Luis Zamora: “Son los propios partidos tradicionales los que desprestigian a la política”
El precandidato a diputado nacional por Autodeterminación y Libertad (AyL) propone “sacar a la dirigencia y que el pueblo decida”; el ejemplo de 2001 y el desafío de lograr “que se vayan todos, pero que no vuelvan”
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Hace tiempo que Luis Zamora dejó de pensarse a sí mismo como un dirigente político. A casi 20 años del estallido social de 2001 que lo tuvo como uno de sus símbolos, el referente de izquierda ve el creciente descontento hacia la dirigencia con más con optimismo que con preocupación. Acompañado por Fernando Vilardo, quien ocupa el tercer lugar en la lista de precandidatos a diputados nacionales de Autodeterminación y Libertad (AyL), y por Marta Martínez, actual legisladora porteña que busca su reelección, Zamora dialogó con LA NACION en la recta final hacia las PASO del próximo 12 de septiembre. “El Frente de Todos y Juntos por el Cambio aparentan matarse, pero coinciden en reestructurar la deuda y pagarla con la plata del pueblo”, definió.
-En los últimos años, usted parece haberse corrido de las discusiones que envuelven a los demás partidos de izquierda.
Luis Zamora: -Autodeterminación y Libertad nace porque pensábamos que había que abandonar la idea de construir direcciones de izquierda para reemplazar a las dirigencias tradicionales. Por eso nuestra principal propuesta, la que venimos planteando desde hace años, es que el pueblo se asuma como sujeto y saque a toda esta corporación de dirigentes que están al servicio del poder económico, desde los políticos hasta los empresarios, los sindicalistas y los jueces. Mientras tanto, desde la izquierda siguen planteando lo mismo, que hay que dirigir a la clase trabajadora. Repiten y repiten que hay que pelear por cambiar a estos dirigentes por otros. Nuestra campaña es concreta: saquemos a la dirigencia y que el pueblo decida.
-¿Les preocupa que la “antipolítica” pueda ser capitalizada por derecha en lugar de por izquierda?
Fernando Vilardo: -Las condiciones de vida cada vez se deterioran más y eso genera un desprestigio hacia la dirigencia política, acá y en el mundo. Eso puede llegar a canalizarse por derecha, aunque por un sector de la derecha vinculada al poder económico que utiliza a los Milei, a los Bolsonaro, a los Trump. Son personajes que desde el discurso se muestran disruptivos, pero que en realidad son bien del régimen. Sin embargo, las crisis por arriba se pueden expresar también a través de respuestas de los propios pueblos, como ocurrió en Chile. Son movilizaciones autodirigidas y que representan a un pueblo que empieza embrionariamente a buscar otros caminos. La rebelión de las mujeres es otro ejemplo de eso. Sacudió todo y no tiene dirigentes.
-¿Qué papel cumple la juventud en este contexto?
Vilardo: -Vos recién mencionabas la palabra “antipolítica”. Lo que hay, en realidad, es desconfianza en los políticos. Son dos cosas muy distintas, porque existen muchos jóvenes interesados en los problemas políticos, ya sea ambientales o de género.
Zamora: -El rol de la juventud en Chile fue fundamental, con tendencia a ser más democrática, no más reaccionaria. Son los propios partidos tradicionales los que desprestigian a la política. No hace falta que haya una campaña en contra ellos, son ellos mismo los que la hacen. Con casi un 50% de pobreza, hay sectores de la población que tienen tan poca expectativa en el régimen y en las elecciones, que ni siquiera sabe que se vota, porque no tiene interés. Eso abre la posibilidad para que haya caminos más de lucha, caminos más democráticos.
-¿Autodeterminación y Libertad se presenta como un canalizador de todo eso?
Zamora: -Como un promotor, más que como un canalizador. Por eso nos parece tan políticamente errada la consigna de ser “tercera fuerza” tal y como la plantea el Frente de Izquierda. Nosotros queremos que el pueblo sea la primera. Queremos empujar ese proceso, para que el pueblo trabajador sea la primera fuerza. Hoy la primera fuerza es la clase empresarial.
