Macri apuesta su futuro a un incierto "régimen de transición"
El Presidente luce como un boxeador que recibió un golpe que lo descolocó. Él asegura que vio venir la mano traicionera, pero que de todos modos era imposible esquivarla. Ahora recuperó el centro del ring después de andar por las cuerdas, pero ya no se atreve a hablar del plan de pelea, combate round por round. Vive al día.
La paz cambiaria de octubre le permitió a Mauricio Macri repasar en estos días con su entorno cercano cómo se descarrió el proyecto que tenía para este año. Ya no discute que hubo una secuencia de "errores no forzados" que agravaron la situación, en la que no duda en incluir la ya histórica conferencia de prensa del 28 de diciembre pasado, una política errónea del Banco Central y la descoordinación en el equipo económico. Incluso admite como una equivocación haberse "obsesionado" con la inflación . Pero al mismo tiempo está convencido de que no había manera de amortiguar el impacto del giro en los mercados globales, que pasaron de destinar a los países emergentes US$100.000 millones en 2017 (de los cuales el 30% terminaron en la Argentina) a US$7000 millones este año. Es el costo de necesitar US$30.000 millones al año de prestado.
Ahora abandonó definitivamente el discurso optimista y se volvió un hiperrealista. Confía en que después de unos meses tormentosos la economía retomará la senda de la recuperación de la mano del campo, la energía y la minería. Está conceptualmente convencido del camino que tomó, pero no hace proyecciones de plazos ni de cifras. "Ya nos equivocamos muchas veces como para seguir haciendo pronósticos", se escuda.
El economista Carlos Melconian , quien aún mantiene un contacto regular con Macri, habló esta semana de "régimen de transición". Es la misma expresión que utilizan las calificadoras del mercado para referirse a la Argentina. Aluden al período que va desde el reciente acuerdo con el FMI hasta las elecciones de 2019 , la brecha en la que el país tiene cubierta sus necesidades de financiamiento por los desembolsos que anunció Christine Lagarde . Tal como quedó expresado en el documento del Fondo, la economía argentina ingresó en un período de tutela directa. Es un paraguas esencialmente político e institucional facilitado por el excéntrico Donald Trump , protagonista de la mayor paradoja política: es quien con la suba de tasas y la guerra comercial sacudió los mercados y desnudó las debilidades de la Argentina, y al mismo tiempo es quien más cooperó para que el país no cayera en default . Lo hizo al ayudar a sortear las objeciones de algunos miembros europeos del directorio del Fondo Monetario para aprobar el último paquete. Hoy es el principal soporte internacional de Macri y de hecho habla con él más seguido de lo que trasciende. El Presidente a veces se sorprende por las "locuras" de su colega norteamericano, pero le reconoce sensibilidad para entender lo negativo que sería para la región el hundimiento de la economía argentina.
Pero más allá de la protección de la Casa Blanca, los mercados todavía desconfían profundamente. La diferencia entre los bonos que vencen en 2019 y los que lo hacen en 2020 es clara en ese sentido. El futuro tiene ese límite, no existe el más allá. El propio Nicolás Dujovne percibió un nítido escepticismo cuando estuvo esta semana en Nueva York. "La situación se calmó porque el Banco Central encontró un mecanismo para frenar la volatilidad, lo cual sumado al acuerdo con el FMI generaron cierta tranquilidad. Pero las dudas se mantienen. La Argentina sigue siendo un país vulnerable", reflexiona el analista regional de una de las principales consultoras globales. El termómetro del riesgo país recién cedió algo hacia el fin de esta semana, después de un mes de calma cambiaria y torniquete monetario. Igual que Macri, los mercados son muy cautos.
