Macri, Larreta, Riquelme y la invención del adversario
En la narrativa que se arma el expresidente, tanto el crack de Boca como el jefe de gobierno porteño son los socios que lo secundaron en sus mayores aportes públicos, pero lo “desilusionaron” en la preservación de valores
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¿Cómo preservar el poder después del poder? La pregunta aplica a Mauricio Macri y a Cristina Kirchner luego de sus renunciamientos. La respuesta no es fácil: el poder se desfleca rápido cuando no se juega. La vicepresidenta todavía no le encuentra la vuelta. Su última tabla de salvación es el conurbano bonaerense, pero no hay certeza: desde la derrota de 2021 y cada vez más, el voto peronista se ha vuelto un enigma. La líder del kirchnerismo arriesga mucho, si no todo, cuando deposita su destino en un electorado cada vez más esquivo y que ya no está en condiciones de controlar. Su problema es que no tiene opciones: para construir poder, el único territorio que conoce es la política: una vida dedicada a eso. En ese punto, en cambio, Macri tiene una ventaja, una diferencia sustancial con Fernández de Kirchner. Además de la política, el líder de Pro tiene a mano un tinglado más allá del partido que conoce como pocos: el fútbol es su respuesta. La política por otros medios.
En la Fundación FIFA y en Boca Juniors, Macri busca conservar, y seguir acumulando, eso que es central para perdurar en la esfera política: poder, popularidad y visibilidad. También, los enemigos convenientes: para Macri, Horacio Rodríguez Larreta es en la esfera política lo que Juan Román Riquelme en la futbolística. Los lee de la misma manera.
“Qué profunda desilusión”, tuiteó ayer Macri en relación con Larreta y el anuncio de las elecciones concurrentes en CABA. La misma desilusión le produce Riquelme: “Una cosa es el Riquelme jugador, que tuve el honor de haber traído dos veces, haber descubierto en Argentinos Juniors cuando era juvenil y traerlo para que ganemos una Libertadores en el mejor campeonato que jugó en su historia, pero nada que ver eso con ser dirigente deportivo”, dijo este domingo en el programa Si pasa, pasa, en Radio Rivadavia.
En la narrativa que se arma Macri, los dos, Riquelme y Larreta, son los socios que lo secundaron en sus mayores aportes públicos, la creación de un partido político competitivo, capaz de disputar y ganar elecciones, en el caso de Larreta; la modernización y democratización de un club de fútbol, capaz, además, de tener triunfos deportivos, en el caso de Riquelme.
A los ojos de Macri y su círculo de influencia en la interna de Pro, Larreta desafía lo que Macri considera su legado político: reglas de juego claras, respeto por la institucionalidad, más allá de la voluntad de poder de cada dirigente, la preservación de Pro como instancia republicana. “No cambiar las reglas electorales en un año de elecciones es un valor de JxC. La mayoría del Pro está en desacuerdo: hacerlo sería ir en contra de lo que hemos hecho”, sostuvo en Twitter.
La extrema tensión entre Macri y Larreta, que también atribuye el mismo espíritu a su decisión, pasa por ahí: quién es el mejor representante de los “valores” con los que se fundó Pro. Quién está dispuesto a dejar su personalismo de lado para preservar la continuidad del proyecto político de Pro. Para el macrismo, Larreta no lo es.
Lo sintetizó Hernán Iglesias Illia, cercanísimo a Macri. El excoordinador de políticas públicas de la Jefatura de Gabinete en la presidencia de Macri tuiteó ayer, cuando la interna de Juntos por el Cambio sintió el cimbronazo del anuncio de Larreta: “¿Qué te importa más? ¿Tu campaña para presidente o el partido que cofundaste hace 20 años? No hay otra pregunta”, dijo Iglesias Illia en Twitter. Se refería a Larreta.
El macrismo ve en la elección concurrente una estrategia riesgosa: la posibilidad de dejarle la puerta demasiado abierta a Martín Lousteau y el riesgo de perder la ciudad como bastión. Lousteau como el caballo de Troya que puede darse vuelta y que el personalismo de Larreta, su ambición presidencial, no ve o no quiere ver venir.
Esa pregunta abierta que deja Iglesias Illia lleva implícita la misma crítica que Macri le hace a Riquelme: un personalismo que pasa por encima de la preservación de la institución que crearon espalda con espalda. “El Boca que construimos juntos durante 12 años, en los que fue respetado por el mundo entero, hoy para mí está en crisis por la forma personalista que tiene Juan Román Riquelme para gobernar a su antojo”, dijo en Rivadavia. No es casual ese juego de espejos en el análisis que hace Macri de la interna política y de Boca. Macri está pensando el fútbol como la próxima instancia de su vida política. El fútbol es el seguro de caución que le garantiza su sobrevida. Con el renunciamiento, Macri no saltó al vacío: se había construido la red de Boca. Ni siquiera, todo parece indicar, dio un paso al costado: Boca será para Macri lo que para Cristina Kirchner fue el Senado, el palacio desde el cual incidir en política.
