Malestar social y tensiones internas golpean al Gobierno
Los costos de la pandemia y las consecuencias no deseadas de la interminable cuarentena empezaron a golpear al Gobierno. Lo que dicen las encuestas y lo que se insinúa en las calles no son construcciones opositoras. El desgaste de Alberto Fernández es un hecho que ya admiten sus colaboradores. Tanto como que es aprovechado por Cristina Kirchner y los sectores más duros de la coalición gobernante.
La temprana fatiga de materiales explica que, tras asumir en público que lo peor está por venir, en la Casa Rosada se hallen abocados a pulir y ensayar un operativo de relanzamiento. La intensa semana que pasó fue el banco de pruebas de una tarea que no asoma sencilla. Por demandas externas y tensiones internas.
Las primeras expresiones del plan llegaron con la renovación de voceros gubernamentales, una elevación del perfil de los funcionarios más identificados con el Presidente (incluye la adopción de cierta dosis de agresividad antes desconocida en algunos),el anuncio de medidas económicas y la convocatoria o los gestos amistosos hacia dirigentes políticos y empresarios no oficialistas. La preocupación por la sustentabilidad excede a la (interminable) negociación por la deuda.
Un caso ejemplifica el operativo. La vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, debió vencer su agorafobia mediática para exponer públicamente la gravedad de la situación con la claridad expositiva que hasta ahora reservaba para la intimidad política y el debate académico. "La pobreza, el desempleo y la destrucción de empresas van a empeorar", afirmó con crudeza la economista.
No hubo improvisación en sus palabras. Es la preparación del terreno en la opinión pública. "Para que se sepa de dónde partiremos cuando pase o afloje la pandemia", argumentan en la Casa Rosada, donde la certeza del desastre convive con la incertidumbre sobre el fin de la crisis sanitaria. No hay un piso firme sobre el que pararse.
En el equipo económico ya admiten que la recuperación económica (si llega) no será un movimiento rectilíneo uniforme ascendente. En vez de representar la dinámica de caída y posible suba con forma de V, empiezan a dibujar una W (con un trazo central no muy pronunciado). Del tren fantasma a la montaña rusa.
Tampoco fueron fruto de arrebatos emocionales las polémicas que entabló Santiago Cafiero, los sarcásticos o agresivos retuits del Presidente o el destemplado ataque a Macri del secretario de Comunicación, Juan Pablo Biondi. "Cristina y los gurkas cristinistas nos están corriendo con que somos tibios. Hay que entenderlo en ese contexto", admitió (o se justificó) un funcionario albertista. La moderación sin poder puede parecer debilidad. Eso es lo que temen en Balcarce 50 y la imagen que buscan evitar. A riesgo de atizar aún más un escenario ya incandescente.
Los afiches que empapelaron el AMBA con la leyenda "Fuerza, Alberto" explicitaron la preocupación del entorno presidencial tanto como expusieron su fragilidad. A pesar de la ausencia de firma, el estrecho vínculo de Fernández con uno de los zares de la publicidad callejera puede aportar pistas sobre la campaña.
Tal vez ese "Fuerza, Alberto" fue también anticipatorio. La va a necesitar. Más aún después de que Cristina Kirchner publicara en el mediodía del domingo un tuit en el que por primera vez se refirió al coronavirus. Aunque no fue para avalar las medidas sanitarias del Gobierno o para condolerse de los muertos y empatizar con los infectados.
La referencia a la pandemia solo buscó circunstanciar lo que pretendió ser y hacer: una indeleble marcada de cancha. En el mensaje recomendaba y elogiaba una nota de Página 12 en la que se objetaba a Fernández por haber dado un lugar de privilegio en la celebración del 9 de Julio a los dirigentes de las cámaras empresariales del G-6 y lo que eso implicaba. Fin para las especulaciones sobre la ausencia de la vicepresidenta en el evento oficial.
"Lectura imprescindible para entender y no equivocarse", aconsejó @CFKArgentina. Los tuits y los retuits se han convertido en la nueva herramienta de construcción de sentido del oficialismo. La vicepresidenta recurrió a lo que en el Presidente es un hábito. Como para no dejar dudas de a quién le decía que no debía equivocarse.
Lo más novedoso fue que Cristina Kirchner se sintió compelida a hacer públicos los cuestionamientos que había hecho en privado a Fernández por acercarse a sus "enemigos": los grupos Clarín y Techint, criticados en el artículo promovido. Hace algo más de un mes, ella había ido a Olivos para cuestionar la asistencia estatal a los trabajadores de esos grupos.
