Los sorprendentes argumentos con los que la jueza de los besos justificó al asesino
Un día antes de visitarlo en la cárcel, Mariel Suárez se opuso a que Cristian Bustos fuera condenado a la pena máxima prevista para el homicidio; aludió a su “personalidad impulsiva” y dijo que su “agilidad” le hubiera permitido fugarse sin matar al policía a quien asesinó
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Un día antes de que una cámara de la cárcel de Trelew registrara las escenas de intimidad entre Mariel Suárez, la jueza, y Cristian “Mai” Bustos, el condenado a prisión perpetua, ella había firmado el fallo en el que proponía para él una pena más baja, de ocho años; alegó que él fue víctima de una “maniobra de publicidad negativa” y que no se tuvo en cuenta, al imponerle tamaño castigo, su “personalidad impulsiva” ni su “agilidad” física, que le hubieran permitido fugarse sin tener que matar al policía al que mató.
Bustos fue condenado por el homicidio del agente Leandro Tito Roberts. Según la sentencia del 28 de diciembre pasado, lo mató el 8 de marzo de 2009 “para procurar su impunidad”. Ese día, Bustos, que estaba prófugo por el crimen de un bebé de nueve meses, había vuelto a la casa de sus padres, en el pueblo cordillerano de Corcovado. Enterada, la policía rodeó el lugar. Hubo gestiones para se entregara. Tenía 26 años y era famoso como “el prófugo más buscado de Chubut”. Su padre, Omar, y el comisario Ulpiano Grenier negociaron una rendición que nunca ocurrió. Mai salió de la casa rodeado por sus tres hermanos, todos con las caras tapadas; dos con armas de fuego, uno con un cuchillo y otro con un fierro. “Si tiran, tiramos”, dijo Marcos, el menor, de 16. “No disparen”, fue la respuesta del comisario a sus agentes. “Eran pibes muy chicos y no valía la pena, al pibe [por Cristian Bustos] se lo podía agarrar después”, explicaría luego Grenier. Lo cierto es que el operativo terminó mal.
Los cuatro Bustos doblaron en la esquina y salieron del radar de la policía. Cuando volvieron a verlos, los hermanos estaban a unos 70 metros, apuntándoles. Fue entonces cuando empezó la balacera. Según la Justicia, los primeros en disparar fueron los hermanos. Roberts recibió un disparo en el medio de la frente del rifle calibre 22, con mira telescópica, que llevaba Mai. Murió en el acto. También recibió un tiro el cabo Luis Cañumir. Y una bala policial mató a Wilson Bustos.
La versión de la defensa es que la policía disparó primero. “Cae mi hermano muerto ... yo lo miro... fue cuestión de segundos”, declaró Mai en el juicio. “Como que se detuvo un poco el tiempo, así como que pasó todo muy lento, agarro el rifle, descargué el cargador. Estábamos siendo totalmente acribillados a balazos. Yo sí me hago cargo de que disparé el rifle, pero sin intención o sea sin saber de que había matado un policía”. A ese rifle, según él, se lo llevó de la casa de sus padres porque estaba sin papeles. “Era un problema para mi viejo. Yo no iba a dejar ese problema ahí... tenía que irme con el rifle”, declaró.
Las juezas María Laura Martini y María Ximena Miranda Nastovitch condenaron a Cristian “Mai” Bustos a prisión perpetua por el homicidio de Roberts, agravado “por haber sido cometido para procurar su impunidad” y con un “arma de fuego”; también, por las lesiones graves que incapacitaron a Cañumir.
Para Suárez, en cambio, no cabía agravante alguna y Bustos debía ser condenado a la pena mínima prevista para el homicidio simple. “Puedo concluir, sin duda alguna, que el relato de Cristian Omar Bustos resulta a todas luces sincero”, afirmó la jueza, que un día después del fallo, según informaron los guardiacárceles de Trelew, se besaba y abrazaba con él en la cárcel.
Suárez afirmó que no correspondía como agravante el uso del arma porque “además del arma homicida, existieron otras muchas armas de fuego en manos del personal policial” y “el mayor peligro al que fueron expuestos” todos los presentes fue por el uso de esas armas de la policía, que lesionaron a Daniel y Marcos Bustos y mataron a Wilson.
“Eran cuatro jóvenes de entre 16 y 26 años sin antecedentes penales computables, pescaban, guiaban turistas, cortaban leña y habían anunciado a viva voz que no dispararían”, escribió la jueza sobre los Bustos, pese a que Cristian estaba prófugo por el homicidio del bebé con el que tenía una relación de padre e hijo.
“Los cuatro de Corcovado” es el nombre del libro que la jueza dijo estar escribiendo cuando explicó la visita a la cárcel como un “trabajo académico”. Según ella, la efusividad con la que la recibió el condenado en el penal fue por la emoción que le provocó que ella le contara sobre el libro que preparaba.
