Macri, un líder de otra galaxia que constituye una completa novedad
Con la resonante victoria de anteayer, Mauricio Macri se encamina a consagrarse como un líder nacional fuerte de la democracia argentina, poniéndose probablemente en la nómina selecta que inició Yrigoyen, y continuaron Perón, Alfonsín, Menem y los Kirchner en el último siglo.
Estos políticos marcaron sus épocas y dejaron la impronta de un modo peculiar de conducir el gobierno y la sociedad. Acaso pueda parecerle a algunos excesivo colocarlo en ese lugar por un triunfo, por más contundente que haya sido. Sin embargo, ese éxito marca un cambio de época en múltiples aspectos: generacional, profesional, programático, estilístico.
Aunque esté cercano a los 60 años, Macri interpreta la juventud y el afán de cambio; no es abogado ni general, sino ingeniero; su orientación es de centroderecha y su estética new age rompe los moldes formales del hombre público.
Este perfil novedoso tienta a indagar en sus orígenes y a preguntarse de dónde es, a qué tribu pertenece, cuáles son las claves de su socialización.
Estas cuestiones, que no son nuevas, adquieren relevancia porque hasta el sábado, y a pesar de los éxitos anteriores, el perfil sui géneris de Macri todavía se prestaba a discusión: el tipo no tiene fibra, delega mucho (o trabaja poco), no entiende de política, es un empresario con escasa noción de la cosa pública. Cierta sospecha de falta de idoneidad lo perseguía hasta que se alzó con casi todo el país dejando un tendal de adversarios en el camino.
Ahora que su personalidad se impuso, y las dudas se disipan velozmente, tal vez sea útil volver sobre su lugar de origen y pertenencia, e interrogarse en qué medida puede constituir una originalidad en la historia política argentina. Todo a grandes trazos y con ánimo conjetural.
Silvia Sigal y Eliseo Verón se refirieron al "modelo de llegada a la política" en el magistral libro Perón o muerte. Sostienen allí que Perón adviene al poder de dos lugares: primero, el cuartel y luego, el exilio. En el 45 es un general que desde las fronteras, donde se defiende a la patria de sus enemigos, accede al gobierno para cumplir con un servicio público de salvación, en la estela de San Martín y otros héroes. Y luego, en un segundo acto, proviene del exilio, desencarnado y dispuesto a contribuir a la unidad nacional.
Perón constituye una excepción: no llega desde la política al poder, sino desde el cuartel y el exilio. Los radicales se formaban en el comité; con posterioridad a su líder, los justicialistas lo hicieron en la unidad básica. Después de Yrigoyen y Perón, todos fueron abogados y militaron desde la juventud, como Alfonsín, Menem y los Kirchner.
No fundaron partidos, apenas líneas internas en las que acrecentaron capacidades y poder. Una división sociológica y programática del trabajo los caracterizó: a los peronistas, los ocuparon el pueblo y la justicia social; a los radicales, la clase media y la república. La Argentina moderna constituye su legado.
Macri rompe esa tradición y si hubiera que arriesgar podría conjeturarse: se parece más a Perón que los otros. No proviene de la política y tuvo el arrojo de fundar un partido. Su "modelo de llegada" es también un menú de dos pasos: primero la empresa, después el fútbol. Pero ahí se terminan los parecidos con Perón, que se movió siempre en la esfera pública, de las Fuerzas Armadas al Poder Ejecutivo. Macri viene a lo público desde lo privado, constituyendo una completa novedad. Su liderazgo, ahora convalidado por el país, es de otra galaxia.
La excepcionalidad argentina, ese rasgo tan ambivalente, ha producido otro acontecimiento extraño e inesperado, que se mira con mucho interés desde el exterior. Del "pueblo" de Perón a la "gente" de Macri mantenemos a los observadores en vilo, así no se olvidan de este país lejano y exótico.
El autor es director de Poliarquía Consultores
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