Los ministros de Macri: audacias, apuestas y algunas debilidades
¿Qué decir cuando se ha dicho todo? Quizás agregar unas palabras acerca de los nuevos ministros, estados mayores del presidente que han sido elegidos por un solo voto y que deberán a ese votante único su permanencia o su sacrificio.
Si hay una debilidad en ese gabinete, podría estar en cierta orientación técnico/municipal que influyese en una decena de ministros y funcionarios de alto nivel que acaban de ser designados, y que han participado en las recientes gestiones de Mauricio Macri en la ciudad. Es evidente que gobernar en simultáneo la ciudad, la provincia y la Nación le resulta arduo a la coalición encabezada por Pro, un partido nuevo: hay más lugares para ocupar que quienes puedan hacerlo con absoluta pericia. No hay más remedio, entonces, que apelar a la segunda línea.
En cambio, resultan claramente positivas algunas decisiones que implican audacia y falta de prejuicios. En gestión económica se ha constituido un equipo en el que no habrá un primus inter pares, y que será directamente conducido por el presidente. Añoramos la presencia de un ministro del Interior a la manera tradicional, de trato netamente político (recuérdese, por ejemplo, a Antonio Troccoli) y fluida relación con oficialistas y opositores, pero ese ministerio ha pasado a llamarse hoy, tácitamente, de la "coparticipación federal", y quien lo conducirá es un economista, Rogelio Frigerio, que ha transmitido, hasta ahora, buena formación intelectual y capacidad negociadora.
Son dignas de aplauso dos designaciones que, por distintos motivos, representan novedosas actitudes para la política argentina. La primera es la de Susana Malcorra, una ingeniera y destacada funcionaria de la ONU, que será canciller; la otra, la confirmación de Lino Barañao, ministro de Ciencia y Tecnología bajo la presidencia de Cristina Kirchner, y que por su fértil gestión, y por el apoyo que ha tenido en su ámbito de trabajo, se ha ganado esta permanencia.
Celebramos el nuevo compromiso de quien ha sido un dinámico ministro de Cultura de la ciudad, Hernán Lombardi, y que ahora se ocupará de los medios públicos, y esperamos con interés la puesta en marcha de una política cultural seria por parte del nuevo ministro de Cultura, Pablo Avelluto, que proviene (felizmente) del mundo editorial.
No es poca cosa lo que espera a Avelluto. Tendrá que vérselas con la Biblioteca Nacional, hoy bastión de Carta Abierta, reactivar y redimensionar el Fondo Nacional de las Artes, impulsar el Instituto de Cinematografía, convertir, tal vez, al Teatro Nacional Cervantes en "teatro de nuestra lengua". Le deseamos suerte.
Lombardi y Avelluto tendrán a su cargo la organización del festejo de dos fechas simbólicas, que cortan casualmente en siglos la historia argentina. Se trata del bicentenario de la proclamación de nuestra independencia en Tucumán, y del centenario del ascenso al poder de Hipólito Yrigoyen, el primer argentino elegido por el voto popular. Ojalá 2016 marque el comienzo de otra etapa histórica: la de una democracia republicana y social que nos abarque a todos.
El autor es escritor y periodista
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