Marcos Peña reaparece y revela intimidades de su experiencia en el poder durante el gobierno de Cambiemos
El exjefe de Gabinete de Macri se focaliza en la dimensión humana del liderazgo pero no ahonda en la intimidad política
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Marcos Peña fue el funcionario más influyente del gobierno de Mauricio Macri. Durante 48 meses estuvo al frente de la jefatura de Gabinete y desde allí se convirtió en un hombre poderoso. No solo fue la sombra del expresidente, sino el autor de las jugadas políticas o el ideólogo de la estrategia comunicacional de la gestión de Cambiemos.
Después de la derrota electoral de 2019 y el final de la experiencia de Macri en la Casa Rosada, Peña se alejó de la escena pública y comenzó a planificar meticulosamente su nueva vida. En silencio y distanciado de las pujas ideológicas en Pro, uno de los máximos colaboradores de Macri hizo autocrítica de su paso por el poder e inició un ejercicio de reinvención personal: decidió dejar el traje de político para convertirse en un “entrenador de líderes”.
Cuatro años después de que abandonara la función pública, Peña decidió volver al primer plano para relatar entretelones de sus vivencias en el gobierno de Macri y sus aprendizajes en la vertiginosa toma de decisiones o la gestión de equipos y el manejo de situaciones de crisis. En su primer libro, El arte de subir (y bajar) la montaña, de editorial Siglo Veintiuno, el exjefe de Gabinete diseña un manual para prevenir trastornos en la conducta que genera el ejercicio del mando en puestos relevantes y con alta exposición pública.
Peña apela a sus experiencias en la cocina del poder para analizar en profundidad la “dimensión humana del liderazgo”. Por caso, confiesa que “una de las partes que menos le gustaron” era ser el responsable de comunicar a los ministros que debían dejar su cargo o lidiar con las negociaciones por los cierres de listas. Destaca que Macri acertó con la idea de que su gobierno “sea liderado con cultura de equipo” y reconoce que sufrió el desgaste por asumir su rol como vocero del Gobierno.
“Tuve aciertos y errores, y pienso ahora con más experiencia que podría haber sido mejor no concentrar tanta carga ni enamorarme tanto de tirarme arriba de todas las granadas que había dando vueltas. Me hice cargo de muchas responsabilidades que no eran mías, y no me quejo, así entendí la tarea. Al principio me dio bronca la injusticia de ver que esa actitud no siempre fue recíproca con las de muchos colegas, pero hoy entiendo que lo hice convencido y que no vale quejarse el día después”, indica.
A diferencia de Primer Tiempo o Para qué, los libros que publicó Macri después de que abandonó la Casa Rosada, en los que revisa su período presidencial y revela la trastienda de la toma de decisiones más resonantes de su gestión, como la designación por decreto de Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz en la Corte Suprema, la gestión del préstamo del FMI o su rechazo al “Plan V”, pese a la presión del establishment para que María Eugenia Vidal sea la candidata a presidenta en 2019, Peña evita dar mayores detalles de las disputas políticas y dificultades económicas que atravesó Cambiemos. Mira su paso por la gestión desde otra óptica. Se enfoca, sobre todo, en las determinaciones psicológicas del liderazgo y describe con precisión los efectos y costos en la vida personal del ejercicio de la función pública. Pone énfasis en sus momentos de debilidad y sus luchas internas.
En el primer tramo del libro, Peña revela que había decidido alejarse de la política antes de que Macri perdiera las elecciones presidenciales contra la fórmula de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Corría mayo de 2019 cuando el jefe de Gabinete de Macri llegó a la conclusión de que prefería tomar distancia de su oficio antes de poner en riesgo la estabilidad de su pareja con Luciana Mantero. “Al forzar mi decisión, ella me ayudó a salvarme de un lugar peligroso. Sé que mi elección vino de un lugar muy profundo. Cuarenta y dos meses como jefe de Gabinete del gobierno argentino habían ido desgastando mi energía y mi motivación, y lo que más me sostenía era la responsabilidad y la necesidad de llevar la nave a buen puerto”, cuenta Peña, quien sufría en ese momento el desgaste por el tembladeral político que provocó en el gobierno de Cambiemos la crisis cambiaria. Incluso describe su “angustia” y su sensación de “indefensión” durante un cacerolazo.
Consciente de que era el principal blanco de las críticas de aliados de Pro o la UCR por el rumbo de la gestión y las dificultades que enfrentaba Macri para reelegir, Peña mantuvo el secreto sobre su alejamiento de la política durante los últimos meses de la administración. “En aquel momento, llevaba casi un año recibiendo cada vez más críticas, entre ellas, que me aferraba al cargo. No hubiese tenido problema en irme antes, pero sentía que no tenía esa opción. Eso me hizo darme cuenta de que hasta el final del mandato iba a estar en una situación vulnerable y peligrosa”, recuerda.
A lo largo del libro, Peña ensaya una autocrítica sobre su estilo de liderazgo, pero no evalúa las decisiones que derivaron en la derrota de Macri en 2019. Puntualiza los “síntomas emocionales” que tuvo durante los cuatro años como ministro coordinador. Y sugiere que la “disociación” que sufrió en el ejercicio del mando lo ayudó a “soportar el altísimo nivel de agresión que recibió en el último tiempo del gobierno”.
“Ese día a día de miles de decisiones, alta exposición, mucha energía puesta en lograr que todo el equipo se alinease detrás de un rumbo común y gran conflictividad resultó ser muy intenso. Fueron mil cuatrocientos sesenta días de bastante presión, con cientos de decisiones que tomar por día. En ese tiempo tuvimos dieciocho meses de crisis cambiaria, recibimos al G20 para cerrar un año de la tarea de liderar ese foro, me tocó encabezar dos elecciones nacionales como jefe de campaña (una ganada y otra perdida), más la permanente inestabilidad de gobernar un país con sus tensiones políticas y sociales y las crisis inesperadas que fueron apareciendo”, señala.
Y completa: “Esa responsabilidad de ser el número dos del gobierno nacional no estaba alineada con la estructura de apoyo personal que tenía”.
A lo largo de su repaso a fondo por su ascenso y caída en las estructuras del poder, Peña apela a un tono conciliador e intenta mostrarse auténtico. Por caso, cuenta que sufrió cuando Macri no lo eligió como candidato a vicejefe porteño en 2011 o su compañero de fórmula en 2015 o con sus enfrentamientos con el “círculo rojo” o los dueños de medios de comunicación por la estrategia electoral. También narra cómo vivió su retirada del poder. “Al principio me enojaba mucho con el término ‘muerto político’ que algunos usaban para referirse a mí. Hoy entiendo que ese concepto fue un regalo que me dio la vida. Porque atravesar esa muerte simbólica te hace más fuerte y más libre. Porque lo que muere no es la persona, sino el personaje”, reflexiona.
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