Los apóstoles del “luche y no vuelve”
El Presidente, su ministro de Economía y su ministro del Interior compiten contra una hipotética candidatura de la vicepresidenta; estupor kirchnerista por una foto de Wado de Pedro; la última promesa incumplida de Alberto Fernández
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Fernando Henrique Cardoso formuló una categoría muy adecuada para interpretar algunas inflexiones del discurso populista: utopías retrospectivas. Se refiere a esas presentaciones del curso de la historia en las cuales la tierra prometida no es un lugar al que hay que ir, sino al que hay que regresar. Esta forma de convocar al electorado, que se sostiene sobre un fondo melancólico, es muy grata al kirchnerismo. Por eso el reclamo para que Cristina Kirchner admita ser candidata recurre a la consigna “luche y vuelve”. Este sábado, en Avellaneda, volverá a exhibirse esa reliquia color sepia. Los que la desempolvan desafían al destino. Les convendría leer Conocer a Perón, donde Juan Manuel Abal Medina reconstruye de memoria el proceso para el que se creó esa frase, y que tuvo un desenlace catastrófico.
La reunión de Avellaneda fue convocada para corregir un error. Cuando, presa de un arrebato emocional, Cristina Kirchner aseguró que su nombre no figurará este año en lista alguna, dejó a su feligresía sin una herramienta de presión indispensable en la disputa de poder. El kirchnerismo queda muy debilitado si no puede amenazar con una candidatura de su jefa. Para resolver este problema se recurre a una alquimia verbal inconsistente que intenta transformar una inhabilitación penal en una proscripción.
El reclamo de este sábado no es intrascendente. Los que se reúnen no son sólo los dirigentes de La Cámpora. Es el peronismo de la provincia de Buenos Aires, que incluye a los principales caudillejos del conurbano. Ese bloque postula a la señora de Kirchner. ¿Se mantendría también unido detrás de otro candidato? Es una incógnita importante, que explica la urgencia para que ella traicione su juramento. Sea buscando la presidencia o postulándose como senadora. Esos movimientos condicionan el tablero más allá del peronismo. Si Cristina Kirchner peleara por regresar a la Casa Rosada, Mauricio Macri tendría un argumento muy estimulante para sumarse a la carrera. Para el caso de que busque una senaduría, muchos imaginan una competencia con Elisa Carrió por el mismo cargo. El juego sigue abierto.
El kirchnerismo llegará a la asamblea de Avellaneda después de dos episodios relevantes. Hoy el tribunal oral que condenó a la vicepresidenta por las irregularidades en obra pública de Santa Cruz leerá los fundamentos de ese fallo. Mañana, la condenada dará una clase en Viedma, invitada por la Universidad de Río Negro. La visita es una exhibición de pragmatismo frente a las urgencias electorales. En esa provincia ella da la espalda a sus seguidores más estrictos, cuyo único programa ha sido invadir la estancia de Joe Lewis en nombre de la soberanía nacional, para aliarse con el senador Alberto Weretilnek, un extrapartidario.
Es probable que en el aula magna rionegrina Cristina Kirchner vuelva a referirse a su calvario judicial. Aunque sus acólitos esperan que sólo hable de economía. Es un problema para Sergio Massa, uno de los abanderados de la consigna “luche y no vuelve”. Massa sigue soñando que alcanza con que su “plan parche” no ingrese en un tornado, para que el dedo de la señora de Kirchner lo impulse hacia la Presidencia. Esta es la razón más profunda del enojo que le provoca la denuncia opositora de que “está dejando una bomba al próximo gobierno”. Massa todavía sueña con que la bomba se la está dejando él.
La discusión, que se reanimó por el canje de la deuda en peso con los bancos y compañías de seguros, es trivial. Los que aceptan bonos atados a una inflación anual del 100% saben que el próximo gobierno, cualquiera sea su signo, estará obligado a renegociar esos papeles. Y ellos a aceptar esa renegociación. Algo parecido sucede con la deuda en dólares: de otro modo el riesgo país no sería de 2000 puntos. El Fondo Monetario Internacional, dado el volumen de su acreencia, está en el mismo trance.
