Los lazos del nuevo ministro Lugones con la vieja red de poder y negocios de Barrionuevo y Nosiglia
El nuevo funcionario viene del sanatorio Güemes; es el padre del socio del asesor Santiago Caputo
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Claudio Belocopitt, el dueño de Swiss Medical, le enviaba mensajes desesperados al celular de Mario Lugones, del Sanatorio Güemes. No había respuesta. Belocopitt estaba estupefacto, habían compartido estrategias en la Unión Argentina de Salud (UAS), la cámara de las empresas de medicina prepaga, se conocían hace décadas y, de pronto, le clavaba el visto. El poder de los intermediarios de la salud estaba dando un vuelco en las entrañas del gobierno de Javier Milei y la falta de respuesta de Lugones lo expresaba con un sonoro silencio. Ya no se tomaba la molestia de contestar. Era el nuevo hombre fuerte.
Aquella escena marcó el clímax, apenas seis meses atrás, cuando las placas tectónicas se sacudieron y una nueva estructura se levantó sobre los negocios de la salud y el Estado. Pero Lugones estaba todavía detrás de la escena.
“No se movía una birome si no lo autorizaba Lugones”, reconocían en el mercado de la salud. El jueves, finalmente, la crisis interna hizo eclosión y Lugones asumirá el papel que le atribuían desde las sombras. El ministro Mario Russo renunció, tras meses de aparentar que manejaba la cartera, y Lugones, el socio del operador radical Enrique Coti Nosiglia y el gremialista Luis Barrionuevo, se quedó con su cargo.
El futuro ministro niega la influencia que le atribuyen. “No se quiénes lo sostienen, yo trabajo y colaboro en buscar soluciones a un sector que sobrevive de crisis en crisis; pero las decisiones las toman quienes comandan las distintas áreas”, aseguró a LA NACION, momentos antes de ser confirmado en el cargo.
Lo insólito es que la nueva matriz trae de regreso a la vieja trama de sociedades entre Nosiglia y Barrionuevo, la dupla que en el pasado tuvo una ascendencia determinante sobre el epicentro de los negocios de la salud, el PAMI. Son los fundadores de la casta.
Lugones siempre estuvo, pero con perfil bajo. Los memoriosos recuerdan una escena. Ocurrió en el PAMI durante los tiempos del primer kirchnerismo. La obra social de los jubilados había convocado a una reunión de prestadores. Lugones se sentó en una de las sillas. Cuando las autoridades descubrieron que no figuraba en la lista de prestadores, lo invitaron a retirarse. El actual ministro tuvo que irse, masticando molestia. En el PAMI de entonces se quedaron convencidos que se había invitado solo a la reunión como representante del sector de poder que expresaban Nosiglia y Barrionuevo. Más de una década después, Lugones regresó y ahora maneja el sistema entero desde el interior del Estado. “La puja de fondo es por el control de la regulación de los negocios de la salud”, resume un empresario.
Se están definiendo contratos multimillonarios. En noviembre vence el acuerdo del PAMI para la compra de medicamentos. Los laboratorios pretenden subir los precios y recortar el 30 por ciento de descuento que encuentran los jubilados, según reconocen en el Gobierno. El PAMI representa prácticamente el 40 por ciento del total del mercado de la industria farmacéutica en la argentina. La cifra supera los 4.000 millones de dólares. Las ansias acechan.
El influjo de Lugones cubre los principales lugares del PAMI, con ascendencia en su titular, el médico Esteban Leguízamo, y su segundo, Carlos Zamparolo, que proviene de la obra social de los empleados de la Universidad de Buenos Aires (DOSUBA). No es la única línea que vincula la trama con la política de la UBA. Nosiglia, el socio de Lugones, es el padrino político de Emiliano Yacobitti, vicerrector de la universidad. Alguna vez, el Coti fue señalado como el máximo operador del Radicalismo, que entretejía una red que iba desde los servicios de inteligencia hasta el negocio del PAMI. En la UCR aseguran que su discípulo lo superó. Mientras un sector del Gobierno identifica a Yacobitti y Martín Lousteau como adversarios y ponen como ejemplo las protestas que florecen en la UBA contra el Gobierno, otra rama de la misma matriz multiplica sus espacios de influencia en el Estado.
“Cuando inicio este gobierno participé en un par de reuniones para brindar un análisis de como veía al sector pero formalmente soy asesor del gobierno desde marzo; si bien estuve años como presidente de la Fundación del Sanatorio Güemes, no tengo ningún cargo desde el año pasado vinculado al Sanatorio”, precisa Lugones.
El nuevo ministro es el padre de Rodrigo Lugones, amigo y socio del asesor Santiago Caputo, uno de los vértices del triángulo de hierro que completan Javier y Karina Milei.