La jueza relató también en su fallo que en otro caso había avalado la prisión perpetua pero que ahora cambió de opinión. “Revisando mi postura anterior en relación con este tópico deberé inclinarme por declararla inconstitucional”, afirmó. En cuanto al caso concreto de Bustos dijo además que mal podía considerarse que había matado al policía para escapar cuando “Roberts no representaba un peligro único” para él, “que sin matarlo podía fugarse igual” dada “su rapidez y agilidad”.
La jueza alegó incluso que “si bien la muerte violenta [del policía] está acreditada con la autopsia, el fiscal no probó civilmente el fallecimiento de Roberts” y la muerte debe probarse “conforme lo establece la normativa civil aplicable, sobre todo para aplicar la calificación más gravosa de todo el ordenamiento penal”.
La jueza destacó también que después del hecho la policía había levantado los casquillos que habían dejado sus armas con el propósito de limpiar la escena (citó testigos que estuvieron en el lugar y que dieron cuenta de ello) y habló del sufrimiento de Bustos mientras estuvo prófugo (según las constancias judiciales, escapó a Chile, donde se enfrentó con carabineros y fue detenido por tenencia de armas). “Al profugarse el sujeto se abstrae de la sociedad, como en una suerte de muerte civil auto infringida”, escribió Suárez. Que dijo incluso: “Durante ese período Bustos se sintió más preso que cuando fue atrapado”.
El homicidio del bebé
Bustos escapó después de haber matado a un bebé con quien tenía “trato de padre-hijo”. Según el fallo del 15 de noviembre pasado que confirmó su condena por este hecho, mató a Eric Benjamín Bustos con “maniobras violentas de hiperextensión y angulación dorsal extrema sobre el cuerpo” y la violencia fue tan “extrema” que le produjo “una fractura a modo de sección casi completa de la columna vertebral lumbo sacra, lesión medular y vascular”.
Aquel homicidio fue el 3 de julio de 2005, en su casa, donde también estaba su pareja de entonces. “Resulta difícil explicar la razón de lo acaecido, de un episodio tan lamentable, pues no la hemos conocido”, dijeron los jueces que confirmaron la condena a 20 años de cárcel. La pena no fue mayor porque no se pudo acreditar “el vínculo sanguíneo entre victimario y víctima”.
Ya en ese fallo -como lo haría luego Suárez- los jueces destacaron el “carácter impulsivo” de Bustos, que le provocaba “ataques de ira en los que su racionalidad decrecía”. Su defensa alegó que luego del hecho corrió “descalzo al hospital para requerir asistencia médica para el bebé”.
“Una persona joven, procedente de un medio rural, quien ha debido afrontar dificultades, en su vida, impulsivo y/o irreflexivo”. Así lo definieron los jueces en ese proceso.
El su fallo del crimen del policía, Suárez también citó la personalidad de Bustos en su favor y dijo que mal podría haber planificado la huida como lo sostuvo el fiscal por “su personalidad impulsiva”.
La jueza está sometida ahora a un sumario, a cargo de la camarista penal Flavia Trincheri, que tiene 25 días para decidir si formula cargos contra Suárez. En 2013 Suárez ya fue destituida, pero consiguió un amparo que la repuso en su cargo. Esta vez, la denuncia es por los encuentros, el 29 y 30 de diciembre pasados, con Bustos en la cárcel.
Fuentes de la justicia de Chubut relataron a LA NACION que el 29 ella se presentó a visitar al detenido que acababa de condenar y, como es jueza, la dejaron entrar. Que se reunieron en una sala a solas y cuando los guardiacárceles advirtieron que se daban besos y abrazos, entraron para decirles que eso estaba prohibido. Según el relato de los agentes de seguridad, como no pararon, uno de ellos decidió grabar con su teléfono celular las imágenes de la cámara de la sala, que se reproducen en un monitor afuera. Suárez negó luego que los besos hayan existido. En los videos se los ve sentados en el piso, muy cerca, compartiendo un mate y sacándose selfies. Según los registros, el 30 ella volvió al penal. Le advirtieron que debían cumplir las reglas y, según informaron fuentes judiciales, ellos se ubicaron en un lugar ciego para la cámara.
Suárez enfrentará otro problema, al margen de la presunta violación de la ley provincial de ética pública y del reglamento de la justicia. Mientras visitaba la cárcel de Trelew seguía de turno en Esquel, a más de 400 kilómetros (600 de ruta). No dio aviso y eso habría impedido que se llevaran adelante allanamientos que requerían su autorización, informaron fuentes judiciales. LA NACION se comunicó con la jueza, que dijo que no haría nuevas declaraciones. En su entorno alegan que hoy los jueces se manejan de forma virtual y que, de hecho, ella suele trabajar desde Comodoro Rivadavia para Esquel y Sarmiento. Alegan que la jueza es víctima de una persecución política.
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