Londres planeó devolver a Astiz a la Argentina bajo un seudónimo
Los archivos británicos dicen que Thatcher buscó evitar que Suecia y Francia interroguen al marino argentino por los desaparecidos
En plena guerra de Malvinas, el gobierno británico planificó otorgarle un seudónimo al entonces capitán de la Armada, Alfredo Astiz, y meterlo en un vuelo directo de Londres a Buenos Aires. Buscaba así terminar con los reclamos diplomáticos de Francia y Suecia, que querían interrogarlo por las desapariciones de por lo menos tres ciudadanos, según consta en los documentos desclasificados en Londres sobre el conflicto de 1982.
Ese plan de repatriación llegó a un punto avanzado, con la reserva de un pasaje aéreo para el miércoles 9 de junio, cuatro días antes de la rendición argentina. Pero no llegó a concretarse, aunque de todos modos Astiz inició su regreso un día después, con escala en Brasil, cuya dictadura también presionó a Gran Bretaña.
El esfuerzo del gobierno de Margaret Thatcher por sacarse de encima a Astiz se debió a su temor de que la dictadura argentina aplicara represalias contra sus soldados que permanecían como prisioneros de guerra o contra otras personas o activos británicos en territorio argentino. "Soy muy consciente de que continúa la detención de nuestro piloto de un Harrier, el teniente [Jeff] Glover", alertó el ministro de Relaciones Exteriores, Francis Pym, a su par de Defensa. "Ha habido otros reportes de posibles acciones contra objetivos británicos en la Argentina", añadió.
El eje del asunto, desde la óptica británica, era que Astiz podía negarse a responder cualquier tipo de pregunta desde París o Estocolmo, amparado en la Convención de Ginebra, que fija las reglas para el tratamiento de los prisioneros de guerra.
La sensibilidad alrededor de Astiz resulta evidente de la lectura de los documentos que desclasificó el Archivo Nacional en Londres . Es, por ejemplo, uno de los pocos militares argentinos a los que Pym y otros referentes del gabinete de Thatcher alude por su nombre y le dedica sus esfuerzos diplomáticos.
El propio Pym esboza las distintas categorías de prisioneros argentinos en un cable diplomático secreto. Consigna que 1400 serán enviados en barco a Montevideo, en tanto que los de "categoría especial, incluyendo altos oficiales, miembros de fuerzas especiales y prisioneros de valor para inteligencia serán retenidos en las islas". Y a Astiz, en ese mismo cable, le dedica dos párrafos por separado, con los detalles de su arribo a Gran Bretaña y el plan de vuelo bajo otra identidad.
El problema era la continua y creciente presión internacional sobre Londres que siguió a la difusión del arresto de Astiz, aun después que el gobierno británico indicó que respetaría los límites fijados por la Convención de Ginebra. "La negativa francesa a aceptar un no como respuesta es embarazosa", advirtió en otro memo el secretario privado para asuntos internacionales de Thatcher, John Holmes, uno de sus asesores más cercanos mientras la "Dama de Hierro" ocupó la residencia de Downing Street.
Holmes incluso calificó de un "intento bastante crudo de presión" el recordatorio del gobierno de François Mitterrand de que así como pedía la colaboración británica para interrogar a Astiz, Londres a su vez pedía su asistencia para detener el envío de armamento a la Argentina.
"Prisionero difícil"
Jefe de la guarnición argentina en las islas Georgias del Sur, Astiz se había rendido sin disparar un solo tiro tras dos bombardeos. La fotografía del momento en que firmaba su rendición "incondicional", el 25 de abril de 1982, ante dos oficiales británicos, recorrió el mundo. Y su uniforme, con los galones incluidos, se exhibe desde entonces en el Imperial War Museum de Londres.
El problema para los ingleses, sin embargo, llegó después: sobre Astiz del que ya circulaban las denuncias internacionales por violaciones a los derechos humanos en la ESMA, resultó un "prisionero difícil", según informes recibidos en Londres. Entre otros motivos, porque atacó a un guardia y armó una "primitiva daga con una pata de la cama".
Tras una escala en la isla Ascensión, Astiz se convirtió además en el único prisionero de guerra argentino que terminó en Gran Bretaña. Arribó a Portsmouth, el 5 de junio, y una guardia armada lo trasladó de inmediato a un centro de la Policía Militar en Chichester, Sussex.
Por entonces, los reportes de prensa de la época ya lo identificaban como "el ángel rubio" al que marcaban como el responsable de la desaparición de las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon, y la joven sueca Dagmar Hagelin. Sin embargo, los límites para Londres ya resultaban claros, potenciados por las advertencias de los expertos de la Cruz Roja. "De contactos recientes con ellos está claro que si le preguntáramos más a Astiz [que lo permitido por la Convención de Ginebra] se sentirán habilitados a criticarnos públicamente", alertó Pym. Y eso, añadió, podía resultar un problema cuando "el número de prisioneros de guerra argentinos en nuestras manos podría trepar aun más agudamente en el futuro inmediato".
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