres. Por eso la cantidad es muy importante, porque se corresponde con otro gráfico sobre el deterioro medido en pesos constantes del valor de esos planes. Si tomamos de octubre de 2009 hasta abril del 2021 podemos ver cómo se va licuando en beneficio de la cantidad de planes el ingreso concreto que está recibiendo cada uno de estos beneficiarios. Si tomáramos 12.000 pesos de octubre de 2009, para abril de 2021 sería un salario de 4000. Es decir, un tercio de lo que se cobraba, en términos reales. Eso es lo que cobra hoy alguien que recibe un plan social respecto de 2009. Es una enorme licuación que no se siente tanto porque estamos hablando de gente que acude a todo tipo de ayuda para no tener gastos.
Esto no es un país con más pobres, con más beneficiarios de planes sociales. Esto es otro país. Cambia la política, cambia la educación, cambia la seguridad y la noción del tiempo, de gente que vive en el corto plazo y de políticos que hacen un negocio en venderles corto plazo como solución. De eso trata el populismo. Tenemos un problema en el mundo sindical y en el mundo de los desocupados o de los subocupados, que son una masa creciente de hace muchísimos años en la Argentina, pero sobre todo después de la pandemia.
Estas deformaciones presentan un efecto político, que vemos en el Frente de Todos: el conflicto que estamos viviendo durante todos estos meses. En términos de mediano plazo, Alberto Fernández ya no es el candidato ni va a ser el candidato de Cristina Kirchner para 2023. Vamos viendo indicios de que ese candidato del kirchnerismo se llama Cristina Kirchner, muy probablemente. Por lo menos, está haciendo movimientos en esa dirección. Un movimiento es reorganizar el Frente de Todos sin gente de Alberto Fernández. Sobre todo sin muchos de estos organizadores de planes sociales que se enfrentaron a ella cuando fueron con Randazzo en 2017.
Otro movimiento es una reconexión de la vicepresidenta con los Estados Unidos. Respecto de esto, hago una corrección sobre algo que dijimos el lunes pasado cuando se mencionó que Cristina Kirchner había pedido una reunión con la jefa del Comando Sur, Laura Richardson. El Comando Sur es una unidad del Ministerio de Defensa americano estigmatizada por toda la izquierda. El encuentro de la generala con la señora de Kirchner fue impulsado por el embajador de los Estados Unidos y Cristina contestó que la recibiría con todo gusto. ¿Qué es lo que impulsa a Cristina Kirchner? La necesidad de rescatar su patrimonio político que es el voto de los sumergidos en los grandes conurbanos.
Una segunda evidencia es que hoy Cristina Kirchner está mejor en las encuestas, sobre todo en las que maneja el macrismo y Rodríguez Larreta. Está mejor que Alberto Fernández.
Alrededor de todo este reemplazo en el liderazgo electoral del Frente de Todos está la incógnita sobre quién podría ocupar el lugar de vice en una eventual candidatura de Cristina Kirchner. Ahí aparece Sergio Massa, que está mucho peor que Alberto Fernández frente a la opinión pública. En esas encuestas que manejan en Juntos por el Cambio Sergio Massa está peor que Máximo Kirchner, que no es una figura competitiva electoralmente.
Aquí es donde aparece la fantasía de Massa de resurgir de alguna manera, que podría ser hacerse cargo del Ministerio de Economía, de una especie de megaministerio, donde estarían Hacienda y Producción. Hay mucha jugada ajena al Poder Ejecutivo en relación con la economía. Massa recibe a gobernadores para hablar de cuestiones federales económicas en el Congreso; también, recibió a la UIA la semana pasada y para mandar una señal les dijo: “Los tengo que dejar porque me está esperando Cristina”. Aunque es difícil que ella lo espere a él.
Por otra parte, empieza a haber un desgaste sobre Guzmán probablemente de la misma Casa de Gobierno. Como publicó Francisco Olivera este fin de semana en el diario LA NACION, hubo conversaciones con Roberto Lavagna para reemplazarlo a Guzmán. Hay quienes piensan que detrás de todas esas versiones está el propio Massa para limar al actual ministro y para que, eventualmente, lo convoquen a él.
Esto combina con algo que hace un aliado de Massa que es Máximo, ligado cada vez más a los sindicatos. De hecho, el sábado, cuando habló sobre Guzmán, lo hizo en una reunión sindical ligada al Día de los Trabajadores. Hay que conectar este problema sindical que habíamos descripto, el problema de la inflación, y un Máximo Kirchner que se junta con los sindicalistas no para pedirles que moderen las reivindicaciones salariales sino más bien para que las potencien. Escudado en lo que sería para el kirchnerismo una distribución regresiva del ingreso que nos tiene hoy, como publicaron en el medio oficialista El Destape, “peor que en la época de Macri”.
Hay que mirar al miércoles que viene, el día de la audiencia para aumentar el precio de la electricidad. En el oficialismo todos miran un dato: una reunión misteriosa entre Alberto Fernández y “Wado” de Pedro. ¿De qué hablaron? Tienen dos cosas para hablar. O de una ruptura definitiva, o de un cambio de Gabinete que pueda reorganizar al oficialismo alrededor de otro ministro de Economía. El tema del aumento de tarifas es central porque es central para la visión que tiene Cristina Kirchner sobre el proceso político económico. Esto es el miércoles que viene. Hasta ese día veremos a Guzmán como un equilibrista en la cuerda floja.
