Los nuevos ejes de la campaña oficial
A Florencio Randazzo no le alcanzó ayer con decir que los diarios LA NACION y Clarín son adversarios del Gobierno. Los acusó de ser enemigos de la democracia. Y de haberlo sido en los últimos 25 años. Importa poco si esas ideas forman parte de las convicciones del ministro del Interior o si son parte de su estrategia para alcanzar en diciembre la Jefatura de Gabinete. Lo relevante es que Randazzo está obedeciendo al criterio central con que Cristina Kirchner abordará el resto de la campaña electoral y, es muy posible, su próximo mandato. Reducir el conflicto político a las discusiones con la prensa es la renovada ley del imperio kirchnerista.
La Presidenta tenía previsto hasta anoche asistir hoy a la celebración del Día de la Industria, que la Unión Industrial Argentina realizará en la muestra oficial Tecnópolis. A la fiesta asistirán ministros, gobernadores y sindicalistas. Los rivales del Gobierno, salvo que estén al frente de alguna provincia, no han sido invitados.
Tecnópolis es un escenario que el oficialismo destinó a promocionar su política científica y tecnológica durante la campaña electoral. Alicia Kirchner dijo que es "una muestra de las políticas del Estado para transformar la realidad". Fue inaugurada en coincidencia con la exposición de la Sociedad Rural Argentina, en un intento por sugerir que "Tecnópolis es el futuro y la Rural, el pasado".
Mientras se caracterizaba de ese modo una de las entidades del campo, Amado Boudou se fotografió con el presidente de otra, la Federación Agraria. Y el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, comenzó a promover cambios en las regulaciones de las cooperativas para seducir a Coninagro.
El área más específica de la política ofrece otras novedades. Para la Casa Rosada, Mauricio Macri ha dejado de ser Macri y casi vuelve a ser Mauricio. La Presidenta se interesa por los estados gripales de Ricardo Alfonsín. Y el propio Randazzo que se indigna por las insinuaciones de fraude le ofrece a Alberto Rodríguez Saá su escenario para denunciar "el fraude de los matones de Duhalde".
Estos movimientos no están desvinculados. Expresan la decisión de Cristina Kirchner de rediseñar, a partir de su victoria en las primarias, el mapa de sus aliados y adversarios. Con mayor precisión: la Presidenta pretende una definición de "antikirchnerismo" favorable a sus intereses electorales. Ahora en esa cápsula sólo deben estar "el pasado" (Eduardo Duhalde), "la oligarquía" (Sociedad Rural) y los diarios que se atrevan a criticar al Gobierno, convertidos por la magia verbal del ministro del Interior en enemigos del sistema democrático. Sobre este eje se desplazará la campaña oficial.
Beneficios
Randazzo dio cuenta de este intento al proponer una regla que tomó prestada del fascismo: "Los periodistas tienen derecho a publicar lo que quieran, siempre que sea la verdad". ¿Qué verdad? La oficial, se entiende. Si, en cambio, un cronista reproduce las denuncias de irregularidades de un dirigente opositor o las declaraciones de un juez federal que habla de errores, debe ser purificado en la hoguera de Randazzo por el intento de empañar un triunfo electoral.
Randazzo cree obtener varios beneficios de su línea argumental. El más obvio es que lo exime de dar justificaciones sobre el sistema electoral que él controla. Sus fallas estructurales son mucho más graves que las que, con muy escasas pruebas, denunció la oposición. Entre ellas están el manejo faccioso de la publicidad oficial, la posibilidad de que los funcionarios sean candidatos sin dejar sus cargos y, sobre todo, que el ministro del Interior, en este caso Randazzo, sea quien administre buena parte de los comicios (no la Justicia, como en Brasil, o un instituto autónomo, como en México).
La otra ventaja que pretende extraer Randazzo de sus ataques a los diarios -y, aquí hay otra innovación, también a los periodistas que lo interrogan durante una conferencia de prensa- es la de halagar a su jefa. La señora de Kirchner disfruta haciendo que sus colaboradores huelan el suéter de sus presas para verlos, después, salir al ataque en busca de algún premio. A veces, al descuido, comenta: "Fulano sí que me sabe defender?". Desde hace algún tiempo "Fulano" es Boudou. Son juegos habituales en las cortes: Carlos Menem y Néstor Kirchner se entretenían con el mismo juego.
Randazzo, que busca la Jefatura de Gabinete, optó por imitar a su presunto antecesor, el trajinado Aníbal Fernández. Detrás del mismo trofeo anda Juan Manuel Abal Medina, quien reemplazó a Héctor Timerman en la práctica del tweeting . Más allá de que sepan cuidarse solos, a Randazzo y Abal les convendría observar el destino que su jefa impuso a quienes ellos tomaron por modelo. Fernández va al Senado, en trance de "pampurización". Y Timerman descubrió que su continuidad en la Cancillería depende de saber guardar silencio. Por alguna razón Carlos Zannini y Julio De Vido han hecho voto de silencio.
En el campo sectorial se están demarcando otra vez los límites del feudo con el mismo criterio que rige los ataques de Randazzo. La Casa Rosada emitió un indulto urbi et orbi que sólo excluye a las empresas periodísticas que no formateen su producto -la información- de acuerdo con las necesidades oficiales. El esfuerzo que demanda este realineamiento es, en muchos casos, ínfimo. En su afán por "buscar la síntesis", el presidente de la UIA, Ignacio de Mendiguren, llevó la conmemoración del Día de la Industria a la feria oficial Tecnópolis. Oscar Parrilli, el secretario general de la Presidencia, se ufana de haber resuelto el protocolo del encuentro. La señora de Kirchner tiene previsto hablar delante de 1500 personas, un número más que accesible desde las primarias: anoche se abrió un mercado secundario de entradas, movilizado por empresarios que pujaban por no quedar fuera del festejo.
A Mendiguren las elecciones le resolvieron un problema. Reducidos Alfonsín y Duhalde al 12%, no llama tanto la atención que no se los invite. Ni Francisco de Narváez recibió una tarjeta. Y eso que es industrial. Hábil como pocos, el presidente de la UIA limitó el protocolo a los gobernadores, es decir, a dos rivales amigables: Hermes Binner y Rodríguez Saá.
Detrás del acto oficialista de los industriales hay una operación de mediano plazo: Mendiguren aspira a ser una especie de ministro sin cartera llamado a administrar el dichoso Acuerdo Económico y Social. Para ese fin teje un entramado capaz de evitar los vetos: Boudou lo llama "Tío Vasco" (por una vieja relación con una Mendiguren marplatense); Eduardo De Pedro, verdadero líder de La Cámpora, le agradece haber apoyado a su medio hermano, Juan Ustarroz, para la intendencia de Mercedes; De Vido pidió por él en varias empresas cuando se libraban las internas de la UIA; y Moyano suele concurrir a sus tertulias, sobre todo por consejo de De Vido.
Mendiguren renovará hoy el viejo axioma que las primarias validaron: "Cristina ya ganó". A cambio, piensa dar el primer paso hacia un entendimiento intersectorial que le permita a la industria recuperar competitividad. Cauteloso, identifica ese objetivo con una decena de políticas entre las cuales no figura la única que, en verdad, está en discusión. Pedir la devaluación le permitió a Mendiguren, hace 10 años, entrar en el gabinete de Duhalde, con un costo altísimo de imagen. Tal vez esta noche esté soñando con el mismo itinerario, con menos sacrificio.
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