Lousteau, Pro, la batalla por los valores y el final más temido
Confiando en la fuerza de su inteligencia y su lucimiento cognitivo, el senador radical es capaz de moldear los límites de debates clave; esa es su potencia y también, su riesgo
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Ganó Martín Lousteau, además de Horacio Rodríguez Larreta. Perdió Sergio Massa, además de Agustín Rossi. Los resultados santafesinos dan indicios sobre batallas que se libran en cada una de las dos principales coaliciones, y aportan también claves sobre un cambio de época impensado. Por un lado, la gran pregunta que enfrenta el oficialismo hoy es si la autoestima de amianto de Sergio Massa será suficiente para cambiar la percepción de la realidad y hacer posible lo imposible: es decir, que el oficialismo en el poder, con una inflación en torno al 120 por ciento anual, gane las elecciones presidenciales. Los resultados de Santa Fe expusieron el arrastre nulo del compañero de fórmula de Massa y, también, que el nombre Massa sobrevolando la imaginación política al momento de votar tampoco alcanza para cambiar expectativas. La brecha entre la confianza autopercibida de Massa y la realidad electoral se ensancha en cada elección.
Por otro lado, dentro de la coalición opositora, se libra una guerra que puede conducir a un desenlace impensado: el final de la hegemonía del Pro original y, con eso, del Juntos por el Cambio (JxC) tal como la ciudadanía conoció a la coalición hasta ahora, un final de época perpetrado a manos de la dupla Larreta-Lousteau. Una época que se termina no sólo por agotamiento del kirchnerismo sino también por un Pro que se deshilacha sin saber qué le depara el futuro y, en el camino, impacta también en el destino de JxC. En este 2023 pasan muchas cosas: Pro corre el riesgo de perder la Ciudad a manos de Lousteau; Larreta abre la canilla del sentido y vacía de macrismo a Pro pero no está claro con qué lo llena, o con qué lo mezcla; y mientras candidatos opositores consiguen recuperar provincias en manos peronistas, Pro muestra otra vez que después de casi 20 años de su fundación, todavía no logra consolidarse como una fuerza territorial con candidatos provinciales incuestionablemente propios.
Un exoutsider, Lousteau, se hace fuerte y le marca el paso no sólo a la identidad de JxC. También a “los valores” de Pro. El affaire Franco Rinaldi y la derrota de Carolina Losada, es decir, de Patricia Bullrich, a manos de Pullaro, radical de Lousteau, van por ese lado: la constatación del potencial político de un Lousteau desatado, lanzado a la disputa por el poder dentro de la coalición a la que ingresó en 2019, después de todos.
Ahora, en su voluntad de ampliación de su base electoral, Lousteau da pelea para estirar la paleta de valores de JxC en CABA con la idea de llevar agua progresista a su molino electoral y acorralar a su adversario en la interna, Jorge Macri.
El Massa autopercibido
Hay algo en Lousteau que recuerda a Massa. Ambición y voluntad política van de la mano en ambos dirigentes, que están dispuestos a pagar el costo de lo que parte de la opinión pública considera un zigzag de convicciones difícil de digerir. El problema de esa audacia basada en la plasticidad política extrema es la confrontación con el deseo del otro, por ejemplo, los votantes.
El mayor desafío para el kirchnerismo modelo Massa es la realidad con la que se chocan sus eslóganes. “Más allá de personas, en estas elecciones decidimos entre dos modelos: uno que quiere ganar para beneficiar a los amigos y otro que siempre gobernó para la felicidad del pueblo”, tuiteó Rossi al momento de emitir su voto en Rosario. El mensaje no llegó y el candidato de Rossi para la gobernación, Leandro Busatto, obtuvo tan sólo el 3 por ciento de los votos y salió último en las PASO peronista. El peronismo, sumando los cuatro candidatos a gobernador, apenas llegó al 27 por ciento. Quizás el tuit de Rossi no dejó claro a quién se refería con lo de votar en contra del “modelo de beneficiar a los amigos”.
En Santa Fe, además, la sombra de Juan Grabois, el otro precandidato de las PASO kirchnerista, se extendió sobre la imagen de Massa. En Rosario, Grabois, su contrincante menos pensado, se queda con un pedacito de la buena performance de Ciudad Futura, la agrupación de Juan Monteverde, identificada con el Movimiento Evita y con Grabois. Una señal que, extrapolada al conurbano bonaerense, empieza a inquietar a Massa, que podría quedar mal parado ante los votos de la pobreza.
Cristina Fernández está dispuesta a acompañar la autoestima de Massa con su apoyo en la campaña electoral. El precio, para Massa, es alto: en Ezeiza, ayer, Massa no dudó en travestirse de kirchnerista puro y abrazó todos los eslóganes del kirchnerismo duro y del cristianismo más radicalizado. El contexto elegido, la conmemoración de una estatización fallida por lo onerosa para el Estado y por lo poco competitiva, dejó claro el sentido que le impone su jefa política. Massa conoce su juego. Un analista avezado, que conoce bien a Massa, sintetiza el “carácter Massa” en una confesión de hace años : “Yo voy por el poder, no por el prestigio”.
