Macri se prepara para su última palabra
Por 30 días, la clase política solo prestará atención a una mesa de arena donde cada grupo ensaya movimientos para definir su propuesta electoral . Las asociaciones y rivalidades son más innovadoras que en otras oportunidades.
Eso se debe a que quienes están organizando las ofertas deben registrar cambios significativos en la demanda. La gran discusión que subyace a todas las tratativas y realineamientos se refiere a si la polarización kirchnerismo/antikirchnerismo, que ha dominado la escena durante, por lo menos, los últimos seis años, mantiene su vigencia. O si, en cambio, ese conflicto ha sido reemplazado por otro: antimacrismo/antikirchnerismo. Las estrategias para las elecciones de octubre son derivaciones de cómo se pronuncia cada actor respecto de esta polémica.
El protagonista principal del torneo sigue siendo Mauricio Macri . En las últimas semanas, él ha modificado su forma de ver el panorama. Hasta hace alrededor de un mes, su lectura del proceso político era similar a la que había adoptado en 2017. La economía, que fue en un comienzo deprimente, comenzó a dar un giro que premió al oficialismo con un gran triunfo electoral en las legislativas de ese año. A partir del segundo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, Macri esperó que se repitiera el mismo ciclo. Pero el repunte se demora. Ayer, el indicador de actividad económica volvió a ser desalentador. A tono con ese malestar, las encuestas van insinuando un fenómeno que hace dos años no existía: una corriente de rechazo a la figura presidencial que excede a la feligresía kirchnerista.
En Cambiemos se debate si el enojo con Macri es reversible o si su consistencia obliga a olvidar la reelección. Los principales asesores del Presidente, encabezados por Marcos Peña, suponen que el antimacrismo que se manifiesta en segmentos antikirchneristas es circunstancial. Desde ese punto de vista, se trataría de votantes susceptibles de ser reconquistados, que abandonan al oficialismo, pero para estacionarse en un limbo de indecisos. Ese entorno se autoarenga con encuestas que, en las últimas horas, indicarían que la fuga se detuvo.
Contra esta posición aparece la de algunos dirigentes, sobre todo radicales, para quienes el antimacrismo es un límite infranqueable, que convierte a Macri en irrecuperable. Unos aconsejan un reemplazo y miran a María Eugenia Vidal. Para otros, no alcanza con buscar otro candidato. Quieren cambiar Cambiemos. Consideran que esa coalición ya no es suficiente para expresar la resistencia a un reflujo kirchnerista. Ir hacia una nueva alianza, en la que podría integrarse Roberto Lavagna, para dirimir la fórmula en unas primarias.
En los últimos tiempos Macri ha perdido dogmatismo. Se sobrepone a sí mismo para escuchar los diagnósticos hiperrealistas de amigos como Emilio Monzó, Ernesto Sanz o Enrique Nosiglia. Al final, el veredicto surgirá de una encuesta que calibrará el volumen y la consistencia del antimacrismo. El Presidente se la encargó a Jaime Durán Barba con una indicación que se suponía innecesaria: "Quiero que me digan la verdad". Se trata de un estudio cuantitativo, que se complementará con otro cualitativo, resultado de los innumerables focus groups que comenzó a realizar el sagaz Roberto Zapata, un español que indaga en la psicología social para identificar atmósferas emocionales en relación con la política. Zapata, un jesuita retirado, interpreta el clima público con categorías del Antiguo Testamento que fascinan a Elisa Carrió. "La población, cansada de errar por el desierto, comenzó a idolatrar a becerros de oro, o a pensar en volver a someterse al faraón", que, para esta analogía, sería la arquitecta egipcia. El desierto de Zapata es, en especial, la larga recesión: el indicador de ciclo-tendencia que se conoció ayer consigna 16 caídas mensuales de actividad consecutivas. La reactivación, que sería la palanca principal de la candidatura de Macri, se sigue demorando.
