Teslyn Barkman, una de las ocho integrantes del órgano parlamentario local, cuestiona la actitud del gobierno argentino hacia los isleños, que califica de “cruel”; las comparaciones con Ucrania
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PUERTO ARGENTINO.-A los 34 años, Teslyn Barkman es la legisladora más joven de la Asamblea local. No vivió el conflicto de 1982, pero es la más locuaz y, según afirma, muchos isleños de todas las edades comparten su mirada. Una mirada que sostiene que “la guerra no se ha ido”, aun cuando cesaron los cañones.
“La actitud de la Argentina hacia las islas no está mal, sino que es cruel”, afirma Barkman durante la entrevista con LA NACION en la sede de la Asamblea Legislativa, una casita blanca, de techo a dos aguas, que da a la bahía que domina esta ciudad, a mitad de camino entre el puerto y la casa del gobernador inglés, Nigel Phillips.
Barkman sostiene y reafirma la impronta isleña, que impulsa la autodeterminación, lejos de Londres y de Buenos Aires. “El el problema que tienen es con nosotros, no con el Reino Unido, ni con la hierba o la turba”, dice. “Su problema es que somos personas y vivimos aquí porque si no hubiera gente sería mucho más sencillo”.
Ocho son los legisladores, electos entre una población de 3200 isleños muy sensibles a lo que ocurre a su alrededor. Sea en el continente, a sólo 700 kilómetros, o en Europa. De allí que Barkman y otro legislador, Peter Biggs, tomaran en sus manos la bandera de Ucrania.
-Izó la bandera Ucraniana en las islas hace unas semanas. ¿Por qué lo hizo? ¿Compara la situación de las islas al de Ucrania?
-No creo que al principio hubiésemos pensado en eso, sino que todo el mundo estaba viendo lo que estaba pasando en Ucrania, que es absolutamente horrible. Pero al mismo tiempo, creo que parte de la razón por la que nuestra comunidad estaba tan sorprendida es porque aquí saben lo que es despertar y ser invadidos, saben lo que es ver tu casa siendo bombardeada y ser forzado a salir de tu casa. Creo que para mucha gente aquí, lo que ocurre en Ucrania trajo recuerdos realmente traumáticos. Y de hecho, mientras izábamos la bandera, la gente aplaudía y les gustaba tomar fotos. Sí, hay mucha empatía por la gente de Ucrania, en parte por el trauma por el que ha pasado la comunidad. Resuena mucho con esos sentimientos.
-Nació después de 1982. ¿Siente que ese sentimiento abarca a las generaciones más jóvenes?
-Es un tema muy delicado. Volvamos al ejemplo de Rusia. Un aspecto es la invasión; otro es cómo Rusia trata de defender sus acciones ante el mundo. Le cuenta mentiras a la gente sobre el pueblo ucraniano y sobre la historia. Así crecí, con el gobierno de Argentina contando mentiras sobre mi historia y sobre mi gente, y tratando de socavar nuestros derechos humanos. Entonces, desde muy joven he tenido que encontrar cientos de respuestas a preguntas que la gente no debería tener que hacer. Incluso de niño tuve que pensar en lo que decía para defender mi existencia ante el mundo. Eso no es normal. Crecí aprendiendo, por ejemplo, cómo se ve una mina terrestre para reconocerla en caso de que accidentalmente me topara con una. Y eso es con todo. La guerra no se ha ido.
-¿Hubo algún período durante los últimos 40 años en que la situación fue distinta?
-Lo que nunca desapareció es la falta de confianza. Nunca existió la confianza que deberíamos tener con un país vecino. Hubo momentos, sí, en los que vimos decisiones pragmáticas tomadas por un gobierno más razonable en Argentina. Y hubo una oportunidad de hablar sobre cosas que son buenas para todos, como la ciencia pesquera o cómo manejar la explotación en alta mar, que está completamente desregulada y es terrible. Por supuesto, queremos que los gobiernos de nuestros vecinos sean razonables, pragmáticos y que piensen un poco más en la humanidad. Pero nunca va a haber ninguna confianza en esto, en especial mientras que la Constitución de Argentina esté escrita de la manera que está. Y las agendas de política interior y exterior de la Argentina están diseñadas para eliminarnos como seres humanos. Eso se siente muy personal.
-¿Ve alguna forma de avanzar?
-Bueno, pasa en otras partes del mundo. Las personas miran más allá de su nariz y hacen cosas buenas para su país y para el mundo. Acaso la Argentina pueda hacerlo, pueda madurar y darse cuenta de que su actitud hacia las islas no sólo está mal, sino que es cruel. Es inconsistente con lo que debería estar haciendo una democracia. No deberían decir que un pueblo no debería existir, no deberían decir que nuestra historia no es real. Eso no es lo que hace una democracia que respeta los derechos humanos. Siempre hablan de una postura hacia las Malvinas. Pero el problema que tienen es con nosotros, no con el Reino Unido, ni con la hierba o la turba. Su problema es que somos personas y vivimos aquí porque si no hubiera gente sería mucho más sencillo. Yo he estado en Argentina. Es un país hermoso. No es mi país, en absoluto. Es muy diferente a cómo es la vida aquí. Quiero decir, es una parte similar del mundo, pero vi pobreza, grafitis, cosas que no tenemos aquí, además de una comunidad bastante desilusionada. Viajé al norte, a las zonas turísticas más prósperas, con hermosos lagos, árboles, buen vino, bistecs sabrosos y gente generalmente amable cuando no les decía de dónde era. Pero lo inquietante fue ver fotos de mi país en todas partes. Es realmente extraño. Obviamente, si vienes de Argentina, es una cosa normal. Pero, ¿te imaginas ser mexicano, pasear por Estados Unidos ver fotos de México por todas partes donde afirmen que quieren México y lo reclaman como propio? Si eres mexicano, simplemente no te agradaría. Quiero decir, amo a mi país porque es mi país, que no es un juguete político.