En el mercado de las prepagas están conscientes que Caputo y Rodrigo Lugones, dos pupilos del experto en imagen política Jaime Durán Barba, se repartieron la supervisión del Gobierno en mitades. La lucrativa área de la salud quedó para el joven Lugones, al igual que otros sectores, como la empresa Arsat. Pero mientras Caputo carga el peso de ser señalado por su dominio del poder gubernamental, Lugones (hijo) cierra acuerdos inadvertido. ¿Qué emoción le provoca a Caputo ese trato desigual? Quienes dialogaron con el asesor presidencial percibieron indigestión. ¿La llegada del padre al ministerio fue una exigencia para que los Lugones den la cara?
Mario Lugones, el padre y socio de Nosiglia y Barrionuevo, encabezó el Sanatorio Güemes y la prepaga Hóminis. A través de esta última empresa compartió sociedad con Alexis Hoffmann. El asesor financiero Hoffman es el yerno del Coti Nosiglia e integra la consultora Anker, que manejó el actual ministro de Economía, Luis Caputo. Así, el árbol genealógico y las sociedades entrelazan al nuevo ministro de Salud con los Caputo y los Nosiglia.
Mario Lugones consolidó su ascendencia en abril pasado, cuando logró que el Gobierno amenazara con denunciar a las prepagas por aumentar las tarifas. Aunque conocía los dos lados del mostrador, el médico de Hóminis consiguió atemorizar a sus colegas. Como Belocopitt es dueño de una parte de América, junto a José Luis Manzano y Daniel Vila, en los oídos presenciales prendió fácil la teoría de un acuerdo con Sergio Massa para exacerbar los ánimos de la clase media. Se blandieron amenazas y se presentó una denuncia por cartelización en Comisión Nacional de Defensa de la Competencia. Milei retuiteó un mensaje que llamaba “garca” a Belocopitt y el dueño de Swiss Medical terminó por renunciar a presidencia de la Unión Argentina de Salud, tras declarar que le habían “tirado un balde de mierda”. Lugones había allanado el camino. Pero hasta entonces, se mantenía detrás.
Desde aquel momento, la denuncia contra las prepagas quedó en la nada. Lugones llegó a un acuerdo con sus colegas, dejó en claro quien era el interlocutor y se pidió dar de baja la medida que se había interpuesto contra el aumento en el fuero Contencioso Administrativo. El diputado de la Coalición Cívica, Hernán Reyes, fue el viernes pasado a conocer los avances de la denuncia en la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia. No quedó satisfecho. “Presentamos una nota para saber cuáles son los mecanismos de control que hay para definir los aumentos y no hay ninguna información, no se presentaron datos fehacientes sobre los costos, y Lugones tuvo mucho que ver para generar ese acuerdo con las prepagas, para que no haya ningún tipo de normas con criterios inteligentes y verificables de los aumentos; en el acta que firmaron con las empresas decían que se iba a definir un mecanismo de control, pero no existe”, reconstruye Reyes, en diálogo con LA NACION.
La preocupación selectiva sobre el impacto del costo de la salud es curiosa. Los medicamentos subieron por encima de la inflación. En el área de la salud también se frenó la desregulación de los aportes de los jubilados al PAMI para darles la posibilidad de derivarlos a otra obra social o prepaga, a pesar de la coincidencia entre sus beneficios y los objetivos libertarios. Los criterios son disímiles.
Antes de convertirse en ministro de Salud, Lugones hizo carrera en las obras sociales sindicales. En los noventa formaba parte de Osecac, la obra social de los empleados de comercio que manejaba el histórico Armando Cavalieri. Luego, su encuentro con Nosiglia y Barrionuevo fue providencial. Tras la llegada de Milei, su poder fue determinante para ubicar a Gabriel Oriolo al frente de la estratégica Superintendencia de Servicios de Salud, que reparte los fondos entre las obras sociales.
Con llegada de Milei se convirtió en asesor de la Jefatura de Gabinete. “Mi objetivo es brindar asesoramiento en las modificaciones que el presidente considera necesarias para el área y lo hago desde mi conocimiento del sector”, resume. “Hay que realizar medidas integrales y paulatinas que vayan saneando los diferentes actores del sistema –agrega-. Hay que dar marcos de libertad y seguridad para inversiones, buscando que los usuarios tengan la libertad de poder elegir entre diferentes opciones, las más convenientes de sueldo a sus posibilidades. El sector está en crisis y todas las medidas que toma el gobierno apuntan a que argentina no se quede sin salud”.
La Oficina Anticorrupción debería ahora advertirle que la ley lo inhibe de tomar decisiones que afecten sus intereses anteriores. Es dudoso su resultado. Hasta ahora, las posibles incompatibilidades no parecieron desvelarlo.
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