Los espías rusos con pasaporte argentino volvieron a Moscú como parte del mayor trueque de prisioneros desde el fin de la Guerra Fría
Los agentes que decían llamarse María Rosa Mayer Muños y Ludwig Gisch se declararon culpables en Eslovenia; silencio oficial sobre el futuro de sus hijos menores, nacidos en Buenos Aires
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Los dos “topos” rusos que afirmaron ser María Rosa Mayer Muños y Ludwig Gisch para obtener la ciudadanía y el pasaporte argentinos, y luego instalarse en Eslovenia, volvieron a Moscú durante las últimas horas. Detenidos desde diciembre de 2022 por espionaje, fueron parte del mayor intercambio de prisioneros entre Occidente y Rusia desde el final de la Guerra Fría, dejando en evidencia así una nueva falla u omisión en el sistema de inteligencia argentino.
El trueque se concretó ayer en una pista de aterrizaje del aeropuerto de Esenboga, en la capital de Turquía, Ankara, según confirmó hoy el gobierno turco a través de un comunicado oficial. Abarcó un total de 26 periodistas, espías, asesinos, lavadores de activos y estafadores. Eran 16 occidentales y el resto, rusos; entre ellos, Ana Valerievna Dulceva y Artem Viktorovič Dulcev, más conocidos como María Rosa y Ludwig en el barrio porteño de Belgrano.
Su incorporación al intercambio terminó de destrabarse esta semana, cuando los dos espías rusos que accedieron a la ciudadanía argentina se declararon culpables ante la Justicia eslovena. Recibieron una condena a un año y siete meses de prisión, y se ordenó su expulsión inmediata del país, al que no podrán volver por los próximos cinco años.
El comunicado oficial del gobierno de Turquía no precisó, sin embargo, si el intercambio también incluyó a los hijos menores de edad del matrimonio ruso. Son una niña de 10 años y un niño de 8 años que nacieron en la Argentina y que permanecían alojados en un hogar de acogida temporal en las afueras de Ljubljana, la capital eslovena, bajo la custodia de personal especializado, desde la detención de sus padres.
Desde entonces, según verificó LA NACION, ningún familiar directo de Mayer Muños o de Gisch se interesó por la situación de los menores ante las autoridades eslovenas o argentinas, ni requirió a las autoridades locales su custodia.
El intercambio de prisioneros sí abarcó, en tanto, al periodista de The Wall Street Journal, Evan Gershkovich, y al marine Paul Whelan, como así también a un sicario condenado en Alemania, Vadim Krasikov, por el asesinato de un exlíder de la insurgencia chechena, por el que reclamó de manera personal el presidente ruso, Vladimir Putin, y al periodista ruso Pavel Rubtsov, quien permanecía apresado en Polonia, entre otros.
La trama argentina
Alertadas por un servicio de inteligencia de otro país europeo, las autoridades eslovenas detuvieron a Mayer Muñoz y Gisch, los acusaron de espionaje y falsificación de documentos públicos, y requirieron la colaboración de la Justicia argentina. El exhorto recayó en manos de la jueza federal María Servini, quien pidió la colaboración de varios organismos públicos y de la Policía Federal para reconstruir el paso de los sospechosos por la Argentina.
Según consta en la documentación que Gisch y Mayer Muños presentaron al requerir la ciudadanía argentina, él dijo ser un experto en informática que montó una pequeña firma especializada, en tanto que ella abrió un atelier y una galería en el barrio de Belgrano, lo que repitió al radicarse en la capital eslovena, tras la pandemia global de 2020. Ni antes ni después hay constancia de un alerta de los servicios de inteligencia argentinos sobre lo ocurrido.
Tanto en la Argentina como en Eslovenia, además, Gisch y Mayer Muños se presentaron y movieron como una pareja de ingresos medios que poco antes de la pandemia decidió mudarse a un chalet de un barrio de las afueras de la capital eslovena. Pero un dato captó la atención de la prensa local: cinco abogados defienden a la pareja, bajo la batuta del estudio jurídico Godec, Černeka & Nemec, sin que haya trascendido quién abona sus honorarios.
Gisch ingresó a la Argentina como turista desde Uruguay y Mayer Muños voló desde México, poco después. Casi de inmediato, la pareja comenzó a reunir documentos, muchos de ellos fraudulentos, para obtener la ciudadanía. Gisch afirmó que era un ciudadano austríaco nacido en Namibia de madre argentina, lo que facilitó sus trámites para obtener la ciudadanía. Mayer Muños dijo que era mexicana y presentó un certificado de nacimiento en el que se consignaba que habría nacido en Grecia.
Tras obtener la ciudadanía argentina en 2014, Mayer Muños se casó con Gisch por civil en Buenos Aires, en septiembre del año siguiente. Una pareja de colombianos figuró como testigo: él, médico; ella, docente, ambos oriundos de Cali. Esos testigos tampoco viven ya en la Argentina. Así consta en la copia del acta de matrimonio que la jueza Servini remitió a Eslovenia a pedido de la jueza Tanja Tošič Bennigar.
Las sospechas que rodeaban a la pareja terminaron de confirmarse, no obstante, cuando Interpol verificó las identidades de ambos a través de sus huellas dactilares. Cotejó las disponibles en Buenos Aires y Moscú, y verificó que las verdaderas identidades de Mayer Muños y Gish eran Ana Valerievna Dulceva y Artem Viktorovič Dulcev.
En Eslovenia, el matrimonio con pasaportes argentinos afrontó un juicio secreto en el que podrían haber recibido condenas por hasta ocho años de prisión en una cárcel de máxima seguridad, pero al declararse culpables, la pena se acotó a un año y siete meses de prisión, la expulsión posterior del país y la prohibición de reingresar a Eslovenia por cinco años.
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