Lo único que vale es la palabra oficial
Anteayer por la noche recibí una llamada de teléfono de C5N, para pedirme mi opinión sobre "la carta". Sencillamente hice lo que había que hacer: guardar silencio hasta que la Nunciatura Apostólica se expidiera.
No tenía por qué dudar de la veracidad de un excelente funcionario como el secretario de Culto, Guillermo Oliveri. El texto fue redactado por la Secretaría de Estado, se envió a la Nunciatura por telegrama, allí lo transcribieron a papel membretado y -la misma persona que lo hace siempre- lo llevó a la Cancillería y se lo entregó a la Secretaría de Culto. Su nombre quedó consignado en el registro de ingreso. El nuncio estaba afuera. Cuando la prensa lo consultó, se confirmó que el texto salió de allí y era verdadero.
En 1995, el recién nombrado arzobispo de Buenos Aires - Jorge Bergoglio- me invitó a comer y me dijo textualmente: "No sé qué hacer con el tema de la prensa, ¿por qué no pensás algo?". Así cree la Oficina de Prensa del arzobispado. Durante ocho años le di forma y la dirigí, pero el entonces arzobispo aceptó también las restricciones que le puse, su presencia en los medios debía ser "objetiva", se expresaría sólo a través de sus homilías, escritos pastorales o de la difusión de sus actividades. Nunca daría entrevistas ya que empezarían preguntando por cosas piadosas y terminarían hablando de política y es eso lo único que saldría en los diarios al día siguiente.
Lo convencí, también, de que predicara en los tedeum. Los arzobispos nunca predicaban y le pedían a algún cura que diera la homilía; al día siguiente, todos los diarios titulaban: "la Iglesia dijo"; por lo tanto, si lo decía la Iglesia, tenía que ser el arzobispo el que se hiciera cargo del mensaje. Él no daba entrevistas, pero yo sí, fui su voz para los periodistas sabiendo que un "vocero" se puede equivocar y deja de serlo; si el arzobispo se equivoca, se quema. Lo tuve que defender de escándalos financieros, como la estafa del BCP y de calumnias gravísimas.
Hoy es el Papa. Su misión es más importante y la repercusión, más grave. Todos los que lo rodean deberían hacer lo que les compete y él dejar la comunicación de lo que quiere decir a su vocero oficial, el padre Lombardi, que hace una tarea excelente. Si el Papa te llama, sepa el destinatario y también los medios que lo que él te dice sirve sólo para esa persona. Jamás puede implicar un cambio en la doctrina. Cuando alguien publica "la foto" con él, fíjense dónde lo recibió (no es lo mismo el saludo y foto en la plaza que una audiencia privada). Tampoco se considera como válido lo que la persona dice que el Papa le dijo.
La comunicación válida del Papa es la de su vocero oficial; sus homilías, sus gestos y por sobre todo sus documentos. Por eso los regala cuando se encuentra con alguien importante.
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