Son incorregibles. Y peligrosos. Y, también, ineficientes.
Cuando todos deberíamos estar hablando del trabajo conjunto que habría permitido encontrar a M., tenemos que ponernos a analizar a este Gobierno de gente que vive a las trompadas. A este Gobierno de violentos.
¿De qué otra manera se podría calificar a Sergio Berni después de que nos acabamos de enterar que empujó y lo agarró del cuello al secretario del Ministerio de Seguridad a nivel nacional, Diego Villalba, mientras le gritaba “inoperante, hipócrita y oportunista”?
Pero, además de todo eso, Berni, a mi entender, es un vende humo y un ineficiente. Porque se la pasa más en la tele que en donde tiene que estar. Porque en la provincia sube el delito, pero él no te aporta ni una estadística confiable. Porque a M. la encontraron los vecinos, y no ese ejército que parecía swat. Porque el show que hizo con la niña es imperdonable.
Porque cuando ataca a Sabina Frederic de la manera que lo hace, aunque a mi no me parezca una ministra brillante, está agrediendo a una mujer. Porque desde el punto de vista de la gestión está atacando, además, a una colega que forma parte de un equipo. Y hasta desde la lógica del peronismo ataca a una compañera y le da de comer a la oposición.
En el oficialismo ya están diciendo que la culpa no es del chancho (Berni), sino de quienes le dan de comer. Es decir: Axel Kicillof, y Cristina Fernández de Kirchner.
Pero, si profundizamos un poco el análisis, podremos concluir que se trata no ya de un ministro, sino de un Gobierno de violentos. ¿De qué otra manera se puede calificar, sino, a un Gobierno integrado por el flamante ministro Martín Soria?
Porque resulta que ahora nos estamos enterando de que Soria no solo le pegó una trompada, en marzo de 2007, al fallecido dirigente peronista de la provincia de Río Negro Jorge Ponce de León. Que no solo agarró del cuello a un periodista, lo llamó delincuente y lo amenazó con dejarlo sin trabajo.
Ahora también sabemos, que en abril de 2013, cuando era intendente de General Roca, le tiró el auto encima a una trabajadora, la secretaria de comunicación de ATE Río Negro, Marta Castillo.
Y eso, sin mencionar los repetidos insultos machistas que propinó a una senadora, Silvina García Larraburu, a quien la acusó de comportarse como una “novia despechada”. Por suerte, la dirigente no se calló y lo mandó el psicólogo.
Pero volvamos al punto que nos importa. La violencia, la agresión y el patoterismo de la mano de la ineficiencia. O la inoperancia, como diría Berni.
Porque… ¿es efectivo o es un verdadero inoperante, un ministro de Justicia que trabaja de provocador y que pretende ser recibido por la Corte Suprema para cantarle cuatro frescas? Porque hay que decirlo de una vez: no solo son violentos, sino también ineficientes. Y hasta peligrosos.
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