Mario Firmenich calificó el atentado a Cristina Kirchner como “una provocación terrorista para la guerra civil”
Una columna del exjefe de Montoneros valida los argumentos del kirchnerismo, denuncia la “persecución judicial” sobre la vicepresidenta y dice que “el odio gorila” alienta una “guerra peronismo-antiperonismo”
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El exlíder montonero Mario Eduardo Firmenich calificó el atentado contra la vicepresidenta Cristina Kirchner como una “provocación terrorista para la guerra civil” y como “una amenaza mafiosa sobre el futuro, quizás también como aviso a otros líderes” de América Latina.
“La escalada de ‘la grieta’ lleva a la proscripción política ‘del enemigo’ disfrazada de persecución penal”, escribió en una columna publicada en la Agencia Paco Urondo, un sitio que se define a sí mismo como de periodismo militante kirchnerista. Firmenich se suma a sí al discurso oficialista sobre el complot judicial-político-mediático contra Cristina Kirchner. “Casi 40 años de democracia liberal dependiente han llevado a nuestra Patria a la más grave situación de su historia”, advierte el exguerrillero, de 74 años de edad, condenado por homicidio y secuestro durante el gobierno de Raúl Alfonsín e indultado por Carlos Menem en 1990.
Escribe Firmenich que “todos los matices de la clase política han gobernado sin cambiar la estructura económico-financiera-tecnológica dependiente, antiindustrial y antisocial impuesta por la dictadura de Videla y Martínez de Hoz”, pero destaca “las políticas distributivas de Néstor y Cristina Kirchner” porque, a su juicio, beneficiaron a los más pobres. Sintoniza entonces con la tesis del “odio” a la que alude el gobierno de Alberto Fernández desde el día del ataque a la vicepresidenta: “Aunque no cambiaron las estructuras de la dependencia neoliberal fue suficiente para el odio gorila”.
Se queja de que todos los gobiernos de la era democrática “han mantenido los decretos-seudoleyes de la dependencia financiera y de la castración de la historia de resistencia, proscribiendo al peronismo montonero con la teoría de los dos demonios”.
Y advierte: “¿No han aprendido de nuestra historia que toda acción genera una reacción igual y de sentido contrario? ¿No han comprendido que la práctica reiterada del ‘ojo por ojo’ termina con todos ciegos? ¿No se dan cuenta que el odio gorila contra el kirchnerismo replantea la guerra civil peronismo-antiperonismo? ¿No se dan cuenta o ese es el plan dictado desde el exterior?”
Firmenich escribió estas reflexiones desde España, donde reside desde 1999. En estos años se dedicó mayoritariamente a dar clases de Economía en la Universidad Rovira i Virgili (en Reus, Cataluña). Ahora está jubilado y es habitual verlo de gira por países bolivarianos, como Nicaragua, donde el presidente Daniel Ortega suele recibirlo con honores de mandatario.
En su argumentación sobre lo que implicó el episodio del tirador Fernando Sabag Montiel frente a Cristina Kirchner, el exjefe de Montoneros afirmó que “las hecatombes político-militares y socioeconómicas ya vividas amenazan repetirse”. Insiste en que esto se agrava por ocurrir en el contexto de la “III Guerra Mundial” que, en sus palabras, pone en duda el “orden internacional de la globalización neoliberal”.
Las grietas
”La chispa para el inicio de las guerras civiles puede ser cualquier cosa que incendie ‘las grietas’ heredadas de la historia -postula en sus reflexiones escritas frente al Mediterráneo catalán-. El Contrato Social en Argentina está destruido, si es que alguna vez lo hubo. La Constitución Nacional no es suficiente; el desarrollo exige un Contrato Social Económico. La ausencia de contrato social es el campo minado fértil para la provocación de una guerra civil”.
Se permite proponer incluso “un programa de Unidad Nacional para el desarrollo sostenible de largo plazo” como forma de evitar este violento conflicto interno que vaticina: “La alternativa histórica es: negociar un Nuevo Contrato Social entre todos los sectores sociales, económicos y políticos o que ‘la grieta’ se convierta en guerra social directa, con la decadencia argentina definitiva, rumbo al estado fallido y la desintegración nacional”. Pide “revolucionar el sistema político y las políticas de Estado”, que impulse la “integración latinoamericana”.
Cita para reafirmar sus posiciones a Eva Perón. “El Peronismo Montonero es hijo de la profecía de Evita: ‘El peronismo será revolucionario o no será nada’. La proscripción de los montoneros no es ajena a la triste decadencia actual”.
La columna se completa con una larga exposición de su “programa revolucionario”, que incluye medidas como retirar a la Argentina definitivamente del FMI, derogar todas las leyes vigentes nacidas durante la dictadura, crear una nueva moneda en paralelo a una prohibición del dólar e impedir la libre entrada y salida de capitales financieros.
Propone, además, convocar a una Asamblea Constituyente. “La democracia del siglo XXI debe acabar con el monopolio de una clase política que, una vez electa, puede traicionar lo prometido a sus votantes sin consecuencias y puede tomar decisiones de graves consecuencias para la Nación sin consultar al Soberano de la República. Proponemos instaurar la Democracia Participativa y Plebiscitaria, con poder popular para la Revocatoria Plebiscitaria de Mandatos”, escribió. Incluye también una reforma de la Justicia, con restricciones para la selección de jueces, límites a los mandatos y una ampliación de la Corte Suprema con carácter federal (similar al proyecto que propuso el gobierno kirchnerista el año pasado).
Firmenich integró Montoneros desde su fundación. En mayo de 1970 participó de la Operación Pindapoy, como llamaron al secuestro y posterior asesinato del expresidente de facto Pedro Eugenio Aramburu. Llegó a la conducción de la organización en 1971 y bajo su mando se ordenaron secuestros, asesinatos y ataques a regimientos militares durante el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón y de su esposa, María Estela Martínez de Perón. En 1976, tras el golpe militar, partió al exilio. Residió en Roma, México y Cuba: desde el exterior ordenó las contraofensivas montoneras de 1979 y 1980, que terminó en fracaso y con un costo humano altísimo.
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