Los detectives de la Redacción
“Si ustedes me traicionan, yo voy a escribir el libro de esa gran traición”, le advirtió Diego Cabot al fiscal. Aludía concretamente a la posibilidad de que la casi siempre sinuosa Justicia Federal mirara para otro lado frente a las evidencias o “pisara” la causa. El fiscal replicó con sorna: “Vos también nos podés traicionar”. Se refería a la chance de que al periodista le diera un súbito ataque de ansiedad y publicara al día siguiente, sin haber entregado las pruebas al juzgado, toda su investigación sobre los cuadernos del chofer. Estaban en las reuniones previas, y prevalecían las desconfianzas mutuas. Las dos partes, sin embargo, cumplieron su palabra, y fue así como comenzó el mayor escándalo de corrupción de la historia argentina, un expediente que terminó con el procesamiento y embargo multimillonario de Cristina Kirchner como jefa de una asociación ilícita, y también con el involucramiento de 41 personas, entre ellas varios exfuncionarios, poderosos hombres de empresa, el primo del presidente de la Nación y miembros del mismísimo Poder Judicial.
La templanza de Cabot, que fue capaz de guardarse siete meses una primicia, y luego sus aportes decisivos al Lava Jato criollo, ya le han asegurado un lugar en la historia del periodismo. Mantiene, no obstante, una prudencia y una modestia poco frecuentes en un medio ganado por el sarcasmo, el narcisismo y la codicia. Ni la disputa que tres o cuatro productoras están operando para hacer una serie de Netflix con su espectacular pesquisa, ni los elogios nacionales e internacionales que recibe con frecuencia, han logrado sacarlo de su eje. Que consiste en seguir mensurando con frialdad cada dato y en ponerles la oreja a múltiples fuentes anónimas: Diego, como buen periodista de investigación, tiene el don de hacer hablar a la gente. Y su nueva notoriedad no hizo más que añadirle autoridad a su palabra, y también miedo a quienes hoy saben que puede ser muy costoso decirle una mentira. Como todo cronista de las miserias humanas, cuando escribe se siente profundamente solo, e incluso no puede evitar condolerse un poco por las familias de los procesados, gente que ha ocultado la naturaleza espuria de sus negocios y que de pronto debe enfrentar a sus propios parientes y amigos para confirmar las noticias y revelar su lado oscuro. Cabot sabe que se corrompieron, pero aun así le pesan las consecuencias personales de su trabajo, porque afortunadamente este oficio no ha logrado todavía transformarlo en un cínico sin alma. En estos cincuenta días, su vida dio un vuelco.
Una mañana se encontró en un bar con una fuente anónima, y por la tarde, un auto frenó detrás del suyo y un desconocido le preguntó cómo llegar a la esquina exacta donde había tenido lugar aquella reunión matutina y secreta. Era una amenaza: te estamos siguiendo. Son los avatares de un periodista de investigación, esa rama tan particular dentro del amplio abanico de una profesión con diferentes prácticas y vocaciones
Una mañana se encontró en un bar con una fuente anónima, y por la tarde, un auto frenó detrás del suyo y un desconocido le preguntó cómo llegar a la esquina exacta donde había tenido lugar aquella reunión matutina y secreta. Era una amenaza: te estamos siguiendo. Son los avatares de un periodista de investigación, esa rama tan particular dentro del amplio abanico de una profesión con diferentes prácticas y vocaciones. Siempre me ha parecido que un gran periodista es mucho más que un periodista. Diego Cabot, al igual que su socio y camarada, Hugo Alconada Mon, es abogado, pero ambos comparten una íntima e irrefrenable pasión por el "detectivismo". Son, digámoslo así, detectives judiciales de la prensa; los fascina develar misterios. Por orden del secretario general, Hugo y Diego tienen ahora escritorios contiguos. Al segundo día de que se publicara su primera nota sobre Centeno , Cabot le entregó a Alconada un pendrive que contenía todos los documentos. Desde entonces han escrito a dúo o artículos complementarios, y cada mañana se hablan por teléfono para decidir quién sigue qué huella. Tener esta delantera es como jugar en el mismo equipo con Messi y Ronaldo. Ya habían trabajado juntos en el caso del lujoso avión de Jaime , y después para contarle las costillas a Sergio Shocklender por Sueños Compartidos : Hugo y Diego comieron un asado en su casa, y el anfitrión les sugirió jocosamente que los había envenenado.
Esta forma del "detectivismo", que tiene el Watergate como emblema moderno, renueva el prestigio a los medios, pero también les trae enormes dolores de cabeza. Es una faena que, libre de romantizaciones de película, resulta una apuesta a largo plazo, costosa, no pocas veces escabrosa, y con resultados inciertos. Los políticos y especialmente las corporaciones ejercen presiones indecibles sobre los periodistas y sobre las compañías, y suelen ejecutar represalias legales y comerciales. La tarea precisa dedicación absoluta, paciencia de pescador de altura, y valentía para sobreponerse al estrés continuo, a la incertidumbre, a las amenazas, al tedio de los números y a los callejones sin salida. La apuesta a la investigación salva al periodismo de sí mismo, de sus pecados y de su palabrería demagógica, y resulta fundamental para la democracia representativa. Es por eso que el populismo odia particularmente a estos cirujanos de la verdad, porque ponen en jaque la arquitectura mentirosa y corrupta que necesita. Alguna vez Joseph Pulitzer predijo: "El poder para moldear el futuro de una República estará en manos del periodismo de las generaciones futuras". No se equivocaba. Aquí están esas nuevas generaciones.
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