Los bizarros asados que paga Samid para armar “la agrupación peronista más grande del país”
“El rey de la carne” recibió en su estancia “La Maru”, de Cañuelas, a dirigentes a los que busca sumar a su proyecto presidencial para 2023; los insólitos detalles del encuentro
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Cincuenta kilos de carne y 250 chorizos, ese fue el cálculo para el primer encuentro de la que Alberto Samid cree será “la agrupación peronista más grande del país”. Esta vez, “el rey de la carne” reunió a cerca de 50 personas en su estancia “La Maru” pero asegura que, para fin de mes, el campo de 1.000 hectáreas ubicado en Cañuelas “va a quedar chico”. A partir de hoy, planea repetir estas reuniones todos los sábados y “si crece”, a partir de septiembre empezará a viajar a las provincias.
Cerca de las 13 llegaron los primeros. Después de abrir la tranquera, atravesar cerca de 200 metros poblados con vacas, los recibía una bandera con Perón y Evita y la inscripción “Militancia peronista de la provincia de Buenos Aires” colgada de dos árboles. Se sumaban otra del sindicato de fleteros y una de la agrupación 20 de noviembre. Cumbia, una fogata prendida, cuatros discos inundados de chorizo a la pomarola, cinco tablas de madera sobre caballetes que oficiaban de mesas y los bebederos que usan las vacas llenos de botellas de medio litro de agua y Manaos.
No es la primera vez que el empresario convoca a su estancia. Para celebrar su libertad definitiva el 1 de mayo organizó un “asado militante” del cual también participó Hugo Moyano. Samid había sido condenado a cuatro años de prisión por haber integrado una asociación ilícita en un fallo en el que también fue condenado a pagar casi $282.000: es lo que estimó la Policía Federal que gastó en traerlo el pasado desde Belice, adonde se había ido cuando estaba en pleno juicio.
Para las 14:30 se amontonaban en la casa principal cerca de 40 personas para dar inicio al “plenario” donde bastaba con pararse para opinar. Se presentaban, decían de a donde habían venido y disparaban sus críticas tanto al Gobierno como a la gestión macrista. “Ojo que Larreta es peor”, lanzó uno de ellos y otro le ironizó: “Se despierta más temprano”.
Vestido con una remera rayada roja y azul Samid, sentado en una mesa larga de madera de 15 comensales, los escuchaba atento. “Nosotros no hicimos 600 kilómetros solo para comer un rico choripán, queremos empezar a armar”, dijo uno de los más aplaudidos que había venido desde Entre Ríos para conocer al empresario.
Aunque la mayoría eran de Buenos Aires, también hubo representantes de Tucumán, Río Negro y Chaco. “¿Se anotaron?”, repetía el empresario. Todos aquellos que querían sumarse debían registrarse en un cuaderno. Estaba en la entrada del living de ladrillo sobre un modular de madera al lado de un teléfono antiguo, un candelabro naranja y una foto de un jóven Samid con su esposa.
No eran las únicas fotos que había. En otra pared colgaban dos cuadros: Samid a caballo lookeado con boina y poncho y en el otro, abriendo la puerta de un bar con un sombrero, corbata y sobretodo. También había una repisa con varios portarretratos con fotos familiares.
“Les puedo asegurar que acá va a haber muchos dirigentes”, arengó Samid. “Acá necesitamos coraje y patriotismo”, cerró “el rey de la carne” que está convencido de que hoy nadie convoca al peronismo que está dividido en varios espacios como el massismo y el kirchnerismo. Desde un parlante enchufado en la cocina sonó la marcha peronista y las sillas quedaron vacías. Los asistentes se acercaron con “La madre de todas las batallas”, el libro de Samid que estaba sobre una barra, para que el autor los firmara. Después de autografiar cerca de diez, Samid se levantó. Uno de sus colaboradores le pasó un polar negro, le colocó una bufanda blanca y celeste y a paso lento, el empresario se retiro.
Aunque su futuro líder ya se había ido manejando una camioneta Mercedes Benz, para las 16 varios militantes todavía daban vueltas por el predio. Como si fuera un día de campo, algunos se quedaron jugando al metegol en la galería de la casa. La mayoría volvió al sector de la fogata que había quedado custodiada por un hombre y su hijo, sentados en dos reposeras rayadas. Los que llegaron más tarde aprovecharon para pedir un choripán. “Pero acá hay algunos que van por la segunda vuelta. Están morfando desde las 10 y arrancaron de nuevo”, bromeo uno. Mientras algunos pinchaban directamente del disco que todavía rebalsaba y largaba burbujas, otros se acercaban a la mesa donde un hombre cortaba el pan que sacaba de bolsas que parecían ser las típicas de carbón.
“Chicas aprovechen a ver lo que hace mi mujer”, invitaba uno de los militantes que más habló durante la reunión a dos mujeres que, choripán en mano para el viaje, se retiraban. Lookeado con una campera de cuero negro y anteojos de sol en la frente, les señalaba una camioneta que se había ubicado justo en la tranquera de salida. Allí, su mujer vendía conservas en escabeche en frascos de mermelada de vidrio o botellas de wishky sobre la caja de la camioneta.
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