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Separemos la paja del trigo. Vayamos al grano. La mayoría de los argentinos está pidiendo al Gobierno tres cosas concretas: que paren de robar; que dejen de pelearse; y que reconozcan los desastres que hicieron y los empiecen a arreglar, porque esto no da para más.
Un solo ejemplo de cada cosa. “Dejá de robar garca”, le gritó un vecino al intendente de La Matanza el pasado viernes 7 de mayo, en horas de la mañana, mientras hacía campaña con la plata de los vecinos. Fernando Espinoza se dio por aludido. En esta ciudad bonaerense viven allí casi 2 millones de personas. Es “la quinta provincia” argentina. Hay más habitantes que en Mendoza y en Tucumán. La población aumentó más del 40 por ciento desde 2001. La Matanza siempre fue gobernada por peronistas. Siempre. Desde hace 38 años. Espinoza la manejó, primero, seis años- desde diciembre de 1999 hasta diciembre de 2005. Después se “la prestó” durante cuatro años, a Verónica Magario. El 12 de diciembre de 2019 se la volvió a “apropiar”. Las denuncias de corrupción contra funcionarios de La Matanza, incluido su intendente, son innumerables. Citemos solo una: Espinoza y Magario se apropiaron de una enorme cantidad de dinero que usan a discreción, como lo hizo Néstor Kirchner con los fondos de Santa Cruz, en su momento. En marzo de ese año ese fondo ascendía a 123 millones de dólares. Casi 12 mil millones de pesos. Cuando El Dipy, que nació y se crió en La Matanza, vio el video contra Esinoza, tuiteó: “La gente se está empezando a despertar”. Ojalá.
Cuando decimos “dejen de pelearse”, significa: dejen de disputar la manija, el queso, el poder. ¡Ey! ¿Están disociados de la realidad? ¿No saben contar los muertos del COVID? Porque ya estamos casi en 70 mil, sin vacunas suficientes y con miles de vacunados vip. (Desde Horacio Verbitsky hasta el impresentable y el inmoral de Carlos Zannini que se robó dos vacunas; una para él y otra para su esposa, mintiéndonos en la cara, haciéndose pasar por personal médico).
Y cuando decimos “dejen” de pelearse también nos preguntamos: ¿Por qué el Presidente no hace valer su autoridad, si fue elegido para gobernar la Argentina? No Cristina; no Máximo; no el gobernador que grita pero no gestiona, Axel Kicillof; no Oscar Parrilli; no el subsecretario Federico Basualdo). ¿Por qué tenemos que aguantar que jueguen a la internita por los diarios para dirimir quien la tiene más larga? ¿Por qué tenemos que “fumarnos” la foto de “la unidad” si sabemos que fue de mentirita, solo para ver si pueden ganar las próximas elecciones? ¿Y por qué tenemos que fumarnos que aparezcan amontonados, sin distanciamiento social, mientras nos dicen que hay que cerrar las escuelas? ¿Y por qué tenemos que soportar la aparición del ministro Martín Guzmán reaccionando ante los ataques de Kicillof y diciendo, como si fuera una novedad, que el congelamiento de las tarifas es un subsidio para ricos? ¿Por qué tenemos que cortar clavos para rogar que Cristina no lo termine volteando a Guzmán y ponga un talibán del estilo de Kicillof, el peor ministro de Economía de la historia reciente?
Es más: todo sería más fácil si, por lo menos, reconocieran algunos de los errores que vienen cometiendo desde que se inició este nuevo engendro, en diciembre de 2019.
Porque, como bien repite Luis Brandoni, a quien quiera escucharlo, que no es muy justo que sigamos pidiéndole autocrítica al gobierno de Mauricio Macri, pero no casi no le pidamos autocrítica a este cambalache denominado “coalición gobernante”. ¿Por qué no hacen una sola autocrítica? Quizá Alberto, Cristina, Massa, están tan ocupados peleándose que no tienen tiempo de revisar las decisiones de las que son responsables, ni las promesas incumplidas.
Vamos a mencionar solo tres:
- La cantidad de vacunas que el Gobierno prometió, y que todavía no tenemos. Hoy estaríamos más cerca de Estados Unidos e Israel.
- Dos: la devaluación de la moneda. Un 57 por ciento, si se toma el dólar oficial. Casi un 120 por ciento, si se calcula sobre el dólar blue. Y esa devaluación, a su vez, produjo: una pérdida de 155 mil puestos de trabajo en el sector privado; más de 700 mil puestos si se suman el sector informal y de trabajadores por cuenta propia; el cierre, solo durante 2020 de 90.700 locales y la desaparición de 41.200 pymes; un aumento de la pobreza del 35 al 42 por ciento, lo que implica haber llegado al peor nivel desde 2004, cuando estaba en el 45 por ciento. Ahora hay casi 20 millones de pobres y más de 3 millones de indigentes.
- El tercer elemento es la promesa de que le iban a devolver la dignidad y el poder adquisitivo a los jubilados. Escuchá bien: solo las jubilaciones de la mínima cayeron un 5 por ciento. Y si se hubiera dejado la fórmula propuesta por el gobierno anterior, los aumentos a los jubilados hubieran acompañado al crecimiento de la inflación.
Autocritica, señores. Y si no les da la cara para hacer una mínima autocrítica, prueben con mirarse al espejo. Revisen lo que decían hace poquito, en la campaña presidencial de 2019, cuando se proponían como los garantes de una solución para la Argentina.
Y esto va para vos, Máximo, si todavía te queda una pizca de honestidad intelectual, política y personal.
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