La polémica oculta un problema delicado. La bomba puede explotar antes de fin de año. No tiene que ver con el exceso de pesos sino con la falta de dólares. La escasez de agua determina que habrá una caída de 15.000 millones de dólares en las exportaciones agropecuarias. Los registros de lluvia acumulada equivalen a los de 1922-1923, cuando se produjo la mayor sequía de la historia registrada. Un desastre productivo. Al mismo tiempo, el Banco Central ya tiene comprometidos 10.000 millones de dólares con los importadores. Quiere decir que enfrentará un estrangulamiento de 25.000 millones de dólares en los próximos meses. Esa es la tormenta que se cierne sobre Massa. Mientras él camina hacia ella, dentro de su Ministerio se ha montado una pujante industria del soborno para acceder a las divisas, como describió Francisco Olivera en LA NACIÓN.
El riesgo cambiario es sólo un aspecto de un horizonte más amenazante, que desvela a muchos empresarios. Ellos presumen que, dentro de los próximos 12 meses, la Argentina enfrentará un cimbronazo en el tipo de cambio y un agravamiento de la inflación, que se sumarán al endiablado paisaje monetario, fiscal y energético. La pregunta que se hacen esos hombres de negocios es sencilla: ¿alguien de la dirigencia partidaria está preparando a la sociedad para ese trauma? A veces pareciera que el debate político es una extraordinaria coartada para eludir este problema.
Massa todavía está discutiendo con el sector financiero una garantía para los nuevos bonos, que no resulte escandalosa. La oposición prepara al respecto una denuncia judicial, reclamando entre otras cuestiones, que el canje pase por el Congreso Licencias poéticas de la polarización: Martín Guzmán reprochaba al endeudamiento de Cambiemos haber eludido ese ritual. En el Palacio de Hacienda también se explora la posibilidad de que, a cambio de comprar bonos en dólares, los bancos tengan un acceso más amplio al contado con liquidación y a la remisión de dividendos.
Massa aprovecha estas complicidades para ufanarse de ser un candidato aceptable para las empresas. Mañana, cuando la señora de Kirchner esté enseñando Economía, él trasladará su eterno espectáculo de luz y sonido a Wall Street, para festejar en la Bolsa los 30 años de cotización de YPF en Nueva York. Aparecerá con el presidente de la empresa, y su traductor simultáneo al inglés, Pablo González. Es uno de los preferidos de la vicepresidenta. A tal punto que hay quienes fantasearon con verlo en la fórmula presidencial. ¿Massa-González? Los pingüinos soñarían, si no fuera tan tarde, González-Massa. González prefiere mirar a Santa Cruz.
Los fuegos artificiales de Massa contrastarán con el mal momento que pasó Pablo Iuliano, el CEO de YPF, durante una cumbre empresarial sobre gas, en Houston, cuando le preguntaron cómo se desarrollará ese sector en un marco de restricciones macroeconómicas asfixiantes. Vale la pena leer la crónica de Sofía Diamante en este diario, porque expone la distancia entre fantasía y realidad.
Indiferente a toda evidencia, Massa promete a Cristina Kirchner ser “un Alberto que podría funcionar”. Compite en ese desfile de modelos con Wado de Pedro, quien también tiende puentes con sectores que son esquivos para la vicepresidenta. Otro militante del “luche y no vuelve”, el ministro del Interior volvió anteayer a concurrir a Expoagro, la mayor exposición del agrobusiness. Un detalle de esa visita encendió la hoguera en el kirchnerismo a ultranza: la foto en la que aparece departiendo con el ejecutivo del grupo Clarín Jorge Rendo. El registro fue festejado por los diputados de Juntos por el Cambio en la Comisión de Juicio Político, donde los kirchneristas describen a Rendo como el maquiavélico organizador de una mafia mediático-judicial. Horacio Rosatti resistió la tentación de empapelar los despachos de la Corte con la foto.
Las redes sociales se saturaron de mensajes de seguidores recalcitrantes de la vicepresidenta, indignados por el gesto del “Paisano K”, como llamó Julio De Vido a De Pedro. Se refería a la mención que hizo el boxindanga Carlos Mahiques en uno de los chats de los viajeros a Lago Escondido. Los Mahiques son, como De Pedro, de Mercedes. El más enojado ayer fue Víctor Hugo Morales, quien dijo que “Wado no puede ser candidato a presidente”. Un chistoso que milita en Soberanxs, la corriente liderada por Alicia Castro, preguntó: “¿Cuándo llega la foto de Wado con Pepín?”. A la irritación se sumó el desconcierto, cuando esos mismos talibanes vieron que, apenas regresó de Expoagro, el ministro fue ubicado en la primera fila de un acto de Cristina Kirchner con Estela de Carlotto.
