Los desafíos de la izquierda tras el fracaso de definir sus candidatos en “una gran PASO”
Divididos, los distintos partidos intentarán capitalizar el desencanto social que, según sus dirigentes, existe tanto con el Frente de Todos como con Juntos; el Frente de Izquierda-Unidad pone en juego sus dos bancas en el Congreso
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El cierre de las listas electorales volvió a exhibir la fragmentación de la izquierda. Sin embargo, con la campaña ya lanzada, las distintas fuerzas que disputarán el voto de ese espectro ideológico en las próximas elecciones legislativas —desde el Frente de Izquierda-Unidad (FIT-U), que lidera Nicolás Del Caño, hasta el Nuevo MAS de la dirigente Manuela Castañeira— coinciden en la magnitud del desafío que tienen por delante: lograr representar el desencanto que, según interpretan, existe tanto con la gestión del Frente de Todos como con la alternativa “por derecha” expresada por Juntos.
Es que mientras los reclamos y movilizaciones en el resto de América Latina comienzan a traducirse en alternativas políticas capaces de ganarse la adhesión de amplios sectores sociales, en la Argentina ese escenario parece vislumbrase lejano. La convocatoria a una “gran PASO de la izquierda” en la que participarían todas las corrientes finalmente no tuvo éxito. Pero a pesar de no haberlo logrado, sus dirigentes creen tener la capacidad suficiente de interpelar a una sociedad cada vez más golpeada por la pandemia y la crisis económica.
“Nos planteamos el desafío de instalarnos como una tercera fuerza a nivel nacional, con un programa que defienda los intereses del pueblo trabajador”, manifestó Christian Castillo, sociólogo y referente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) que forma parte del FIT-U. En diálogo con LA NACION, Castillo graficó ese anhelo al destacar el resultado que obtuvo el Frente de Izquierda en las elecciones provinciales de Jujuy, donde alcanzó el primer lugar en la localidad de Palpalá y el segundo en el distrito capital.
En tanto, al referirse al panorama regional, Castillo señaló que existe un denominador común: la crisis social que deja la pandemia. “La situación económica se volvió tan difícil para los pueblos que eso dio lugar a levantamientos populares en varios de los países donde más habían avanzado las reformas neoliberales, como es el caso de Chile, de Colombia o de Perú”. Sin embargo, aclaró que cada país vive una situación particular. Y, en esa línea, precisó: “En Perú no hubo unidad, hubo fragmentación, nadie imaginaba que Pedro Castillo podía llegar a terminar presidente”.
Para Castillo, la peculiaridad de la Argentina radica en que el peronismo contiene a la gran mayoría de los sindicatos y de los movimientos sociales. En ese sentido, sostuvo que las organizaciones oficialistas “se ven presionadas por sus bases”, que parecen comenzar a ver con buenos ojos la intransigencia que muestra la izquierda en contraste con el pragmatismo de sus dirigentes. “El FIT-U tiene la posibilidad de reflejar políticamente ese descontento que se observa cotidianamente en las calles, donde hay una ausencia total de las conducciones sindicales”, agregó.
Otro de los dirigentes de la izquierda que se mostró optimista de cara a la disputa electoral fue Alejandro Bodart, referente del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST). “Hay un proceso de unificación y esto es reconocido por la gente al votar mayoritariamente al FIT-U, que es la expresión de izquierda que logra pasar las PASO”, señaló a LA NACION el precandidato a diputado nacional del MST que, pese a formar parte del frente, competirá con lista propia en las primarias de septiembre.
Si bien admitió que “la izquierda es más diversa que el FIT-U”, Bodart está convencido de que el surgimiento del frente significó “un avance”. Es que, más que por amor, el Frente de Izquierda nació en 2011 por el espanto de los partidos que hoy lo integran a quedar afuera del juego electoral. Las PASO impusieron un umbral mínimo del 1,5% de los votos para competir en las elecciones generales. Un porcentaje “proscriptivo”, según todas las corrientes de la izquierda.
El FIT-U apuesta a ampliar su bloque en la Cámara baja, que en estas elecciones pone en juego sus dos bancas en el Congreso. Desde su creación, el espacio conformado por el Partido Obrero, el Partido de los Trabajadores Socialistas, Izquierda Socialista y, desde 2019, el MST, se caracterizó por una práctica que lo distingue de los “partidos tradicionales”: la rotación de las bancas entre sus distintas fuerzas. Sucedió en junio, cuando Nicolás del Caño (PTS) y Myriam Bregman (PTS) presentaron la renuncia para que asumieran Juan Carlos Giordano (IS) y Mónica Schlotthauer (IS).
De esta manera, los dirigentes cumplen con la promesa de compartir los puestos legislativos, una de las premisas que tiene el frente y que se suma a la obligación de percibir un sueldo equivalente al de un docente –y destinar el saldo restante para los programas y actividades de la coalición–, rechazar privilegios y poner los puestos parlamentarios “al servicio de las luchas”.
Sin embargo, no todo se reduce a dinámicas institucionales. Los debates estratégicos al interior de la izquierda están a flor de piel. “Hay que transformar el frente en un movimiento que no sea solo para las elecciones, sino que tenga una perspectiva de poder”, señaló Bodart. Es una definición conceptual que coincide con lo expresado a LA NACION por Manuela Castañeira, la referente del Nuevo MAS. “Hay una discusión de fondo respecto de cómo tiene que ser el rol parlamentario de la izquierda”, apuntó la referente juvenil. Y se preguntó, en clara referencia al FIT-U: “¿Hasta dónde puede llegar esa experiencia si la sociedad no se mueve?”.
“Lo que a mí más me distingue con [Nicolás] Del Caño es que no opino que con 20 diputados se puedan resolver los grandes problemas de la Argentina. La izquierda es más una expresión social de la plaza que de cargos del palacio”, lanzó Castañeira, que encabeza la lista de diputados del Nuevo MAS en Provincia y se presenta como la cara de “la renovación”.
Por su parte, quienes tampoco dudaron en cuestionar el papel que juega el FIT-U en el Congreso fueron los referentes de Política Obrera, otro de los espacios que competirá por fuera del armado del frente. “Creemos que hay una adaptación al Estado por vía del parlamento”, dijo Marcelo Ramal, precandidato a diputado por ese partido en las próximas elección porteñas. “En 2019, los diputados del Frente de Izquierda votaron la ley de emergencia alimentaria que pactaron macristas y kirchneristas, un fraude que pretendió presentar la idea de que este régimen político iba a poder resolver el problema del hambre y de la pobreza”.
Política Obrera es el sello que inscribió el histórico dirigente Jorge Altamira, que hará su debut electoral después de ser expulsado del Partido Obrero, fuerza que lideró durante décadas. Ramal advirtió que “detrás de la supuesta grieta, lo que viene después de las elecciones es el acuerdo con el FMI. Nosotros no solo vamos a votar en contra, sino que vamos a llamar a la movilización popular para rechazarlo”. Y, en tono profético, deslizó: “El solo hecho de que nos llame la atención que no exista una efervescencia social en medio de esta crisis excepcional, como vemos en otros países, te está mostrando que puede existir en cualquier momento”.
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