Macri: "Hay que tener tranquilidad con los boca de urna"
La escuela Wenceslao Posse, de Palermo, recibió a Mauricio Macri como en cada elección de los últimos años, aunque a la expectativa habitual generada por la presencia del Presidente se le sumó un condimento adicional que estuvo ausente en las PASO de agosto: un mayor acompañamiento de sus seguidores, que lo esperaron en la puerta del establecimiento para brindarle su apoyo.
Macri llegó de la mano de su esposa, Juliana Awada, con las tradicionales facturas que repartió entre los presentes. Antes de saludar a las autoridades de la mesa 6608, donde le tocó votar, dejó atrás los mensajes de la gente, quizás el último efecto de la campaña #SiSePuede, que se coronó con masivos actos en la 9 de Julio y en Córdoba.
"¡Fuerza, Presidente!", "¡No aflojes, Mauricio!", "¡Sí se puede, sí se puede!", fueron algunos de los gritos de un centenar de personas que quedaron del otro lado de la valla, separados por un operativo de seguridad que incluyó seguridad presidencial, de la Policía de la Ciudad y agentes de tránsito.
"Vine a darle mi apoyo al Presidente, a saludarlo si tengo la posibilidad. Necesitamos que la gente lo acompañe, no podemos permitir que vuelvan los ladrones", dijo Jorge Williams, un sastre que eligió un atuendo muy particular para vivir la previa de la votación del Presidente.
Con un traje a rayas verticales y los colores celeste y blanco, una bandera argentina colgada a modo de capa, dos pañuelos argentinos y un gorro negro con una cinta alrededor a modo de escarapela, Williams se robó las miradas de la gente antes de la llegada de Macri. Los niños les pedían fotos, pero también hubo adultos que no resistieron la tentación de tener su recuerdo con el hombre de las banderas.
"Votamos cerca de acá y cómo hicimos en las PASO, quisimos venir a saludar al Presidente y darle nuestro apoyo", soltó Veronica Franco, quien estaba junto a Diego González y el hijo de ambos, que hacía flamear una bandera argentina.
Apenas pasado el mediodía la euforia comenzó a crecer y los gritos de aliento fueron más intensos. Macri y Awada ya habían llegado a la escuela y después de saludar a sus seguidores se dirigió a la mesa 6608. Allí lo esperaba Lía Rueda, una histórica referente del Pro y vieja conocida del mandatario, como fiscal de mesa. Entregó un paquete con facturas, esperó su turno pacientemente, se sacó fotos con el resto de las personas que también votaban en esa mesa y luego votó.
Las bocas de urna no tienen rigor científico y no se pueden tomar en cuenta
"En esta elección se juegan visiones distintas de la Argentina. Esperemos que sea una elección histórica", dijo Macri al enfrentar a los periodistas que lo esperaban desde temprano. "Es una jornada en paz, con mayor concurrencia que en las PASO. Hay que valorar la paz y la libertad que vivimos en la Argentina para poder votar", enfatizó.
Respecto a los resultados, el Presidente fue mesurado: "Hay que esperar hasta después de las 21 con la mayor tranquilidad posible. En estos días uno siempre está más ansioso, pero hay que esperar hasta la noche".
"Las bocas de urna no tienen rigor científico y no se pueden tomar en cuenta. Hay que esperar hasta las 21 y si el resultado es parejo hay que esperar mucho más", insistió Macri.
Una marea de micrófonos y periodistas rodeaban el atril desde donde habló Macri, ubicado frente a la mesa donde votó y detrás del corralito reservado para la prensa. Según información de personal de protocolo y seguridad, hoy hubo más medios acreditados que en las PASO, sobre todo extranjeros y de otras ciudades argentinas.
Tomado de la mano de Awada, quien había votado un rato antes cerca de la escuela Wenceslao Posse, Macri contó que almorzará en su quinta Los Abrojos y luego partirá rumba a la quinta presidencial de Olivos para esperar el resultado de los comicios. No dijo, en cambio, cuándo planea llegar al búnker de Juntos por el Cambio, en Costanera Norte.
En la comitiva que acompañó a Macri estaban el secretario General de la Presidencia, Fernando De Andreis, y su vocero, Iván Pavlovsky. La salida del establecimiento de Palermo fue tal cual su llegada. "¡Dios te bendiga, Mauricio!", le imploraba una anciana desde el primer piso. Otra mujer, en silla de rueda, esperaba para saludarlo con un beso en la mejilla. El grito de "si se puede, si se puede" acompañó al Presidente en su andar final.
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