Quién es Mario Ishii. El kirchnerista "cazatraidores" que convive con los escándalos
Mario Ishii, el hombre del poncho y las declaraciones altisonantes, quedó incendiado ante la opinión pública por la "traición" de una cámara indiscreta. Su reproche a empleados municipales díscolos, a los que les recuerda que los cubre "cuando está vendiendo falopa en las ambulancias", es un eslabón más -acaso el más impactante- de una carrera política ligada a los escándalos.
Desde 1999 este hombre de 61 años y raíces japonesas integra con ambición protagónica el club de los barones peronistas del conurbano. Hizo de José C. Paz, uno de los municipios más pobres de la provincia, su bastión inexpugnable. Primero como duhaldista incondicional, después como el kirchnerista más extremo.
Quedó en la memoria su promesa-amenaza de 2009 cuando la lista del Frente para la Victoria perdió las elecciones legislativas en Buenos Aires, con Néstor Kirchner como primer candidato a diputado nacional: "Voy a salir a cazar traidores". Aludía a otros intendentes del conurbano, a los que acusaba de no haberse involucrado lo suficiente o directamente haber jugado para los rivales de la lista que encabezaba Francisco de Narváez.
Más allá de delatar a algunos en off the record, poco se supo del resultado de su expedición. Lo cierto es que aquella declaración lo encumbró en la ponderación del poder de entonces. Néstor Kirchner solía dedicarle visitas regulares a su distrito, al que aludía como "esta bonita tierra de José C. Paz", con Ishii siempre sonriendo a su lado.
El intendente no perdió tiempo jamás en sobreactuar kirchnerismo. En 2011, cuando decidió tomarse un respiro de la intendencia, se presentó como precandidato a gobernador para enfrentar a Daniel Scioli, que buscaba la reelección. A la lista le puso "6,7,8", en homenaje al programa militante de la Televisión Pública. El resultado fue una anécdota. La realpolitik se impuso y sin apoyo de la Casa Rosada apenas sacó 2,5%. Pero un dato refleja su condición de caudillo: en José C. Paz le ganó a Scioli por una enormidad: sacó 75 puntos.
En los años que pasó fuera de su despacho los escándalos lo siguieron de cerca, con la sombra del narcotráfico rondándolo. En 2014, uno de los narcos más buscados del país, Gustavo Collado Correa, fue atrapado por la policía y portaba una credencial que lo identificaba como asesor de Ishii. "Tengo 6500 asesores y a todos le doy una credencial", se justificó entonces. Fiel a su estilo de restar importancia a revelaciones impactantes anunció, en un diálogo con LA NACION: "Si miente o le robó la credencial a un asesor mío, que vaya preso. Y si no la robó y es verdaderamente un asesor mío, que vaya más preso todavía". En ese entonces era senador bonaerense (a su monobloque lo bautizó Néstor Kirchner).
Su nombre había saltado a la crónica policial en 2002 por el secuestro de su madre, María Isabel González. Estuvo retenida por delincuentes durante ocho horas y fue liberada antes de que Ishii pagara el rescate que le exigían. Dos años después su madre volvió a salir en los diarios, pero por otras razones: el intendente se fue de viaje a Japón y la dejó a ella a cargo del municipio. Era la primera concejala y gobernó los 17 días que su hijo pasó en Oriente visitando la tierra de sus ancestros.
Ishii había llegado al poder de manera intempestiva, después de una militancia inicial en el radicalismo. Reconvertido en duhaldista, fue uno de los impulsores de la autonomía de José C. Paz (1994), pero no logró ser el intendente fundador. Las internas locales ardían y alcanzaron repercusión nacional tiempo después porque se dirimieron a los tiros. El 20 de agosto de 1999 la disputa entre el sector de Ishii y el del intendente de entonces, el exfutbolista Rubén Glaría, terminó con una batahola tremenda a las puertas del Concejo Deliberante. Hubo cuatro heridos de bala. Glaría fue destituido poco después y "El Japonés" -dueño de un frigorífico y padre de seis hijos- vio el cambio libre para llegar al cargo en el que ya acumuló 16 años.