-Es legisladora desde 2017. ¿Ha sido alguna vez contactada por el gobierno argentino durante estos años?
-Nunca. Ningún diplomático argentino me contactó. Ciertamente tuvimos conversaciones con la Comisión de Familiares de los Caídos y tratamos de solucionar problemas humanitarios. Pero no hay contacto directo con el Gobierno.
-¿Le gustaría? ¿Se sentaría con funcionarios argentinos?
-No creo que suceda. No sé de qué hablaríamos. Les diría que nuestro gobierno y el de Argentina deberían hablar de ciencia pesquera. Eso es importante para Argentina y para nosotros. Pero nunca funcionó bien el diálogo. Nunca fue consistente porque siempre hubo retrocesos políticos. Nosotros entablaríamos una conversación sobre la salud del océano, con el consiguiente beneficio económico, incluso con aquellos que nos han invadido y todavía nos están acosando. Miraremos más allá de eso para tener una conversación práctica. Y no es porque estemos en una situación de necesidad extrema. Eso es lo que hace un gobierno bueno y responsable.
-¿Cuál es su mensaje a los ciudadanos argentinos?
-Creo que los argentinos son más razonables en todo esto. Les diría que analicen qué les dice el gobierno sobre las islas, que miren más allá de la cortina de humo. No les enseñan sobre historia, sobre nuestra economía o como realmente son estas islas. Prefieren socavarán por completo los derechos humanos de las personas que viven aquí.
-¿Ve posible promover la interacción con el continente?
-Si. En los cruceros, por ejemplo, un tercio de las personas son de la Argentina. Es normal tener relaciones de vecindad con el continente. Pero no somos nosotros los que detenemos eso. La Argentina bloquea nuestro espacio aéreo, más allá de que en este momento los vuelos comerciales aéreos están caídos por la pandemia. Creo que si la gente supiera o pudiera empatizar a nivel humano con quienes viven aquí, si pudiéramos explicar nuestra historia, no estarían disgustados con nosotros.
-¿Cómo podría hacerse algo así?
-No lo sé. Pero veamos a Ucrania. Parte de la razón por la que las personas pueden empatizar con los ucranianos es porque pueden verlos. Pueden verlos por televisión, TikTok, Twitter. Ven lo que hacen ellos, no lo que están haciendo los soldados, ni los gobiernos. Pero si solo estás aprendiendo fragmentos de una historia y nunca desde la perspectiva de la gente... Es mucho más fácil decir que las islas son argentinas, pero no es verdad. No tienes todos los hechos.
-Dijo que el gobierno argentino atenta contra los derechos humanos de los isleños. ¿A qué se refiere?
-Anda por el mundo diciendo que somos una población implantada, que no tenemos derecho a la autodeterminación, cuando es un derecho humano de la ONU, y reclama que el Reino Unido se involucre en un diálogo sobre las islas porque a nosotros no nos reconocen como interlocutores, como personas, violando nuestros derechos humanos. Lo que en realidad le está pidiendo a la comunidad internacional es que el pueblo de las Falklands no tenga voz en su futuro, ni esté sentado en la mesa de negociaciones a menos que acepte el hecho de que la Argentina ya decidió cuál debe ser el resultado de esta discusión, porque está escrito en su constitución. Todo está diseñado en torno al hecho de que no existimos. ¡Tienen un consejo diseñado para presentar nuevas ideas solo para sancionar nuestra economía! Eso es ridículo. No es como debe comportarse una democracia.
-Alude a la historia. Hay datos históricos que reafirman el reclamo argentino…
-¿Usted cree? ¿Acaso no cree que isleños con 10 generaciones aquí deberían tener derecho a elegir? Es ignorar la realidad de la situación: hay descendientes de quienes llegaron en 1833 que aún viven aquí. Esa es la única parte relevante. Podemos contrarrestar diferentes versiones o diferentes historiadores sobre lo que pasó en 1833. Pero hubo un acuerdo de conciliación entre Argentina y el Reino Unido que decidió por completo ese asunto. Así que puedes tomar la versión de la historia que quieras, pero el argumento se cae. Y en última instancia hablamos de personas. El hecho de que mi hijo, que tiene seis años, tenga que crecer lidiando con ese tipo de argumentos sobre por qué no debería existir su casa, siendo acosado por un país con su versión de la historia… Eso es inaceptable.
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