“Los locos de la guerra”: pilotearon el Hércules que se volvió en una pesadilla para las tropas británicas
Alberto Vianna, Roberto Cerruti y Andrés Valle fueron los primeros en aterrizar en Puerto Argentina el 2 de abril de 1982; con la sorpresa como sello distintivo, interceptaron buques logísticos y lograron el hundimiento del petrolero British Wye en Malvinas
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“No se preocupe, los tigres ya dijeron que el avión es de ellos”, le dijo el líder de grupo al jefe de escuadrón, el comodoro Cano. Para no arriesgar a su tripulación, Cano pretendía pedir voluntarios para el avión bombardero que habían acondicionado en Córdoba. Pero no llegó. En cuanto se enteraron, “los locos de la guerra”, como Cano prefería llamarlos, se alistaron de inmediato para ir.
Se trataba del Hércules C 130 TC-68, conocido en el alfabeto aeronáutico como Tango Charlie 68, el primer avión militar que aterrizó en Puerto Argentino el 2 de abril de 1982, que se convertiría en el avión bombardero que logró sorprender a la flota británica.
El brigadier mayor retirado Alberto Vianna -por entonces vicecomodoro- y los capitanes Roberto Cerruti (hoy comodoro) y Andrés Valle (hoy vicecomodoro) estuvieron juntos toda la guerra. “Es como un matrimonio esto”, bromea Cerruti. Él eligió a sus amigos para que lo acompañen cuando en marzo de 1982 el jefe del escuadrón de la I Brigada Aérea de El Palomar ordenó hacer tripulaciones fijas. “Los locos de la guerra”, como eran conocidos, fueron los primeros que lograron aterrizar en Malvinas una vez desatado el conflicto y quienes comandaron el TC-68 durante el mes y medio que actuó como avión bombardero.
Se sumaban a la tripulación el suboficial principal Pedro Razzini, el cabo primero Carlos Ortiz y el suboficial auxiliar Carlos Nazzari. “Nosotros eramos los tigres. El tigre es un felino que caza solo y que anda silencioso por el bosque. Nosotros éramos igual. Al punto tal que nunca teníamos comunicación con nadie. Una vez que estábamos en el medio del Atlántico, ya no existíamos”, recuerda Cerruti.
En los primeros cinco días de combate ningún avión argentino pudo aterrizar en la isla. “No había entrado nadie por meteorología o por fragata, entonces dijimos tenemos que entrar o entrar”, cuenta Vianna. Pese a que recibieron indicaciones de regresar y a que debieron utilizar la mitad de la pista porque los ingleses la habían bombardeado, el 6 de mayo “los tigres” lograron aterrizar con un vuelo rasante, y en horario.
“En Malvinas había cinco áreas prohibidas de vuelo. Si uno entraba en esa área prohibida lo podía llegar a derribar la propia artillería, derribaron a dos. Por eso era muy importante llegar en horario”, explica Cerruti. Dejaron 14 mil kilos de carga y sacaron siete heridos.
Cerca de fin de mes fueron relevados y una vez en Buenos Aires Cerruti se enteró que el TC-68 había sido acondicionado en Córdoba para convertirse en un avión bombardero. Tras dos vuelos de práctica con algunos accidentes –en el segundo le pegaron a una torre de alta tensión y dejaron a toda la ciudad de La Calera sin luz-, se dirigirían a las islas. Antes, como último retoque, le colocaron dos tanques adentro para darle mayor autonomía de vuelo al avión: pasó de 11 horas a 17.
Siempre volaron al mismo lugar, al medio del Atlántico y al norte de las islas Georgia donde los ingleses habían armado un centro de abastecimiento, a unas 5 o 6 horas desde Comodoro Rivadavia. La misión era interceptar buques logísticos para interferir en las líneas de abastecimiento del enemigo.
“Los Harrier –aviones ingleses- tenían casi el triple de velocidad que nosotros. El secreto era la sorpresa”. Para eso, la primera decisión que tomaron fue volar bajo. Mientras que el manual del Hércules dice que de día se debe volar a 500 pies y de noche a 1000, ellos decidieron volar por debajo de los 100 pies, incluso debajo de los 50, cerca de 15 metros. “Íbamos bien pegados al agua y a la costa para que no nos vieran”, recuerda Cerruti. Entre el 28 de mayo y el 8 de junio realizaron siete vuelos.
En el segundo, el TC-68 avistó un buque detenido. Una vez que veían un buque en el radar, volvían rasante para poder identificarlo. Luego, necesitaban chequear en un libro que tenían a bordo si el buque era enemigo: era el British Wye que pertenecía al grupo de petroleros de apoyo a la flota inglesa. Lo bombardearon. “Fue el primer buque en la historia del mundo averiado por un Hércules”, cuenta Vianna.
Dos días después, volaron sobre el buque RFA Fort Grange, pero la tormenta y la niebla espesa impidió ubicarlo en la mira. Desde la popa del barco, un teniente británico vio la matrícula del avión (TC-68) y dedicó los siguientes 18 años a identificar a quienes lo piloteaban. El oficial John Charles Osmond finalmente viajó a Buenos Aires en 2017 tras haberlos contactado por e-mail.
El 8 de junio el TC-68 bombardeó al super petrolero VLCC Hércules luego de que acelera su velocidad cuando le comunicaron por radio que debía cambiar su rumbo. El petrolero, con bandera de Liberia, finalmente llegó averiado a Río de Janeiro, a donde decidieron hundirlo, según explicaron, porque no podían desactivar algunas bombas. A pesar de que voluntarios argentinos se habían ofrecido a hacerlo, e incluso había empresas que querían comprarlo. Se sospechó que aprovisionaba a la flota británica.
Según relata Cerruti, a quien Vianna define como “el estudioso” porque sigue investigando y buscando documentos, el hundimiento del primer buque produjo varias consecuencias en la flota inglesa. “Mandaron una fragata para hacer de defensa antiaérea”, afirma el comodoro retirado que se enteró gracias al libro de bitácora del barco. También le ordenaron a los buques logísticos correrse más al este para alejarse del radio de acción del Hércules y establecieron que ningún barco logístico vaya al sur sin escolta.
“Es un orgullo que como consecuencia de lo que hicimos en el comité de guerra de Londres estuvieron hablando de que iban a hacer con nosotros, con el Hércules. Me entere con un documento desclasificado, a través de una carta del secretario del ministro de Relaciones Exteriores ingles al secretario de ministro de Defensa”, afirma Cerruti.
El TC-68 siguió volando unos años más y después se puso fuera de servicio. “Hace 5 años que lo encontramos hecho trapo”, recuerda Valle. Aquel avión, el primero en aterrizar en la islas, estaba desactivado en El Palomar y cerca del desguace.
Al año siguiente, en la ceremonia para celebrar los 50 años del escuadrón Hercules sorprendieron a su tripulación con el avión reparado. Habían contactado suboficiales que estaban retirados para colaborar que trabajaron ad honorem.
“Era gente que había estado en mantenimiento de Hércules, que conocían el avión y no solo había instrumentalistas, había especialistas. Gente con conocimiento y habiendo trabajado en el tema que ya estaban retirados”, cuenta Vianna.
“Fue emocionante. Trasciende mucho más de lo que uno siente. Porque justamente el 68 es histórico. Fue el primero en aterrizar en Malvinas. Fue el primer avión que hace lanzamiento de carga en combate, primer avión bombardero. Tiene demasiados antecedentes para haberlo dejado venir abajo como lo dejaron. No es ni siquiera para uno, es para el que venga. El avión representa muchísimas cosas”, cierra Cerruti.
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