Los desencantos que aguardan a Alberto Fernández
El candidato peronista se preocupó por la posibilidad de que la protesta en la calle escalara y pidió moderación; enfrenta demandas contrapuestas de gremios, movimientos sociales y empresarios, que deberá arbitrar si gana
Era miércoles a la tarde y la situación en la calle estaba tensa porque los grupos piqueteros más duros pulseaban con la policía para acampar en la avenida 9 de Julio. El día anterior se había realizado un operativo simultáneo de protestas en varios shoppings de la Capital y pocas horas después los movimientos más dialoguistas del trío de San Cayetano se movilizarían al Congreso.
El cuadro de situación fue analizado por el equipo de Alberto Fernández y surgió una preocupación compartida: que los reclamos derivaran en acciones violentas y hubiera una víctima. Aunque la responsabilidad de la seguridad corría por cuenta del Gobierno, sabían que políticamente eran ellos los que más tenían para perder si las manifestaciones se desmadraban. Por la noche, en Tucumán, Fernández bajó un mensaje claro: "Evitemos estar en las calles y las situaciones que puedan llamar a la violencia".
El episodio marcó el inicio de la disputa de poder en las calles, allí donde todos se anticipan al resultado de la elección para marcar territorio. Los grupos más radicalizados del Polo Obrero y de Libres del Sur protagonizaron el acampe, desafiaron a la policía al cortar el metrobús (la línea Maginot de Rodríguez Larreta), desoyeron a Alberto Fernández y se retiraron después de que el Gobierno aceptó darles víveres. Apuestan a la ruptura porque Desarrollo Social nunca los sentó a la mesa de conversación. Carolina Stanley sostiene que solo extorsionan en busca de recursos, pero no cooperan en las soluciones. En un eventual gobierno peronista, tampoco estarían en la discusión porque adhieren a la izquierda dura.
Los grupos más dialoguistas de la CCC, Barrios de Pie y la CTEP, por el contrario, tienen un expectativa real de participar de las políticas sociales. Incluso Juan Grabois, que en su rol de librepensador es quien más problemas le genera a Fernández y más reproches internos cosecha. De hecho Daniel Arroyo, encargado del diseño de esta área, les reserva a esas agrupaciones un rol importante. "Son parte de la solución, no del problema", repite.
Sin embargo, también tienen su juego autónomo. Mantuvieron la protesta el jueves, el día en que se aprobó la emergencia alimentaria, para que quedara en claro que el proyecto avanzaba por su intervención. Es cierto: el presidente Mauricio Macri no quería una ley, y Fernández hubiese preferido un decreto que lo librara de futuros costos. "Los movimientos sociales defendimos mucho más a los humildes que la política parlamentaria", sintetizó uno de los referentes que orbitan cerca del búnker de México.
Pero hay otro dato clave: los propios líderes de las organizaciones reconocen estar bajo una fuerte demanda de las bases y buscan canalizar la protesta como una válvula de escape. El aumento de la demanda de alimentos y el mayor nivel de endeudamiento de las familias de sectores bajos generaron más fricciones y preocuparon a los propios dirigentes.
La protesta en la calle expone la progresiva descomposición social del país y las limitaciones de la ayuda social como única solución. Según datos que manejan los equipos de Fernández, cuando Raúl Alfonsín instrumentó las cajas PAN, las recibían 500.000 personas; con Eduardo Duhalde, la cifra de los planes Jefas y Jefes de Hogar llegó a 1,2 millones de beneficiarios; cuando Cristina Kirchner instauró la Asignación Universal por Hijo, se acercó a los 8 millones, número que Macri amplió a 10 millones de personas que hoy reciben algún tipo de prestación social. Es decir, en 30 años la cifra se multiplicó por 20. El problema no es el asistencialismo, sino la economía. La propia Stanley reconoce que si no hay reactivación, a lo largo de los años se agota el efecto de la ayuda social.
Mientras intentaba serenar la calle, Alberto Fernández apostó a la escenificación de lo que imagina como su primera gran propuesta de gobierno: un acuerdo de precios y salarios por 180 días. Por ahora es un enunciado sobre el que los propios protagonistas tienen pocos detalles. Todos le asignan un valor relativo y un alcance limitado. "A Fernández solo le sirve para evitar un inicio convulsionado con gremios y empresarios. Puede funcionar transitoriamente, pero no es el inicio de un plan de estabilización. Deberá avanzar rápido en definiciones sobre gastos, impuestos, retenciones, provincias y la renegociación con el FMI", resume el sociólogo Marcos Novaro.