La clemencia de la señora de Kirchner tiene varias explicaciones. La más obvia es que ella siente por De Pedro un cariño que da fueros. Hay otro motivo: De Pedro es director de Telecom, la principal empresa de Clarín, en representación del Estado. Y fue destacado allí, como miembro de La Cámpora, para buscar algún tipo de pacificación en un conflicto que nació hace quince años. Máximo Kirchner suele explicar a su círculo más cercano que “nosotros siempre exploramos un entendimiento pero nunca encontramos eco en la otra parte”. Cuando dice “siempre” quiere decir hasta estos días, más allá de la agresividad retórica. Estas expresiones deben ser leídas a la luz de una clave: una de las razones principales que inhiben a la vicepresidenta de lanzarse a una campaña electoral es la crítica de Clarín y, en general, de la prensa independiente. “No les voy a dar el gusto de competir para que durante seis meses me traten como una bandida”, suele repetir.
En este contexto hay que observar una novedad inminente: la semana próxima el directorio del Enacom debe aprobar el pliego de la licitación del espectro radioeléctrico para la tecnología 5G de telecomunicaciones. Se resolverán los precios y el número de participantes. Telecom es uno de los protagonistas del negocio. Para Massa, jefe político del titular del organismo Claudio Ambrosini, es una encrucijada: prometió en Washington que no se abriría el mercado para Huawei, el proveedor chino; pero Telecom opera con Huawei desde antes de que Clarín compre la empresa. De cualquier manera, es impensable que Massa tenga la única palabra en estas decisiones. Máximo Kirchner está cerca del tema. También Juan Manuel Olmos, el principal agente de la Casa Rosada para estas tratativas. Para Juntos por el Cambio es un dilema inverso al de los bonos. En este caso preferirían que “la bomba” les explote a ellos.
El tercer apóstol del “luche y no vuelve”, el jefe de campaña, es Alberto Fernández. Cualquier aclaración es inconducente: Cristina Kirchner no cree, Cristina Kirchner sabe que él dijo a Roberto Navarro, de El Destape, en una entrevista off the record, que su misión es terminar con 20 años de kirchnerismo. La poco que quedaba de ese vínculo terminó de disolverse. Aquella afirmación, “nunca más me voy a pelear con Cristina”, se ha convertido en otra promesa incumplida.
El Presidente eligió una colina en el campo de batalla. Se presentó como el encargado de terminar con el narcotráfico en Rosario. Envió allí a su colaborador más fiel, Aníbal Fernández.
En el lanzamiento de su saga, el Presidente tomó una iniciativa peligrosa: enviar tropas del Ejército desprovistas de armamento para abrir calles para que ingresen los patrulleros y tanquetas; desbaratar escondites; instalar videocámaras, etc. Es decir: deben ejecutar operaciones que son muy agresivas para los traficantes. ¿Cabe imaginar que bandas interesadas en sembrar el pánico, como quedó demostrado en el ataque a la familia Messi, puedan atacar a militares desarmados? Sí, cabe. ¿Pensó Fernández si no está exponiendo a los soldados a encontrar la muerte desarmados? No se los envía a realizar una misión humanitaria sino a enfrentar bandas de asesinos. Es cierto: si los enviara armados, debería declarar el estado de sitio, en una circunscripción y durante un tiempo. Y ese es un costo de imagen que el correctísimo Alberto Fernández no quiere enfrentar.
Por si él no consigue remontar en las encuestas, Fernández imagina que el sepulturero del kirchnerismo sea Daniel Scioli. Habrá que ver si el embajador acepta la misión. Por las dudas, ya tiene una posible candidata a vicepresidenta: Victoria Tolosa Paz. La postulación de Scioli fue maquinada por ella y por su esposo, “Pepe” Albistur, hace meses, en San Pablo.
Así se van ubicando las distintas facciones de un oficialismo que sueña ser gobierno y oposición al mismo tiempo. Y todavía falta Juan Grabois, quien ayer se lanzó con una promesa: “Si gano, al minuto expulso a Massa”. El sello de Francisco.
Los estandartes se superponen: “luche y vuelve” y “luche y no vuelve”. El peronismo toma rumbo a Ezeiza. Prepara una masacre, esta vez, con armas de juguete: memes en las redes y contratos de planta transitoria.
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