Los movimientos sociales, más cerca de sumarse a la CGT: promesas y desconfianzas
La UTEP aspira a tener un lugar en el esquema que surja a partir de la elección de una nueva conducción
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“Desarrollo, Producción y Trabajo” es la consigna con la que la CGT y la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) marcharán hoy al Monumento al Trabajo, emplazado sobre la avenida Paseo Colón. A diferencia de otros años, no será una conmemoración más del 17 de Octubre. Los movimientos sociales están a las puertas de un acontecimiento que marcaría un antes y un después: la integración formal con la principal central obrera del país.
Según sus dirigentes, es un camino que, poco a poco, va tomando rumbo. Es que el proceso de institucionalización de la UTEP en tanto sindicato todavía no finalizó. Si bien el Ministerio de Trabajo aprobó sus estatutos en agosto pasado –dándole un marco legal a los tres millones de trabajadores que están inscriptos en el Registro Nacional de Trabajadoras y Trabajadores de la Economía Popular (ReNaTEP)–, resta un paso más para que logre obtener su personería gremial.
“Vamos a estar integrados, no está claro cómo ni dónde, pero es un hecho”, señaló uno de sus dirigentes. La formalización jurídica fue la cristalización de una realidad que es insoslayable: el poder que históricamente ostentaron los gremios tradicionales comenzó a licuarse al compás de los cambios que vivió la sociedad argentina a lo largo de las últimas décadas. Sobre todo, a partir de la crisis del 2001.
Por eso, es lógico que varios de sus dirigentes se sientan amenazados y vean de reojo el crecimiento que, a pasos agigantados, tienen los movimientos sociales en su rol de representantes de aquellos trabajadores caídos del mapa la formalidad laboral.
Las aguas en la CGT están divididas. Mientras algunos popes sindicales, como Armando Cavalieri, observan con desconfianza un eventual ingreso de las organizaciones al esquema de poder de la central, otros, como Héctor Daer, no cierran del todo las puertas. De hecho, el secretario general del gremio de Sanidad tiene estrechos vínculos con varios referentes de los movimientos territoriales.
Sin embargo, uno de los puntos que más ruido hace en el sindicalismo es la discusión en torno a los fondos de cobertura médica que la UTEP, una vez formalizada, gestionaría para sus afiliados. Es que, a partir de la aprobación de la ley de Emergencia Social en 2016, las agrupaciones lograron crear una obra social propia. Se trata de la Obra Social de Trabajadores de la Economía Popular (Ostep), que nació al calor de las negociaciones entre la por entonces Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), liderada por Emilio Pérsico, y el gobierno de Mauricio Macri. Todavía es una incógnita cómo operarían estas estructuras en un esquema fusionado.
En la central obrera son cautos respecto de la dinámica que podría adquirir un nuevo ordenamiento institucional con la UTEP adentro. Plantean que su objetivo es que muchos de esos trabajadores, si no todos, se vuelquen, en última instancia, a una relación de empleo formal.
Así y todo, desde el entorno de la conducción cegetista expresaron a LA NACION que consideran “fuertemente” la incorporación de la UTEP “bajo algún tipo de modalidad de inclusión en la próxima conducción”. Aunque aclararon que, de concretarse, no sería “una integración entre centrales”, ya que la UTEP aún no lo es. “En todo caso, lo que pretenden es ser una asociación gremial”, señalan.
De cara al futuro, una fecha está marcada en el calendario: el 11 de noviembre. Es el día consensuado por la CGT para elegir una nueva conducción, en el marco de una central reunificada. El dato de color es el regreso del moyanismo tras más de tres años. En agosto de 2018, Hugo Moyano había retirado a Camioneros disgustado por el vínculo que los líderes cegetistas de entonces tenían con Cambiemos.
En este contexto, los dirigentes sociales se ilusionan con conseguir un lugar en ese entramado institucional que durante tanto tiempo no los tuvo en cuenta. Se trata de una confluencia que, como se verá hoy, ya se da las calles, pero que sus dirigentes quieren ver ahora replicada en los pasillos del edificio de Azopardo.
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