Los empresarios de la UIA tampoco le asignan gran trascendencia, más allá de que dicen estar dispuestos a acompañar. Imaginan que la verdadera discusión detrás de ese pacto es por las leyes laborales, que piden flexibilizar. Por eso el martes se reunirán con un grupo de gremialistas del sector energético, como Antonio Cassia, Oscar Mangone, José Luis Lingeri y Guillermo Pereyra.
El titular de la Unión Industrial (UIA), Miguel Acevedo, fue el lunes a ver a Fernández al búnker de México, y dos días después estaba en Tucumán en medio de un acto con folclore peronista. Pese a que no se conocían, hubo gestos que generaron buena química. Allí quedó claro que los privados esperan una señal clara de baja de tasas de interés y reducción de impuestos. Los industriales se sienten revalorizados por el discurso productivista del candidato, después de que Cambiemos los marginó para priorizar a los unicornios, el Foro de Convergencia y el chat Nuestra Voz. El nuevo emprendedurismo digital versus la vieja plutocracia fabril. Por las dudas, esta semana Macri los llamó "a poner el hombro" y pagar un bono de $5000. Un recordatorio de que esa relación está definitivamente gastada.
Héctor Daer es un hombre clave para Fernández. Confía en su habilidad política y en su tono moderado. Pero al mismo tiempo atiende a Hugo Moyano, que está preocupado por el futuro de OCA y la incidencia de Camioneros. Los gremios, como los movimientos sociales, sienten que volverán a pesar en un eventual gobierno peronista y por eso hoy moderan sus diferencias internas. Le demandan al candidato que separe lo sindical de lo asistencial y que los priorice por sobre las organizaciones sociales. "Los representantes de los trabajadores somos nosotros. Y si la economía se recupera, nuestra incidencia será mayor", analiza un referente de la CGT. Otra puja que deberá arbitrar Alberto si llega al poder.
El telón de fondo de estas disputas posdatadas sigue siendo la renegociación con el FMI, el actor determinante. El frío que llega desde Washington se hace sentir. El mensaje que dejó esta semana el vocero del Fondo, Gerry Rice, fue austero para lo que se esperaba. Dijo que recibirían a Hernán Lacunza a fin de mes, pero no dio señales del desembolso de US$5400 millones. El teléfono que comunicaba al secretario del Tesoro norteamericano, Steven Mnuchin, con el representante de Estados Unidos en el FMI, David Lipton, se quedó sin señal. Por ahí llegaban las órdenes políticas para ayudar a la Argentina. El contenido de la última conversación de Donald Trump con Macri no trascendió, a diferencia de lo que ocurría antes. Tampoco está previsto que se reúnan cuando el Presidente participe el 24 de este mes de la Asamblea General de la ONU. Será un viaje relámpago de un solo día y por ahora solo se espera un saludo en la recepción que el anfitrión de la Casa Blanca ofrece a sus pares.
Los efectos de estas indefiniciones externas volvieron a agitar a los mercados, que cerraron la semana con una desconfianza manifiesta. Una nueva evidencia de que el interregno de tres meses hasta la asunción del nuevo gobierno no será apacible, aunque el dólar parezca anestesiado en las pantallas de la City.
Fernández lo sabe y por eso habla con economistas de todas las razas en busca de respuestas. Si bien está rodeado de heterodoxos moderados, como Emmanuel Álvarez Agis y Cecilia Todesca, también se nutre de profesionales de perfiles muy disímiles, como Carlos Melconian. El extitular del Banco Nación, que acaba de presentar un libro en el que cuenta cómo en el origen del gobierno de Macri presentó su plan económico que fue desoído por drástico (en comparación con otro de Federico Sturzenegger que se titulaba "Don't worry, be happy"), ahora le acercó sus propuestas al candidato opositor. Se conocen desde 2005, cuando Néstor Kirchner los presentó, y desde entonces siempre estuvieron en contacto. Después de las PASO se vieron un par de veces en el departamento de Puerto Madero de Fernández. Además de sus ideas económicas, Melconian le dejó un mensaje que Macri escuchó varias veces: "Debés ordenar la política". Nada menos.
Por eso Alberto transmite una obsesión por conseguir un contundente triunfo en las urnas para lograr el mayor respaldo posible. En un país con el poder cada vez más fragmentado en tribus, ordenar será el principal desafío de Fernández si es presidente. Ordenar entre piqueteros de izquierda y movimientos peronistas; entre demandas gremiales y reclamos empresariales; entre los gobernadores y el kirchnerismo duro. Hoy seduce a todos, mañana deberá elegir.
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