Los mismos desafíos: ordenar las cuentas fiscales y destrabar controles
Hace varios años que la economía arrastra un problema fiscal que se ha financiado en forma creciente con emisión monetaria. Ello influye en una tasa de inflación muy alta. A eso se suma un atraso cambiario agravado por la devaluación de la moneda de nuestro principal socio comercial y una distorsión generalizada de precios relativos (el más notorio, el de la energía).
La respuesta del Gobierno en 2011 fue profundizar el cepo cambiario y los controles. Ante la falta de un programa integral, ello desencadenó una importante pérdida de reservas. Más recientemente, optó por depreciar el peso a una tasa mayor, pero, ausente un mayor control fiscal, ello no permitió lograr una depreciación real. La economía crece poco y nada aun a pesar de la sangría de reservas.
La solución es la misma que debió aplicarse en 2011. Ordenar las cuentas fiscales, empezando por recortar subsidios y eliminando el financiamiento inflacionario del déficit. Destrabar los controles microeconómicos que han bloqueado el desarrollo de muchos sectores e introducir coherencia en la política monetaria y cambiaria.
Cada vez que el Gobierno tuvo la oportunidad de corregir las inconsistencias del programa económico, eligió agravarlas. La apuesta permanente por mayor populismo no es viable de aquí a fines de 2015. El Gobierno tendrá que optar entre un ajuste ordenado o uno realizado por el mercado, que, si se profundizan los controles, se manifestará en una ampliación de la brecha cambiaria.
Los tipos de cambio múltiples pueden darle algún oxígeno de corto plazo si se diseñan para generar una ganancia cuasi fiscal. Pero es difícil resistir las presiones de los lobbies por acceder al tipo de cambio más favorable y, a la larga, se paga un costo enorme en la asignación de recursos, porque son una réplica de aranceles diferenciados a las importaciones, con subsidios e impuestos diferenciados a las exportaciones, que termina castigando a los productores más eficientes. La historia económica muestra que el mercantilismo comercial fracasó como instrumento de desarrollo.
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