Lousteau, el poder con prestigio
Hecho de una madera parecida a la de Massa, la audacia a la hora de pelear poder de igual a igual y la autoconfianza marcan el derrotero de Lousteau desde su ingreso a la política en la provincia de Buenos Aires peronista gobernada entonces por Felipe Solá. Esos son sus flancos débiles, y también la plataforma de su potencial político. Los hitos de esa construcción, para bien y para mal, son su pasado de ministro de Economía de Cristina Kichner y la 125; su pasado de opositor de Pro y de Larreta en 2015, cuando pelearon la jefatura de Gobierno de la Caba, y un presente de aliado del mismo Larreta, con su ingreso a JxC y al gobierno porteño. Lousteau transita esas contradicciones de su biografía política en busca del poder con autoestima a prueba de todo. Como Massa.
Pero hay diferencias: como si Lousteau buscara el poder junto con el prestigio, su construcción política insiste con el dominio retórico, la argumentación sostenida en décadas de educación de excelencia y una especie de liviandad de dandy para surfear las contradicciones de su vida política.
En estas elecciones 2023, su contrincante es primero Pro, luego el kirchnerismo: CABA es el territorio de su conquista personal y el enemigo político, Jorge Macri. Por eso Pro, el socio que le insufló vida a la coalición opositora, y al radicalismo, en 2015, corre riesgos frente a Lousteau. De un Cambiemos modelo 2015 a un Juntos por el Cambio modelo 2023, un proceso político en el que el Pro nacido y criado en CABA afronta la posibilidad de perder los atributos con los que logró cambiar el tablero político pos 2001: liderazgo incuestionado, vitalidad y hambre de poder, efectividad para el triunfo electoral en CABA, hegemonía en la coalición y una identidad política bien definida.
En este 2023, la lógica de ampliación de Larreta que se consolidó en torno a Lousteau cuando se sumó al JxC porteño expresa ahora su potencial más inquietante para Pro. El domingo, culminó una buena semana para Lousteau. El triunfo de Pullaro fortalece el peso simbólico y el juego de poder que practica Lousteau, al menos en la aritmética que se consolidó el domingo. Todo puede cambiar. En el enfrentamiento entre el consensualismo de Larreta versus la intransigencia de Bullrich, Santa Fe le dio un triunfo a Larreta pero mediado por Lousteau, y ése es un dato central del proceso que atraviesa Pro y con él, JxC.
Lousteau acaba de ganar dos batallas al interior de la oposición. Una, la de Santa Fe, con Pullaro. Uno y otro eligen la misma frase para elogiarse mutuamente. “La persona más brillante de mi generación”, dijo ayer Pullaro. “El mejor dirigente de nuestra generación”, sostuvo Lousteau. La otra, el affaire Franco Rinaldi. “¿Cómo fue que Lustó se convirtió en el patovica de JxC? El tipo que decide quién tiene los valores de JxC y quién no. Un tipo que fue K y después enfrentó a JxC?”, se preguntaba en twitter el consultor político Guillermo Raffo, que desde Brasil sigue la política local. Raffo fue convocado el año pasado por Mauricio Macri para hacer su análisis de Pro, y de JxC, frente al fenómeno Milei que empezaba a despegar.
La polémica en torno a Rinaldi tiene muchas aristas. Hay una que conecta con una lectura política sobre el modo en que Lousteau busca acumular poder: de manera selectiva y estratégica y con tres de sus herramientas políticas centrales, poder de argumentación, potencia retórica para el debate y un ideario progresista que le permitió ser kirchnerista en el pasado y, ahora, intentar seducir a votantes más progresistas para sumar en una CAdonde el voto Pro quizás le sea más esquivo.
La de Rinaldi no era la única causa que Lousteau pudo abrazar en la pelea por los valores de JxC. Se lo reprocharon los votantes de JxC, sobre todo de Pro, que vieron oportunismo en Lousteau. Dejó pasar la oportunidad de otra denuncia abierta, sonora y sostenida, como la que llevó adelante con Rinaldi, en el caso de José Luis Espert. “Puto” como insulto político y “bala” como plan de seguridad para ponerle fin al delito son dos latiguillos con las que Espert insiste hace años sin tapujos. Lousteau no encontró conflicto entre ese ideario y los valores de JxC. Tampoco en el caso de Cynthia Hotton, una reconocida dirigente contraria a la legislación en favor del aborto. Hotton y Espert integran ahora la misma lista que Lousteau en JxC, junto a Larreta.
Una batalla por “valores” que se muestra selectiva y estratégica expone el funcionamiento político de Lousteau. Confiando en la fuerza de su inteligencia y su lucimiento cognitivo, es capaz de moldear los límites de debates clave. Esa es su potencia: la semana que pasó le aportó éxitos simbólicos y reales. Ese, también, es su riesgo: en su historial político, esa autoconfianza no siempre terminó bien. Buena parte de los votantes se lo suelen recordar.
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