La primera vez su padrino para alcanzar la intendencia fue Aldo Rico. La última, en 2019, Cristina Kirchner, que en las campañas electorales siempre lo trató con especial deferencia.
Su salto al kirchnerismo fue un pedido original de Duhalde, en 2003. Ishii desconfiaba del santacruceño y por las dudas puso gente de confianza en las listas de Carlos Menem y a Alberto Rodríguez Saá, los otros candidatos presidenciales del peronismo. Sale o sale. A Duhalde lo acompañó hasta 2005. Cuando aquel año Cristina Kirchner le ganó a Hilda de Duhalde en las elecciones de medio término, empezó su transformación en busca del premio del kirchnerista más fiel del conurbano.
La recompensa se tradujo en obras públicas y planes sociales para su territorio por encima de la media del Gran Buenos Aires.
Palabras fuertes
Fue siempre un dirigente de palabras fuertes. En 2009, antes de aquella fatídica elección para el kirchnerismo, prometió: "Si no saco más del 60 por ciento de los votos, me voy". Sacó algo más del 50% y amagó con la renuncia. Pero el Concejo Deliberante -con mayoría de los propios- no lo aceptó. Le dio una licencia. Un año después estaba de vuelta en el cargo, en un acto que desbordó de empleados públicos y beneficiarios de planes.
LA NACION reveló entonces los volantes que circulaban por el distrito con amenazas para quienes faltaran a la ceremonia. "Atención trabajadores paceños. En caso de no concurrir se le dará de baja en forma automática a su puesto de trabajo, así como también se reverá la entrega de vivienda al que se la hubiesen entregado", decía el texto firmado "Mario Ishii-conducción".
Los casos policiales se siguieron mezclando en su carrera. En noviembre de 2010 la policía detuvo a las puertas de un country a un empleado del municipio que portaba la réplica de una pistola calibre 45 y estaba acompañado por un joven con antecedentes penales. Iban en una camioneta con la inscripción "Intendente Mario A. Ishii".
En enero del años siguiente, un exempleado del municipio -que habría integrado la custodia de Ishii- fue detenido como sospechoso de haber participado en el crimen del empresario Esteban Koxis.
Enfrentó también causas de corrupción, después de una denuncia de la Coalición Cívica sobre el otorgamiento de viviendas de manera presuntamente irregular a funcionarios municipales, familiares y allegados a los concejales.
Nunca lo inmutaron las acusaciones. Siguió adelante, desafiante siempre. Fue senador provincial en 2011 y, como decían en su entorno, "manejaba José C. Paz por teléfono". Tuvo sus roces con el kirchnerismo, cuando intuyó que lo querían dejar afuera del reparto de poder del PJ bonaerense. El cazatraidores se sintió traicionado. En 2015 decidió volver a la intendencia, acaso temeroso de perder influencia desde una solitaria banca en La Plata. En los primeros tiempos del macrismo amagó independencia. Llegó a plantársele a la expresidenta, con algún faltazo notorio a reuniones que ella convocó con intendentes: "Está fuera de tiempo hablar de política ahora porque hay una crisis severa y la gente no llega a fin de mes. Nos hubiera llamado antes", dijo en abril de 2016. Tuvo algún coqueteo con la gobernadora María Eugenia Vidal (se presentaba como "un opositor responsable"), pero en Cambiemos siempre lo miró con desconfianza.
Los vientos del poder lo llevaron de vuelta al mismo lugar. Fue reelegido el año pasado, con el poncho puesto otra vez al servicio de Cristina. Sacó el 59%. Siempre polémico, en abril se ganó titulares cuando una cámara lo captó diciéndoles a vecinos de su zona: "Yo les voy a decir algo: en José C. Paz se prevé que pueden morir 4000 personas, 5000 personas por este quilombo del coronavirus". Fue una mirada indiscreta, pero nunca tanto como la que desde esta mañana lo vinculó a una posible protección a la venta de drogas.
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