El mensaje abortó los intentos de disimular las tensiones y las presiones cristinistas que hasta el día anterior ensayaban los voceros presidenciales. Solo 233 caracteres pueden más que miles de aclaraciones. La negación es un mecanismo de defensa que puede fallar.
La incomodidad en el entorno presidencial fue indisimulable ayer. Como Sergio Berni, la vicepresidenta también cruzó una línea. "Unidad en la diversidad", fue la escueta respuesta con la que trató de atenuar lo sucedido un estrecho colaborador de Fernández, sin poder ocultar la molestia. Uno de los referentes del área económica fue más explícito: "Si es para decirnos que no seamos inocentes con los grandes empresarios, lo tomo. Si no, es absurdo. ¿Con quiénes quieren que salgamos de la crisis, con las cooperativas de [Emilio] Pérsico o con los empresarios que pueden invertir?". El funcionario, además, se permitió rescatar al conglomerado de la familia Rocca por su inversión en Vaca Muerta. ¿Los enemigos de mis amigos son mis enemigos? Una incógnita que el Gobierno no permite develar.
En el empresariado, que tres días antes había estado en Olivos, cundió la misma sensación de desconcierto que la que los había atravesado tras otra convocatoria presidencial, en la que Fernández defendió el capitalismo y la iniciativa privada. El tuit de la vicepresidenta los devolvió a aquel lunes en el que el Presidente anunció la intervención y expropiación de Vicentin, proyecto que atribuyó a una senadora cristicamporista. Alguna autocrítica por aquel anuncio que ahora se escucha en la Rosada y cierto aletargamiento de la epopeya emancipadora alimentaria quizás no sea ajena a estos remezones. "De aquellos barros, estos lodos" y "todo tiene que ver con todo", le gusta decir a la expresidenta.
Los encuentros que promovió Sergio Massa para presentar a Máximo Kirchner a algunos grandes empresarios tampoco despejan el panorama. En la Casa Rosada dicen que ayuda deconstruir el temor de ir hacia Argenzuela. En el mundo de los negocios son menos asertivos. No tienen claro si tales reuniones terminan por beneficiar a Fernández o a Massa. Hay dirigentes con los que nunca es sencillo discernir sus propósitos. Cuestiones de confianza.
Demasiado fuego amigo para un presente y un futuro tan complejos. Azuzar el conflicto con dirigentes opositores o con periodistas críticos para reafirmar la identidad del Presidente y de su gobierno tampoco parece asegurar un camino al éxito. Hacia adentro o hacia afuera.
El deterioro del humor social que reflejan las encuestas es creciente. "La aprobación de Fernández con relación al manejo del coronavirus continúa descendiendo y se ubica en 59%, el valor más bajo desde el inicio de la cuarentena". Es una de las principales conclusiones de la última edición del monitor de la opinión pública sobre el manejo de la pandemia, que realiza Poliarquía.
Las protestas en varias ciudades contra el Gobierno en el Día de la Independencia no solo mostraron masividad, pese a la cuarentena. También expusieron un inquietante nivel de enojo. Nada que justifique el repudiable ataque a un equipo del canal C5N frente al Obelisco.
La atribución de la convocatoria a la dirigencia opositora de Juntos por el Cambio por parte del oficialismo no parece un acierto estratégico. A los asistentes los unió menos la adhesión a un sector partidario que las ganas de protestar contra lo que padecen. JxC debería agradecer la adjudicación de semejante capacidad de movilización siete meses después de haber perdido el gobierno.
Sin embargo, no solo el malestar y la crítica situación social se reflejan en las encuestas o en movilizaciones contra el Gobierno. Los intendentes del conurbano y de otras grandes ciudades vienen advirtiendo sobre la tensión que se percibe en sus territorios. También sobre el aumento en el índice de delitos, del que ya se había alertado hace un tiempo desde aquí.
En el Gobierno tomaron nota de esos brotes de malestar. Todo un dato es que ante la consulta por la conflictividad creciente la respuesta sea: "Estamos siguiéndolo muy de cerca con [Sabina] Frederic y Axel Kicillof". Una cuestión de seguridad. Tal vez haya más que eso.
La pospandemia se parece cada vez más a una expresión de deseos. A un tiempo soñado. Se explica, así, la urgencia del Gobierno por intentar un relanzamiento para frenar este proceso de desgaste. "Después de" podría quedar muy lejos.
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