Marcos Novaro: "La Argentina aún está en un proceso de salida de los desequilibrios; decir que lo más difícil ya se hizo es mentira"
Los próximos años no serán fáciles para la Argentina. Con la mirada puesta en el largo plazo y en un intento por escapar de la coyuntura electoral actual, el politólogo Marcos Novaro considera que el país se enfrentará a momentos determinantes en la próxima década, que exigirán a la clase política que demuestre madurez para tomar las decisiones que permitan al país superar los interrogantes que lo aquejan hace años.
¿Cómo se superan las diferencias políticas aparentemente irreconciliables entre los partidos políticos? ¿La Argentina no tiene escapatoria a las crisis cíclicas? ¿Hay que cambiar el sistema político para poder avanzar en las reformas estructurales? ¿Hace falta una reforma laboral para impulsar el sistema productivo? ¿Cómo debería encararse esa reforma y cuáles son sus riesgos?
En diálogo con LA NACION, el analista político navegó sobre esas incógnitas, y sobre las perspectivas del país de acá a diez años, a partir de un diagnóstico sombrío: "Decir que la parte más difícil ya se hizo es mentira".
-¿Cómo ve a la Argentina dentro de 10 años?
-Es difícil pensarlo fuera de estas elecciones presidenciales. Me puedo imaginar un escenario, si gana Mauricio Macri, en el que insista con su esquema de política económica, reformas y estabilización. Me imagino un país en el que el Presidente pueda tener medianamente éxito en hacer algunas de esas reformas y, entonces, dentro de 10 años la inflación finalmente habrá tendido a bajar y la posibilidad de hacer acuerdos de mediano y largo plazo con sindicatos y otros sectores habrá avanzado. Es una elección determinante. Es difícil pensar algo así si gana Alberto Fernández .
-¿Por qué?
-Porque, primero, habría una rediscusión de la cuestión judicial, una especie de autoamnistía. Fernández dice que no va a indultar a nadie, pero no lo va a hacer porque no van a condenar a nadie. Va a haber algún mecanismo judicial para que se termine con la discusión sobre la corrupción. La idea de un Poder Judicial autónomo que dé seguridades republicanas desaparece. También me imagino una larga tensión entre Alberto y Nielsen [Guillermo, uno de los referentes económicos del precandidato presidencial kirchnerista ], tratando de hacer un ajuste, y el peronismo victorioso alrededor de Cristina Kirchner , resistiéndolo. Me parece que en 10 años difícilmente estemos mejor que ahora. Probablemente estemos planteándonos las mismas cosas que nos estamos planteando hoy.
-La Argentina siempre padeció el cortoplacismo. Sin embargo, en el Gobierno usarán como uno de los argumentos de campaña que durante la presidencia de Mauricio Macri se tomaron decisiones que sentaron las bases para el desarrollo a largo plazo. ¿Coincide?
-La Argentina todavía está en un proceso de transición, una salida de un gran desequilibrio económico. Muchas pequeñas bombas fueron desarmadas parcialmente, como las tarifas o la desestabilización del mercado cambiario. Eso ha tenido éxito en los primeros tiempos, pero me parece que no están las bases para que ahora empiece a funcionar la economía. Eso tiene muchas complicaciones por delante. Algunas tienen que ver con reformas estructurales, pero otras se relacionan con la estabilización, como la reducción del déficit, que puede ser provisoria o sustentable. Ahora no está claro que lo que estén logrando sea el déficit cero sustentable. Muchas reformas que propone Macri, como la previsional, la laboral y la tributaria, son muy costosas. Para ponerlas en marcha, tenés que sacrificar recursos, como recortar impuestos en el caso de la reforma laboral. No lo vas a poder hacer sin afectar la estabilización y esa estabilización todavía no está. Habrá inflación por varios años más. Decir que la parte más difícil ya se hizo es mentira. En todo caso, está hecha una parte de la transición y hay muchos problemas por adelante.
-El intento actual de firmar un acuerdo que genere consenso político en torno a 10 puntos parece estar destinado a quedar solo en una manifestación política, pero no es la primera vez que se propone un acuerdo político de ese estilo con resultados fallidos. ¿Puede en la Argentina haber un acuerdo multipartidario de políticas pensadas para el largo plazo?