El Presidente esperará ese estudio de opinión y también el índice de inflación de mayo, que se publicará a mediados del mes que viene, antes de resolver si se postula. Reemplazar su candidatura es una operación riesgosísima. Cualquier sustituto quedaría contaminado por las razones que lo estarían sacando de carrera. Es el principal peligro para una eventual candidatura de Vidal. Nadie consigue sacar a la gobernadora una palabra sobre el tema. Pero un colaborador de su máxima confianza advierte: "Si ella aceptara postularse a la presidencia será porque Macri la convenció de que él mismo está convencido de esa jugada. El 'plan V' solo funcionaría si fuera parte de un 'plan M'. En definitiva, María Eugenia va a ser leal con Mauricio para ser leal consigo misma". Ese asesor teme que el reemplazo naufrague en una querella entre el titular de la Casa Rosada y el comando de campaña, como la que estropeó la relación Alfonsín-Angeloz o Menem-Duhalde. En otros términos: el primer requerimiento de cualquier sustituto de Macri sería que Macri no comience a boicotearlo. Obtenida esa garantía, debe conquistar otra: el derecho de construir un cambio dentro de Cambiemos. Nada más parecido a la cuadratura del círculo: romper el cerco antimacrista sin repudiar a Macri.
La negativa de Vidal a tomar cualquier iniciativa que no nazca de un impulso de Macri es el principal problema de los dirigentes de Cambiemos que prefieren no intentar la reelección. Se le suma otro: los que quieren expandir el oficialismo no encuentran un terreno hacia el cual realizar esa expansión. Es lógico. El riesgo que debe evitar Vidal, si fuera candidata, que es quedar asociada a la negatividad de Macri, complica cualquier asociación. Caminar por el desierto no es un gran programa.
Juan Schiaretti demostró ese límite ayer. Algunos líderes del radicalismo entraron en contacto con él en los últimos días. Lo hicieron a través de Guillermo Seita, el gestor de medios, encuestas y negocios que el gobernador suele imponer como interlocutor a los políticos. El excavallista Seita es, en sí mismo, una rotonda que puede llevar al mismo tiempo al excavallista Schiaretti, a Horacio Rodríguez Larreta o a Marcelo Tinelli. Esas conversaciones predijeron lo que sucedió en las últimas horas: Schiaretti hizo ayer una convocatoria a figuras imprevistas, como Tinelli y el controvertido Daniel Scioli, quienes podrían estar otra vez unidos contra Macri como en el cierre de campaña de 2015. La mención a Scioli fue entendida como un gesto a la Casa Rosada: los peronistas sospechan que Rogelio Frigerio guarda en un cajón de su escritorio el joystick del exgobernador.
Frente a su amigo Macri, Schiaretti podrá decir: misión cumplida. El objetivo principal de la Casa Rosada no es expandir Cambiemos, sino dividir al peronismo. La peor noticia sería, entonces, que Schiaretti se asociara a Cristina Kirchner . De Schiaretti se espera que reste votos a la fórmula que encabeza Alberto Fernández, quien en su interminable metamorfosis también fue cavallista. Y, si fuera posible, que hiciera un acuerdo antikirchnerista. Ese pacto podría sellarse antes de las primarias. Su cláusula principal sería permitir que en la provincia de Buenos Aires el candidato a gobernador de Cambiemos -hasta nuevo aviso María Eugenia Vidal- pueda figurar en la boleta del candidato presidencial de Alternativa Federal. Como hicieron en sus provincias Alfredo Cornejo y Gerardo Morales en 2015, asociándose a la vez a Macri y Sergio Massa. Para eso Macri debería conseguir que la Justicia anule un decreto de Macri.
El mandamás de Córdoba facilitó ese objetivo, llamando a terminar con la guerra entre dos bandos. Schiaretti está condicionado por las preferencias de su provincia. Allí, Macri cayó a un 35% de intención de voto, pero la señora de Kirchner no supera el 20%. La tercera vía federal será sostenida ad referendum de los resultados que muestren las primarias. El gobernador sigue recomendando unas PASO entre los postulantes que no se identifican con el Gobierno ni con el kirchnerismo. "De las encuestas no surge nadie que pueda reclamar la rendición de los demás", suele decir.
