Los secretos del búnker donde debatirán los presidentes
Huele a nuevo. Hay cajas apiladas en una esquina, nylon negro sobre una alfombra recién pegada, una aspiradora desconectada y 22 sillones negros ordenados en forma de óvalo, sin mesa en el medio. Esa habitación con aires de oficina funcional, por la que hoy entran y salen operarios, parece todo menos el búnker blindado en el que los gobernantes más importantes el mundo se verán las caras, sin un solo intruso, el viernes por la mañana.
La sala del "retiro", en el pabellón de Costa Salguero que albergará la cumbre del G-20 , será el lugar de encuentro de los líderes de los 19 países del foro, más los dos representantes de la Unión Europea (UE) y el presidente de España (invitado permanente). Nadie más que ellos -dueños del pin que abre todas las puertas- podrá participar de esa primera actividad oficial. Lo más parecido a una charla íntima que pueda imaginarse entre figuras de semejante peso.
Cada sillón tiene una mesita de madera y un micrófono. La organización preparó temas disparadores para la charla, con la pretensión de que fluya un diálogo en esas circunstancias. Tienen una hora y media que puede marcar el tono de lo que vendrá después. En un ángulo de la sala sin ventanas se ubica un atril, que encargaron de urgencia: es para el mexicano Enrique Peña Nieto, que dará allí un discurso de despedida antes de volverse a su país y entregar el poder a su sucesor, Andrés Manuel López Obrador.
La sala del retiro está en un rincón de la llamada "zona roja" de Costa Salguero, el más cerrado de todos los espacios donde transcurrirá el foro del viernes y el sábado. Por allí solo pueden moverse los presidentes y los ocho funcionarios que hayan elegido como sus "sombras", además de custodios y empleados operativos que pasaron decenas de chequeos de seguridad.
En esos espacios es donde la cumbre se desarrollará como una obra de teatro. En lugar de guion hay un protocolo que dejará a los líderes brevísimos espacios para la sorpresa. Los presidentes llegarán a partir de las 10 del viernes a Costa Salguero por la avenida Costanera y pasarán por una alfombra roja que después de 150 metros los llevará hasta el salón donde los esperará Mauricio Macri. Solo dos colaboradores de cada -dueños de un golden pass- evitarán los controles de seguridad. El resto -sean ministros o grandes embajadores- tendrán que entrar por una puerta lateral y pasar sus cosas por un scanner, que esta tarde todavía terminaban de montar.
El salón de recepción es un espacio inmenso, con una tarima para posar en la foto de familia y una escalinata para el pool de fotógrafos y camarógrafos con autorización para registrar el momento. A Macri le toca darle la mano durante 30 segundos (cronometrados) a cada líder. De ahí, les toca seguir la alfombra roja hasta la sala del retiro, donde perderán contacto con el mundo exterior. A sus asesores íntimos les toca esperarlos en un living lleno de pantallas led, donde les servirán café y sandwiches.
El pabellón de la cumbre vibra como una obra en construcción. Decenas de operarios trasladan focos, arman paredes, terminan de pegar alfombras, acomodan los mástiles todavía sin banderas. En muchas salas, como las 17 reservadas para reuniones bilaterales, las mesas y sillas todavía están apiladas, a la espera de que las ordenen. Son muebles diseñados especialmente para la cumbre, pero alquilados. Modernos, funcionales, sin pretensiones.
Esos espacios los reserva cada comitiva según su agenda de contactos bilaterales. Macri tendrá una exclusiva para él, en la que ya tiene previsto reunirse con la premier británica, Theresa May, y el presidente español, Pedro Sánchez. Serán reuniones express, durante las pausas para café de las sesiones generales. Entran 4 + 1, es decir, los líderes y cuatro acompañantes.
El epicentro de la cumbre es la sala del plenario, dominada por una mesa redonda con 40 asientos para los jefes de gobierno y directores de organismos internacionales. El mandala del G-20 que ocupa el espacio interior del círculo permanecía esta tarde tapado por nylon blanco.
Cada presidente tiene detrás tres pupitres, en fila, donde podrá sentar a sus "sombras", los únicos con acceso a las deliberaciones, cuyo contenido se mantendrá en secreto, salvo las palabras de bienvenida de Macri. El Presidente tendrá el privilegio de que sus ocho "sombras" tendrán asiento a sus espaldas. Allí se sentarán Marcos Peña, Fulvio Pompeo, Jorge Faurie, Iván Pavlovsky y encargados de ceremonial.
El acceso es tan estricto que no se permiten excepciones. Cuentan en la organización que uno de los presidentes está enfermo y necesita tener cerca a un médico: tuvo que resignar el pase de uno de sus ministros.
Las sesiones plenarias tratarán sobre temas previamente acordados, pero las cuestiones urgentes de la agenda global suelen saltar a la mesa. Macri tendrá el papel delicado de administrar ese debate. Delante de la silla que le toca usar ya está instalada una laptop de marca japonesa con un monitor desde el cual ve los pedidos de palabra y administra la apertura de micrófonos. La intimidad requiere no sumar un informático para esas tareas.
El orden de los asientos ya está asignado. Macri tendrá a su derecha a la alemana Angela Merkel y, a su izquierda al japonés Shinzo Abe. Un asiento más allá, se ubicarán Donald Trump y May.
La agenda es apretadísima, al punto de que se decidió que los presidentes almuercen en la misma mesa del plenario. Hubo varias delegaciones que gastaron pases de seguridad en encargados de vigilar el proceso de cocina y asegurar una regla primitiva de la diplomacia: que a nadie se le ocurra envenenar al jefe.