-Ya hay ciertos acuerdos. Lo que pasa es que están atravesados por la competencia política. Es difícil que quienes hoy tienen chances de cooperar encuentren la forma de hacerlo. Nielsen, por ejemplo, dice más o menos las mismas cosas que podría decir un economista de Macri. Él dice que se gastó demasiado en el pasado y le echa la culpa al gradualismo. Es un [Carlos] Melconian. Él no dice qué reformas haría, pero piensa en estabilizar la economía. Varias de las cosas que propone están entre los 10 puntos que planteó Macri. Si revisás lo que dice [Roberto] Lavagna, tampoco dice cosas muy diferentes, sino que le reprocha al Gobierno la desprolijidad y los errores de instrumentación, pero también habla de reforma laboral, previsional y tributaria. No se entiende cuáles son las diferencias. En términos de acuerdos posibles, de lo que hay que hacer en la Argentina en los próximos años, no hay tanta discusión, pero la competencia política hoy se trata de polarizar y hace que todos digan del otro que es un inútil. Pasada la competencia política, si el Gobierno no insiste en tratar de hacerlo todo en soledad, el acuerdo es posible. [Juan] Schiaretti ya ha dicho a medias que está de acuerdo y otros referentes importantes del peronismo también. El tema es ver cómo esos acuerdos se convierten en cooperación legislativa, algo que es bastante más difícil que la parte del diálogo.
-¿Cuánto influye el sistema político argentino actual y la "campaña permanente" en esa escasez de acuerdos?
-Se habla mucho de la reforma del sistema político. Muchos de los rasgos a los que se echa la culpa por la falta de cooperación son inmodificables, como las votaciones cada dos años [para elecciones presidenciales y legislativas]. Para cambiarlo habría que modificar la Constitución. Es mejor pensar en mecanismos que estén al alcance de la mano. Necesitás una enorme cantidad de acuerdos políticos para acordar una reforma constitucional que, a su vez, permita lograr acuerdos, pero no podés generar esos acuerdos que justamente están bloqueados por el modo en que funciona tu sistema. Hay que pensar en formas más puntuales, como de procedimiento. El Congreso, por ejemplo, estimula de una manera muy patética la fragmentación de las bancadas. Hay legisladores muy oportunistas que votan eventualmente a favor de un proyecto u otro solo si se asegura grandes beneficios inmediatos. Es muy difícil negociar acuerdos de esa manera porque te salen muy caros.
-¿A qué se refiere?
-Por ejemplo, en buena medida, eso le ocurrió al Gobierno cuando se acordó el pacto fiscal hace dos años. Pudo negociar con algunos sectores del peronismo, pero, como son muchas bancadas distintas, son un montón de negociaciones puntuales. Esos mismos legisladores te extorsionan al día siguiente. Después de la negociación del pacto, con las mismas personas tenés que negociar el presupuesto. Es muy difícil. Que sea tan fácil armar bancadas independientes en el Congreso se puede combatir fácilmente con un cambio de reglamento, y eso quizá sea más eficaz que pensar en cambios en el sistema de votación.
-Años atrás se planteó cambiar el sistema actual por uno parlamentario, con la excusa de que el hiperpresidencialismo característico de nuestro país es el que obstaculiza la concreción de acuerdos para el largo plazo.
-Eso es una discusión teórica. No podés hacer una reforma constitucional para ponerte de acuerdo en eso. ¿Con los partidos que tenemos, creés que va a funcionar mejor con un sistema parlamentario? Sería aún peor porque todo el tiempo tendrías este problema de bancadas con gente que te extorsiona proyecto por proyecto. Más que hablar de sistema parlamentario, habría que hacer que el Parlamento funcione mejor. Si podés ponerte de acuerdo con un sector del peronismo -que en parte padece esa fragmentación- en que haya una mayor disciplina legislativa, creo que hay sectores que van a colaborar.
-¿Es posible escapar de las crisis cíclicas?
-Aun en las épocas buenas, la Argentina ha sido muy inestable. Cuando nos va bien, también nos va mal. No hay una época dorada en la que no haya estos ciclos. En la época de los Kirchner, el país creció mucho, pero en la crisis de 2009 fuimos uno de los países que más cayeron de América Latina. Hay una fragilidad institucional grande. No tenés un Banco Central autónomo ni confianza en el peso, y hay una fuga de capitales permanente. Además, si tus opciones son cerrar el movimiento de capitales, como pasó a partir de 2012, o devaluar, estás alimentando la inestabilidad. Hasta que se tengan instituciones económicas básicas que funcionen y que se termine con la inflación, es difícil pensar que esos ciclos se moderen. Todos los países tienen ciclos, pero en la Argentina son muy marcados. En muchos países puede haber una recesión del 0,5% y la gente ni se entera.
-Los próximos gobiernos deberán enfrentar restricciones presupuestarias, particularmente para pagar la deuda contraída en los últimos años. ¿Cómo se evita el crecimiento de la pobreza en tiempos de ajuste?
