Los barrabravas del poder: la fuerza de choque que se activa cada año electoral
Tres casos testigo de los pactos de la política para hacer pie en las zonas más peligrosas: villa Sapito, en Lanús; el barrio 20 de Junio, en Isidro Casanova, y la isla Maciel
El equipo de campaña de Néstor Grindetti fue recibido a balazos en villa Sapito. En la isla Maciel, salvo el kirchnerismo, nadie es bienvenido. Y en La Matanza, considerada la capital del PJ, hierve la interna partidaria hasta para colonizar las paredes de las barriadas más peligrosas.
Los tres distritos tienen algo más en común que ser puntos calientes del conurbano bonaerense: escenifican casi a la perfección el apretón de manos entre la política y las barras bravas. Y nunca mejor que los años electorales para reforzar esos vínculos.
Los barrabravas ya dejaron de encargarse solamente de las pintadas y pegatinas, y de musicalizar con bombos y trompetas los actos. Ejercen también como fuerza de choque de políticos y sindicalistas, y se jactan de ser los custodios de un territorio determinado, que casi siempre es el que rodea a la cancha, considerado casi como un espacio propio.
En Isidro Casanova, la pelea entre las facciones de la barra de Almirante Brown hierve al calor de la interna del PJ. En esta elección repartirán lealtades entre el kirchnerismo y Randazzo.
En algunos distritos, son verdaderos "guardias" de territorios tomados. Los barras manejan las cajas de programas sociales, del narco y deciden la suerte de las urnas. Diego "Fanfi" Goncebate, jefe de la barra brava de Lanús, supo ser uno de los hombres más poderosos en Sapito. En los últimos meses su influencia quedó amenazada por el ingreso de la municipalidad en el territorio.
Juan Manuel Lugones es desde diciembre de 2015 el jefe de la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte en la provincia de Buenos Aires. Su desembarco en el organismo arrojó una señal auspiciosa: cuando puede, pone en práctica el eslogan oficial sobre la lucha contra las mafias. Hace rato que diversificó sus tareas más allá de los delitos vinculados al fútbol y que advirtió sobre la ampliación de cajas del lucrativo mercado negro de los barras.
El corazón de Maciel le pertenece al Club San Telmo. Y son los barras del "Candombero" los que, a los tiros, cuidan que en el territorio no se infiltre ningún otro partido político: la isla es espacio kirchnerista.
"Las barras bravas abarcan muchísimo más de lo que pasa en una cancha de fútbol. Sus peleas son por el dominio del territorio, ya no más por los negocios del club y la tribuna. Ganar el territorio les da la posibilidad de ejercer el delito en ese lugar: administrar el menudeo de la droga, estar armados y negociar con la mala política", explica Lugones, un abogado que se especializó en la temática. Publicó en 2014 el libro Barrabravas para todos, que hace referencia a los nexos políticos de las hinchadas y que involucra por igual a macristas, kirchneristas y massistas. A todos.
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