Este panorama tiene un efecto en la oposición, porque no hay un deterioro solo del Gobierno sino de toda la clase política, frente a una sociedad que finalmente piensa que nadie sabe resolver un problema que está durando demasiado. Cuando uno escucha a los funcionarios del Fondo Monetario Internacional (FMI) hablan de la crisis del 2018. Nos engaña la pelea entre Alberto Fernández y Macri. porque, si se mira bien, es una misma dirigencia política que no puede resolver un problema que involucra a ambos. El estancamiento lleva más de una década. Se entiende que la gente se pregunte quiénes son estos gerentes. Ahí es donde crece el riesgosísimo discurso de estigmatización de toda la política que encarna, por un lado, la izquierda radicalizada trotskista, que habla de un cambio de sistema capitalista; y por el otro lado, con más moderación, Javier Milei.
El martes pasado hubo una reunión de Juntos por el Cambio, en la que se emitió un comunicado un poco insólito, planteando el rechazo de la incorporación de Milei a Juntos. Macri fue bastante sensato porque dijo: “Para qué vamos a rechazar el ingreso de alguien que no quiere ingresar”. Resolvió parte del enigma, porque el problema no es solamente si el diputado de Avanza Libertad quiere o no ingresar, sino también si alguien de Juntos por el Cambio no se iría con él cuando crezca más de lo esperado.
Hay quienes interpretan también que la exageración del problema Milei, luego de la reunión en la que ese tema habrá demandando 20 minutos, fue para ocultar otro problema que demandó una hora de conversación. Se trata de las relaciones del gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, con Massa alrededor de los temas judiciales. Morales explicó que él habló con el presidente de la Cámara de Diputados para lograr algo muy increíble, que es que el oficialismo vote un proyecto del radicalismo, concretamente de Alfredo Cornejo en el Senado sobre el Consejo de la Magistratura. En el radicalismo hay dirigentes importantes que hoy se preguntan si no hay una conversación más amplia entre ambos ligada a la designación del Procurador General de la Nación, a la designación del Defensor del Pueblo, o a algunos jueces federales de provincia. Es decir, una agenda institucional más ambiciosa que probablemente haya quedado abortada luego de que Macri le recomendó a Morales y a Horacio Rodríguez Larreta no juntarse con un “amiguito malo”, no dejarse enredar por Massa. Dicen que Larreta ofreció su celular para que vieran que no tenía conversación con Massa en el último tiempo. Un gracioso musitó: “Macri no necesita ver tu WhatsApp porque ya lo conoce”. Comicidades.
Lo importante es que no ha habido un escándalo demasiado importante respecto de la trampa que se hizo en el Senado para birlarle la banca a Luis Juez. Esto es lo que vuelve un poco más sospechoso todo. Inclusive hubo una trampa documental. Cuando Cristina Kirchner dividió al bloque, antedataron la fecha de la división para adecuarse al fallo de la Corte, que decía que el nuevo senador debía estar designado el 18 de abril. Acá está la curiosidad: la notificación de que habrá un nuevo bloque minoritario entró a la secretaría parlamentaria el 18 de abril y al Senado el 21 de abril. Es decir, el tiempo va para atrás, porque se supone que primero llega al Senado y después a la secretaría. Esta es una trampa que fue judicializada. ¿Se va a terminar beneficiando Juez de todo esto? Probablemente no. Hay alguien que está detrás y es del bloque de Cristina, el senador Sergio Snopek, que quiere que no sea Claudio Doñate, sino él, el representante del kirchnerismo en el Consejo. Festeja estas dificultades.
La consultora Fixer, de Tabakman y Fernández Spedale, que investiga opinión pública en las redes sociales con bastante eficiencia, publicó un cuadro que muestra el comportamiento de Junto por el Cambio, del Frente de Todos y de La Libertad Avanza, el partido de Milei. Cae Juntos por el Cambio en los últimos meses, desde enero. Por esto es obvio que la afectación de este problema de desazón frente a un país sin futuro, frente a una agenda de inconvenientes que no se resuelven desde hace mucho tiempo, alcanza a toda la política. Caen todos los candidatos estelares de Juntos por el Cambio y sube de 11 a 20% Milei. Daría la impresión de que hay un traslado lineal de votos. Aunque en el Pro Milei le saca más a Patricia Bullrich y a Macri. Y por eso también se percibe su mayor inquietud por lo que pase con la carrera y el acenso de Milei. Tal vez es la razón por la que Macri está acelerando su carrera. Aparece mucho más que antes y ya hay planteada una disputa con Larreta.
El jefe de Gobierno porteño, sobre todo si mira el mal ejemplo de Alberto y Cristina, deberá decidir si quiere ser heredero, elegido o rival de Macri. Esta es una de las preguntas -no es la única- que pende sobre la situación de Juntos por el Cambio.
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