Vilardo: -La cuestión está en cómo empujamos y aportamos para que toda esa bronca empiece a hacer construcciones desde abajo. Es lo opuesto a “canalizar”. Nosotros decimos que en lugar de buscar dirigentes, lo que la población tiene que hacer es autodirigirse. No queremos ponernos de acuerdo en dos o tres cosas para ver si conseguimos alguna banca. Queremos ser serios en cuanto a la profundidad de los problemas que se enfrentan y a partir de ahí empezar a discutir esa unidad de la izquierda de la que tanto se habla, pero no a partir de acuerdos electorales. Los problemas que tenemos no se van a solucionar con una banca, ni con dos ni con tres. Esos problemas recién se pueden empezar a solucionar si nos sacamos de encima a quienes deciden por nosotros todos los días y logrando que el pueblo sea sujeto, no objeto que elige cada dos años.
- ¿A la crisis de 2001 la consideran como una oportunidad perdida?
Vilardo: -Fue un momento en el que, en el contexto de una crisis económica y social muy aguda, el pueblo dijo “que se vayan todos”. Ahí hubo algo embrionario, que tiene vasos comunicantes con lo que pasó en Chile, con lo que pasó en Estados Unidos, con la rebelión feminista en la Argentina. Es cierto que después hubo algunos años de crecimiento y mejoras en las condiciones de vida, pero el 2001 es algo que no está cerrado. Cuando vemos el desprestigio que tiene hoy al dirigencia, vemos cosas en común con aquello. El desafío de los próximos tiempos es lograr “que se vayan todos”, pero asumiendo la necesidad de construir algo para que no vuelvan.
Martínez: -Lo que nosotros y nosotras vemos desde AyL es que lo importante no es una banca, sino el pueblo, que es el que tiene la posibilidad de decidir. Cuando el pueblo dijo “basta”, sacó a [Fernando] De la Rúa. Si hay algo de ejemplo en el 2001 es que es la población la que puede sacarse a la dirigencia y decidir cuáles son las prioridades.
-¿Creen que un acuerdo con el FMI promovería un desprestigio mayor de la dirigencia?
Zamora: -Nosotros peleamos para que eso suceda. Nos encantaría contar con más fuerza para poder promoverlo. El acuerdo con el FMI es el punto más importante de la política de la clase dominante para los próximos diez años. En la campaña electoral, el Frente de Todos y Juntos por el Cambio aparentan matarse, sin embargo, coinciden en reestructurar la deuda y pagarla con la plata del pueblo. La oposición lo firmaría ya, mientras que el Gobierno, como sabe que eso lo desprestigiaría frente a un sector de la población, posterga el arreglo para después de las elecciones. Es la única certeza política, respecto a todo lo demás no saben qué van a hacer. Pero ellos saben que tienen un pueblo fuerte enfrente que no estaría de acuerdo con más reformas, como ya se lo demostró a Macri.
Martínez: -La dirigencia ha llevado a la población no solo a una crisis económica, sino también a una crisis sanitaria. El tema de la pandemia no fue menor. Nos encontramos con que no teníamos infraestructura para garantizarle la salud a la población, no teníamos cómo afrontar una situación de emergencia como la que se presentó.
Vilardo: -En 2019, Alberto Fernández canalizó el malestar que había con el ajuste macrista. Sin embargo, no cumplió con sus promesas, como la de aumentar un 20% las jubilaciones a partir de meterle la mano en el bolsillo a los bancos. Hoy el sistema financiero sigue ganando fortuna con las Leliq y los jubilados están cada vez peor. Lo que se viene es de vida o muerte. Después de una crisis histórica como la que hemos vivido, independientemente de las PASO, lo que tenemos es que los principales partidos acuerdan en que hay que hipotecar las condiciones de vida del pueblo a costa de firmar con el FMI. Por eso, cuando decimos que es de vida o muerte, no estamos exagerando. No es una consigna. El desafío lo tiene el pueblo en sus manos, que se tiene que sacar de encima a la dirigencia.
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