La operación Schiaretti dejó un cabo suelto: Massa. En el juego de Massa es clave la retórica. Él celebró que, con el lanzamiento de Alberto Fernández, "la grieta" ya estuviera superada. Esa exageración es el puente que inventó para negociar una integración con el kirchnerismo. Massa profetiza/desea que Cristina Kirchner abandonará su candidatura a la vicepresidencia. Si se diera esa condición, propone una unificación total del peronismo, en la que desafiaría a Fernández, su antecesor en la Jefatura de Gabinete de la señora de Kirchner. Massa jura que ese es su único objetivo. Pero tiene un problema: sus principales seguidores, entre ellos el intendente de Tigre, Julio Zamora, ya sirven café a Cristina Kirchner en el Instituto Patria. Por lo tanto, si no fuera posible competir por la candidatura mayor, tal vez deba descender a la gobernación, a la que juró mil veces no aspirar. Los intendentes del conurbano festejarían acompañarlo, en lugar de subordinarse a Axel Kicillof. La fidelidad de Kicillof se concentra en la expresidenta. Por eso es el mejor candidato para ella.
Las últimas noticias multiplican los problemas. Para confluir con Alberto Fernández, Massa debería convencer a alguien más que a Graciela Camaño: Tinelli. Para el showman, Fernández, a quien caracterizó alguna vez como "López Rega", antes que el representante de Unidad Ciudadana es el abogado de su multimillonario deudor, Cristóbal López. En Tinelli se piensa como gobernador de Buenos Aires.
Así como la Casa Rosada está interesada en que se sostenga Alternativa Federal de tal modo que el antimacrismo no se integre, para el kirchnerismo es esencial que Roberto Lavagna compita, para que el antikirchnerismo no se integre. Lavagna está abrazado a una hipótesis: la popularidad de Macri seguirá descendiendo y el electorado de Cambiemos estará disponible para una alternativa similar. Por eso privilegia su alianza con expresiones no peronistas, como el socialismo de Miguel Lifschitz y el GEN de Margarita Stolbizer. Esta diputada es una muralla doble. Impide, si hiciera falta hacerlo, un acercamiento de Lavagna con Carrió. E impide una asociación con la señora de Kirchner a través de Alternativa Federal, como sueña Massa. Lavagna, por su parte, rechazó incorporarse a la convocatoria de Schiaretti, con quien mantiene diálogo a través del empresario y exsenador Roberto Urquía. Ahora espera que la convención de la UCR, el lunes próximo, arroje a sus brazos a un sector de ese partido. Pero los radicales imaginaban que el proyecto del exministro de Economía tendría más volumen. Anoche entre ellos circulaba un mordaz tuit del periodista Sebastián Iñurrieta: "La fórmula sería Lavagna-Un Espejo". La convención tiene ahora un cometido principal: dotar a Cornejo de un poder muy amplio para negociar con Macri la participación radical en la oferta electoral. "No puede ser que influyamos menos que la lengua de Carrió", sintetizó anoche un descendiente de Yrigoyen.
Alberto Fernández no cuenta con el aprecio de Lavagna. Si quisiera influir sobre él para evitar que se asocie de algún modo con Cambiemos solo cuenta con Guillermo Nielsen, ascendente candidato a ocupar el Ministerio de Economía si regresara el kirchnerismo.
En su flamante vida de candidato presidencial, Fernández debe prestar atención más urgente a otros desafíos. Anteayer hubo un detalle crucial para la peripecia de Fernández. Julio De Vido emitió en su cuenta de Twitter un texto de su esposa en el que recuerda que los delitos por los que lo están juzgando en Comodoro Py, si fueran tales, también habrían sido cometidos por el jefe de Gabinete. Quien ocupaba esa función durante la gestión de De Vido fueron, entre otros, Fernández y Massa. Desde la cárcel de Marcos Paz, De Vido se ha integrado a la campaña.
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