Emerge entonces una pregunta central en todos los sectores políticos y económicos, locales e internacionales: ¿qué dinámica terminará dominando la realidad argentina durante el período de transición? ¿La que propone el Gobierno, basada en la paciente aceptación social del ajuste, entendiendo que no hay atajos para sortear el déficit productivo estructural del país, que lo ha llevado a fracasar con todas las recetas monetarias que aportan los libros de teoría económica? ¿O por el contrario prevalecerá el malhumor creciente generado por el interminable círculo de subas de tarifas-inflación-recesión, que asfixia a sectores importantes de la sociedad y que derivaría nuevamente en alguna forma de populismo económico?
En pocos momentos de la historia un país se encuentra ante ese cruce de rutas fundamental, sobre todo porque hay pocos estímulos para adoptar el camino más largo y complejo. Una de las principales consultoras de opinión pública del país tiene números que marcan que todos los indicadores políticos y económicos están en el nivel más bajo desde el período 2002-2003. La expectativa siempre ha sido el combustible esencial del planteo estratégico de la Casa Rosada, pero en la medición del índice de confianza del Gobierno que elaboran la Universidad Di Tella y Poliarquía Macri está por primera vez en el mismo nivel que Cristina Kirchner al final de su mandato; y el índice de confianza del consumidor pasó del 51,1% en octubre de 2017 al 32,6% el mes pasado. ¿Puede una sociedad protagonizar un cambio cultural como el que pregona Macri con más de 40% de inflación y una baja sensible en el consumo? Cuando el Presidente asegura que la gente de a pie interpreta mejor su propuesta que el círculo rojo, ¿lo hace porque la maquinaria de percepción social que montó Jaime Durán Barba adquirió precisión científica o porque tres años en el ejercicio del poder le hicieron perder la capacidad de interpretar el malestar general?
En su exitoso y debatido libro Why Nations Fail (Por qué fracasan las naciones), los economistas Daron Acemoglu y James Robinson plantearon que la diferencia central entre los países que prosperan económicamente y los que no pueden hacerlo es el tipo de instituciones con las que cuentan. Si proporcionan incentivos para la inversión y la innovación, y si son inclusivas de todos los sectores sociales, es más probable que evolucionen. Desde una mirada liberal buscan desacreditar los planteos deterministas clásicos que atribuyen a la geografía, la cultura o la religión las razones del desarrollo de un país.
Es lo que los mercados buscan discernir en el caso argentino y no logran encontrar respuestas firmes. Un operador financiero extranjero intentaba entender esta semana lo que pasó en el Senado cuando un grupo de gobernadores peronistas desafió al jefe de su propio bloque, Miguel Ángel Pichetto , en medio del debate del presupuesto, porque negoció directamente con Cambiemos una limitación al impuesto a los bienes personales. Los mandatarios resucitaron la discusión por el fondo sojero y colgaron un signo de interrogación sobre la sesión del 14 de noviembre, para cuando hay un pedido de preferencia para tratar la derogación del DNU que lo recortó. Se trata de una bomba de $80.000 millones que descalibraría todos los cálculos.
Pichetto, que incluso amagó con renunciar, habló con Marcos Peña y con Emilio Monzó para que les busquen una compensación a los gobernadores liderados por Gildo Insfrán , Gerardo Zamora y Rosana Bertone, quienes aseguran que el Gobierno les tiene frenadas transferencias. La cantidad de compensaciones que debió otorgar la Casa Rosada para lograr la sanción del presupuesto torna irónico el discurso oficial cuando habla del acompañamiento de la oposición. "Todos quieren putear contra el Gobierno y sacarle toda la plata que pueden", ilustra con franqueza uno de los principales referentes del peronismo "alternativo". Es una de las actitudes que más altera a Macri, quien además recibió desafíos desde su frente interno. ¿Cómo se explica si no la urgencia en discutir sobre la recomposición del Fondo del Conurbano con María Eugenia Vidal, cuando todavía tiene sentados a la mesa de diálogo a los gobernadores peronistas?
El Gobierno sabe que el período de transición se define en los dos meses que quedan antes de fin de año. Si logra sortearlos sin desbordes económicos ni sociales, mantendrá las chances de ganar la pulseada cultural y levantar la vista hacia las elecciones. La otra opción es más conocida.
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