Manipular los tiempos electorales, una “tentación” que unifica a los gobiernos post-crisis de 2001
Al promover la postergación de los comicios, el Gobierno se suma a la larga lista de alteraciones, aunque no siempre los resultados acompañaron los objetivos
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El ministro del Interior, Eduardo de Pedro, y el titular de la Cámara baja, Sergio Massa, festejaron días atrás el acuerdo con la oposición de Juntos por el Cambio para postergar por cinco semanas las primarias, previstas inicialmente para agosto, y que finalmente se realizarán el 12 de septiembre.
El acuerdo, centrado en la batalla contra el coronavirus, llegó sobre el filo del inicio de la campaña para unos comicios decisivos para el rumbo político y económico del país, y se suma a la larga lista de elecciones que, en los últimos veinte años, se postergaron, adelantaron o suspendieron, por distintos motivos y casi siempre con el agregado de la especulación electoral.
Néstor y Cristina Kirchner, Eduardo Duhalde y también Mauricio Macri sucumbieron, con distintos grados y matices, a la tentación de las “elecciones a medida”, aunque no siempre esos cambios de última hora (algunos consensuados, otros tomados de modo unilateral) dieron los resultados deseados o previstos.
Luego de la crisis de 2001 y la renuncia de Fernando de la Rúa, el peronista Eduardo Duhalde asumió el poder con el objetivo de completar el mandato del presidente radical, luego de los breves mandatos de Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Camaño. Sin embargo, hacia julio de 2002 Duhalde decidió que se iría el 25 de mayo del año siguiente, y no en diciembre de 2003 como lo prevé la Constitución.
El asesinato de los militantes piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán a manos de fuerzas federales y la suspensión de la ley de internas abiertas, aprobada por el Congreso, fueron dos de los motivos principales del cambio. Las elecciones se llevaron a cabo el 27 de abril de 2003, y dieron inicio a doce años de gobiernos kirchneristas.
Dos años después, y con las elecciones legislativas a la vuelta de la esquina, el gobierno de Néstor Kirchner decide unificar las fechas de las elecciones a diputados y senadores nacionales en las provincias, hasta entonces “pegadas” con los comicios a cargos locales de cada jurisdicción. El cambio, que salió del Congreso y que Kirchner había comenzado a negociar con los gobernadores desde fines del año anterior, le dio resultado: el Frente para la Victoria obtuvo un resonante triunfo electoral y el presidente pudo sacarse de encima la influencia duhaldista en su gestión.
Cuatro años después, y con una gestión golpeada por la pelea con el campo y la crisis financiera internacional, Cristina Kirchner decide adelantar las elecciones legislativas, previstas para octubre y que finalmente se llevaron a cabo el 28 de junio de 2009. “Sería suicida embarcar a la sociedad en una discusión permanente hasta octubre”, había dicho la entonces Presidenta al anunciar su proyecto, que contó con el rechazo de la oposición. La jugada, “por única vez” y tomando en cuenta “que el mundo se cae a pedazos”, terminó en estrepitosa derrota: Francisco de Narváez (Unión Pro) terminó siendo la estrella de esa elección al derrotar a la lista encabezada por Néstor Kirchner, una noche negra para el Frente para la Victoria que, sin embargo, se recuperó en 2011 y mantuvo el poder.
De la derrota, el kirchnerismo sacó de la galera otro cambio electoral clave: la habilitación de las PASO, obtenida del Congreso en diciembre de 2009 y puesta en práctica en los comicios 2011. Ese año, a través de la inclusión de colectoras, Cristina Kirchner obtuvo una contundente victoria, no sólo en las elecciones bonaerenses (Martín Sabbatella encabezaba la lista alternativa como candidato a gobernador), sino en las nacionales, con el 54 por ciento de los votos y la reelección para la entonces presidenta.
Nuevamente en el poder, y con el impulso de la adhesión de nuevas generaciones a su proyecto político, el kirchnerismo impulsa el “voto joven”, aprobado en 2012 y puesto en práctica un año después, en las legislativas de 2013.
Nada impidió el triunfo de Mauricio Macri en 2015, quien sin modificaciones de fondo ni cambio de fechas también introdujo cambios en las reglas de juego para obtener réditos electorales. En enero de 2019, siete meses antes de las PASO de ese año y por decreto, Macri permitió a los argentinos que vivían fuera del país votar por correo. En marzo pasado, y con un guiño previo de la Corte Suprema, el presidente Alberto Fernández derogó ese decreto y tampoco aplicará el que habilitaba el voto anticipado para presos y miembros de fuerzas de seguridad afectados al comicio, que no llegó a implementarse en 2019 y tampoco regirá en estas elecciones.
“No es lógico ni aconsejable cambiar reglas electorales en un año de elecciones. Las instituciones deben dar certezas a los votantes, y sus herramientas deberían manipularse lo menos posible”, afirmó a LA NACION Carolina Tchintian, directora del programa de instituciones políticas de CIPPEC. Para la investigadora, “como estas reformas requieren en general mucho consenso, debe haber un shock exógeno que acelere los acuerdos, como los casos de los votantes truchos y la causa de los cuadernos en 2019, y la pandemia este año”, sostuvo. “Todas las normas son perfectibles y no están talladas en piedra, pero hay que analizar si vienen a contribuir o no a mejorar la calidad de la democracia”, concluyó.
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