La hora en la que todo se descontroló en el velatorio de Diego Maradona: las razones detrás de una jornada violenta
¿Qué salió mal ayer en la despedida de Diego Maradona? ¿Hubo una falla de origen cuando se decidió velarlo en la Casa Rosada, o fue una suma de errores? ¿Cuál fue el detonante para que un malón enardecido intercalado con presuntos barrabravas invadiera la sede del Gobierno?
El día después de los hechos, Alberto Fernández y sus ministros apuntaron abiertamente a Horacio Rodríguez Larreta por los incidentes, a pesar de la evidencia que arrojó la escena en el patio de la casa de gobierno. Pero hoy, mientras se recogían las últimas coronas de flores y se limpian los descalabros remanentes, en la Casa Rosada hubo autocríticas que no se dijeron en voz alta.
La orden familiar
El primer factor fue que el Gobierno subordinó todas las decisiones a la voluntad de la familia de Maradona. Eso fue así desde el minuto uno y se sostuvo en las medidas que se tomaron sobre la marcha. Claudia Villafañe, Dalma y Gianinna en principio querían que el velatorio durara solo tres horas, según pudo reconstruir LA NACION. A duras penas, y en medio de la conmoción famliar, el miércoles a la madrugada lograron convencerlas de extender el horario de 6 a 16. "Fue muy difícil tratar a la familia", reconoció hoy un alto funcionario a este medio.
"La autocrítica es que le tendríamos que haber dicho a Claudia desde el principio que, por la magnitud que iba a tener esto, tenía que ser de 48 o 72 horas", comentó hoy un colaborador oficial. Sino, reflexionaba, "había que pensar en otra cosa". Por ejemplo, en algo más abierto como un estadio, o hacer directamente un cortejo fúnebre popular.
La disyuntiva entre la voluntad de los deudos y el clamor de la gente se sostuvo durante toda la mañana. Fue una "encrucijada" permanente, según describió uno de los funcionarios a cargo de la negociación. Tanto el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, a media mañana, como el propio Presidente, después, intentaron convencer a Claudia, Dalma y Gianinna de extender el horario, para dar respuesta a las cientos de miles de personas que engrosaban la fila en el microcentro para despedir al astro del fútbol.
En un momento, la cola llegó hasta Constitución. Pero ellas, desde el dolor, estaban intransigentes con el horario. También con preservarse de las cámaras y con la lista de invitados. Fue un estrés constante. Después de la visita de Cristina Kirchner a la capilla ardiente -se la vio gesticulando con Claudia- el Gobierno anunció que la ceremonia popular se extendía hasta las 19.
La hora del desbande y la llegada de Cristina
Hubo una hora del día donde la situación en la sala velatoria montada en el ingreso de Balcarce 50 se desbandó. "A las 14 sentimos que se nos iba la cosa de las manos", reconocía hoy un importante colaborador oficial. De un lado, la "calesita" de gente para despedir al ídolo fluía con rapidez. Del otro, en la capilla ardiente, circulaban intendentes, diputados, ministros, artistas, jugadores para saludar a la familia. El lugar estaba más lleno que nunca, más de lo que se hubiera querido. Pero de un momento a otro despejaron todo y cerraron las puertas al público. Llegaba Cristina.
La vicepresidenta entró 14.35 por la explanada con un importante operativo de seguridad y se fue derecho al lugar donde estaba el féretro. Quedo allí un grupo más reducido de personas. Entre ellas estaban Cristina, Fernández, el gobernador Axel Kicillof, el ministro del Interior "Wado" De Pedro, Claudia y las hijas del Diez. "Cuando Alberto fue a saludar a la mañana no se cerró nada", comparó hoy un funcionario de Casa Rosada. Otros, sin embargo, relativizaron esa situación. Aseguraron que, si bien la sala se despejó por la llegada de la Cristina Kirchner, el ingreso del público se interrumpió porque se estaba descontrolando el ingreso. "Ella no dio ninguna orden, pero Alberto y Cristina tienen estilos diferentes", reflexionó otro portavoz oficial.
Lo cierto es que cuando se reabrieron las puertas de Balcarce 50, fue como destapar una olla a presión. Del otro lado, un aluvión de personas (entre ellos varios grupos violentos) doblegaron las rejas perimetrales y ganaron todos los accesos de la Casa Rosada. Los que estaban cerca del féretro, movieron peligrosamente las vallas, en medio de gritos desaforados. Dalma y Gianinna, en un momento, se abrazaron al cajón.
El cruce con la Ciudad
Antes de la llegada de Cristina, De Pedro –que fue el escolta de la vicepresidenta- se mostró inquieto y quiso saber qué estaba pasando en la avenida 9 de Julio con la Policía de la Ciudad, donde se registraban enfrentamientos con balas de goma y gases lacrimógenos ¿Qué había pasado? Según aseguran en el gobierno porteño, pasadas las 13, un funcionario del Ministerio de Seguridad de la Nación (no trascendió quién) se comunicó con el secretario de seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro, para pedirle que prevea hacer un corte en la fila, porque los ingresos a Rosada se cortarían a las 16. En Nación niegan haber dado ese mensaje. Es la palabra de unos contra otros.
Pasadas las 14, las fuerzas porteñas limitaron la cola de gente en 9 de Julio y Avenida de Mayo. Comenzaron los disturbios, que fueron reprimidos por los efectivos. "La represión fue la consecuencia de una orden de Nación que generó incidentes violentos de la gente que supo que no podría despedirse", argumentaron en la Ciudad.
Convencido de que los desmanes en la Casa Rosada fueron consecuencia del accionar de la Ciudad, De Pedro cruzó a Rodríguez Larreta en Twitter. Fue mientras la vicepresidenta estaba en su despacho. "Lo que pasó con la policía de la Ciudad generó una marea de violencia", insistió hoy un portavoz oficial.
Como autocrítica, hoy en la Casa Rosada reconocían que el Gobierno "no previó el tipo de público que iba a venir". "Hubo muchas barras entre el público", dijo una fuente oficial, y dijo que se estima que, en algún momento del día, en la calle hubo barrabravas de "La 12", Gimnasia, Los Andes, Central y Newell`s, entre otros clubes. "Hubo desinteligencias en el operativo policial", reconoció.
Muchos se agarraron la cabeza cuando Fernández se acercó a la reja de la Casa Rosada y luego se asomó al balcón, para pedir calma ante lo inevitable. Un colaborador presidencial resumió: "Pudo ser una tragedia, y no lo fue".
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