-Todos están de acuerdo en que el ideal es volver a 2005 y 2006 y evitar la deriva posterior. Volver a un país con un dólar suficientemente alto para que el agro y la industria puedan exportar y sin inflación. Lo lograron porque había superávit fiscal. Lo abandonaron porque le empezaron a dar a la maquinita y quisieron seguir creciendo al 9%, como China. Eso derivó en que la economía dejara de generar empleo privado y generara empleo público.La experiencia de Macri muestra que, aunque todos estemos de acuerdo en volver a ese contexto, generar esa situación es costoso porque no se puede pasar por un megaajuste de los salarios, como en 2001 y 2002. Para no generar más pobreza, se tienen que generar condiciones para que haya empleo productivo, que tiene costos muy altos, como los salariales. Entonces, ¿hay que generar más pobreza para después tener menos? ¿Hay que empobrecer a los que hoy tienen un salario para que alguna vez pueda haber más empleo y menos exclusión? La transición y la gestión de las reformas es muy delicada. Hay que hacer esfuerzos en esa dirección, pero paso a paso, para que se generen condiciones que permitan que el empleo productivo vaya sustituyendo al que no lo es. Habría sido más fácil en 2005 y 2006, pero esa oportunidad se desperdició. Por eso las cosas están tan complicadas ahora y lo estarán por años.
-La discusión sobre el mercado laboral y los avances tecnológicos se van a convertir en un debate importante en los próximos tiempos. ¿Cree que es factible avanzar en una reforma laboral en este contexto?
-Lo más viable es ir sector por sector y no pensar en una gran reforma que resuelva todos los problemas. Es muy difícil ir en bloque contra todo el sistema laboral, que es perverso. Hay una minoría fuerte de empleados formales que se van a ver afectados por esa reforma, y, por otro lado, hay muchos informales que creen que la culpa de que ellos estén en esa condición no es del sistema rígido actual, sino del neoliberalismo y de los planes de ajuste. No tenés quién te apoye en esas reformas laborales que sabés que van a beneficiar a muchos excluidos, porque ni ellos quieren esos cambios. Es una situación muy difícil y hay que salir de esa trampa. Hacer la reforma en bloque es un suicidio. El macrismo no hizo tan mal en querer encarar esto de manera sectorial y lo logró en Vaca Muerta, porque es un tesoro. Ahí fue fácil. En otros sectores está difícil, pero con tiempo y con recursos quizá se pueda financiar esas reformas. De otro modo, no lo veo, básicamente porque los potenciales beneficiarios están en contra tuya, porque te ven como el enemigo y no ven ninguna contradicción en marchar con la CGT, que está defendiendo el sistema de regulaciones laborales.
-¿Cree que las PASO sirven en un contexto en el que la totalidad de los partidos políticos no las usa para lo que fueron creadas?
-Las PASO están mal diseñadas, son disfuncionales y extremadamente costosas. Benefician a las mayorías, a los oficialismos y las coaliciones. A los que son minoría y a los que tienen riesgo de perder no les conviene participar. Lavagna se queja de las "internitas", pero lo que tiene es miedo de perder. La situación es parecida a lo que ocurre en el Congreso: se trata de las reglas. Si en las PASO habilitás que las fórmulas se definan después de la votación y permitís que los que pierdan puedan tener la vicepresidencia, puede funcionar. Así pasa en Uruguay. Acá no se hizo porque el sistema se creó solo para desalentar a las minorías del peronismo, porque el kirchnerismo tenía miedo de que lo borraran del mapa.
-¿Cuánto tiene que ver con la pérdida de credibilidad de los partidos políticos?
-Eso pasa en todo el mundo, pero todos los sistemas siguen funcionando sobre la base de partidos. Aun los populistas antisistema terminan armando sus partidos.
-¿Hay lugar en la Argentina para el surgimiento de movimientos extremistas, como ocurre en otras regiones?
-La Argentina es un país bastante moderado. Hay minorías que son las que más gritan pero son pequeñas. La Argentina viene de un experimento de radicalización frustrada, que fue el kirchnerismo.
* Politólogo
Tres propuestas
- División en el Congreso. Según Novaro, se debe evitar la fragmentación de los bloques para agilizar la concreción de acuerdos
- Reforma laboral. Para el analista, el Gobierno debe encarar las reformas sector por sector. "Hacerlo en bloque sería un suicidio", dijo
- Cambios en las PASO. Novaro opina que el sistema funcionaría mejor si se pudieran definir las fórmulas después de las primarias
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