Se vio en las últimas horas: desde su renunciamiento y cada vez más, Macri hace dos cosas en paralelo, desafiar las decisiones de Horacio Rodríguez Larreta y anunciar su decisión de volver a la disputa por el poder futbolero. “Macri, metido de lleno en las elecciones 2023 en Boca”, se leía en los portales en estos días. De la República de Boca a la República Argentina, las dos elecciones presidenciales de este 2023 se confunden en ese titular. Contar con la esfera del fútbol como plataforma de renacimiento le da libertad de movimiento a la hora de enfrentar abiertamente a Horacio Rodríguez Larreta y sus estrategias electorales. Se la juega ahí porque está seguro de consolidar su influencia por otros andariveles y, al mismo tiempo, en un rulo estratégico encomiable, con eso seguir presente en la puja política.
Es un hecho que esa lógica de construir en el fútbol para consolidarse en política no es nueva en Macri. Antes de dar el salto a la política, fue la presidencia de Boca la que le dio proyección nacional. Ahí se hizo conocido. En esa esfera del fútbol comandada por Julio Grondona, el gran jugador del poder en ese mundo paralelo, Macri pulió sus tácticas para jugar al poder. Lo nuevo es el camino inverso, volver al fútbol para compensar su no lugar político. O al menos, un lugar poco tradicional en la política: el de expresidente que no está dispuesto a armarse una fundación y retirarse. Tampoco, a disputar despojos de poder que le llegan por su lugar de ex; ser senador, por ejemplo.
Macri sigue jugando el todo por el todo y lo hace con un desparpajo y una audacia semejantes a los que tuvo Cristina Kirchner cuando inventó la fórmula Fernández-Fernández. O con una audacia parecida a la que lo llevó a formar Cambiemos, casi en respuesta a aquel desafío de Cristina Fernández en 2011: “Si quieren tomar decisiones de gobierno, formen un partido y ganen las elecciones”.
El regreso como dirigente de fútbol podría verse como un paso atrás. O un paso plebeyo y menor después de haber sido presidente. Sin embargo, esa audacia le está dando frutos. El Mundial de Qatar le trajo la primera recompensa a ese salto: Macri estuvo en el centro de la felicidad argentina justo cuando la política es el eje de la infelicidad nacional. Tuvo la inteligencia de mostrarse en Qatar como un hincha más en la tribuna y rechazar la invitación a entregar medallas en la ceremonia final. Lo contrario del presidente francés, Emmanuel Macron. Hasta el emir de Qatar le jugó a favor cuando fue corriendo a sus brazos, y no Macri a los suyos, el día del triunfo argentino.
La operación “Reinventando a Macri” encontró una segunda oportunidad en el fútbol de esas ligas mayores. Fue en la gala del premio The Best cuando el debate político sintió el poder del mensaje, la foto de Macri junto a Messi y su mujer, Antonela Roccuzzo, y el Dibu Martínez y su esposa, Mandinha Martínez. Casi sin esfuerzos, solo por pertenencia natural a la esfera de la alta dirigencia del fútbol, Macri logró lo que el kirchnerismo se esforzó y no pudo. Al kirchnerismo este fútbol le quedó lejos. Para Cristina Kirchner, el fútbol es oportunidad de sobreideologización en su favor: para Macri, el fútbol es pasión de hincha, además de oportunidad para hacer poder aunque se esfuerce por disimular con una displicencia buscada su poder de dirigente. Su biografía en Twitter deja claro cómo le gusta pensarse y el lugar que tiene el fútbol: “Expresidente de la República Argentina. Miembro fundador de Pro Argentina y Cambiemos. Casado. 4 hijos. Hincha de Boca”. No hay mención a la presidencia de Boca.
Además de tener audacia, Macri tuvo suerte: su salto al fútbol coincidió con el triunfo de la selección de Messi en Qatar. Hoy, que el estigma de “casta” pesa sobre los dirigentes políticos, ser dirigente de fútbol en las grandes ligas y codearse con Messi lo legitima en un mundo paralelo donde el desprestigio se perdona más. Las acusaciones por corrupción a dirigentes de la FIFA pasan de largo en medio de la felicidad general por el triunfo. El fútbol lo legitima todo; la política desprestigia.
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