Lo que no se vio del acto: ovación en cada dardo a Fernández y despedida con un “Cristina presidenta”
La militancia kirchnerista desplegó su liturgia y vivó a la vicepresidenta en el acto y afuera; vacío albertista
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Cuidadosamente restaurado, el viejo galpón de techo y paredes de chapa que este lunes albergó a Cristina Kirchner rebalsaba. Los militantes kirchneristas que concurrieron al plenario de la CTA de los Trabajadores, en el predio La Estación, de la Municipalidad de Avellaneda, se apretujaban para llegar lo más cerca posible de la vicepresidenta. Incluso, el amontonamiento facilitó la tarea de un punguista que no pudo ser identificado, pero se hizo de un teléfono celular antes de que empezaran los discursos, según vociferó la víctima del hurto tras buscar su teléfono en el piso y no hallarlo.
El baño de multitud que el kirchnerismo duro le brindó a la expresidenta mostró la liturgia de sus años como jefa del Estado. Las banderas, los productos que se vendían en los alrededores y los cánticos que se escucharon fueron exclusivos del cristinismo. Y la ausencia de dirigentes vinculados al presidente Alberto Fernández completó la escena de pura cepa K que predominó desde las primeras horas de la tarde hasta el anochecer, cuando el acto terminó. Cristina recibió aplausos cada vez que deslizó un mensaje para su interna con el Presidente y se fue del galpón envuelta en el cántico “Cristina presidenta”.
Cuando desde los parlantes ubicados en el galpón (que fue parte del predio del Ferrocarril Provincial) se anunció la llegada inminente de Cristina junto al gobernador bonaerense, Axel Kicillof, se produjo el primer estallido de los presentes. “¡Cuánto les falta, para entender, que no fue magia nos conduce una mujer!”, fue el grito que se impuso.
La entrada de la vicepresidenta al escenario fue acompañada por el “Cristina, Cristina, Cristina corazón, acá tenés los pibes para la liberación”. Antes se había escuchado el hit interno de los militantes de la CTA, con guiños para sus referentes, Hugo Yasky y Roberto Baradel: “Olé, olé, olé, olá, no soy gorila ni quiero ser, yo voy con Yasky, con Cristina y Baradel”.
Después de un discurso del exintendente de Avellaneda y actual ministro de Hábitat, Jorge Ferraresi, llegó una extensa arenga de Yasky complementada por un video que resumió las marchas que el jefe de la CTA encabezó contra el gobierno de Mauricio Macri. Cristina siguió ese video con gestos de aprobación, moviéndose en su silla y con golpes sobre el estrado que seguían el ritmo de la musicalización.
La multitud siguió en silencio buena parte del discurso de la expresidenta, centrado en la inflación, pero estalló en aplausos en pasajes clave en los que envió mensajes internos, como cuando reclamó que se le pida a Techint “que los US$200 millones para su subsidiaria los financien ellos [en referencia al pago de la chapa para construir el gasoducto Néstor Kirchner]” y subrayó que “esas cosas son usar la lapicera”.
Otro momento de aplauso ruidoso fue cuando le dijo a Ferraresi: “Me gustaría que esa experiencia [el exintendente había contado que en Avellaneda había conseguido cobrarles mayores tasas a empresas que habían tenido ganancias extraordinarias] la cuentes en el gabinete nacional, a ver si pueden hacer lo mismo”. También fue muy aplaudida cuando, a continuación de ese dardo con el ministro como intermediario, aclaró que “la unidad del Frente de Todos no estuvo ni estará en duda”. Entre los dirigentes presentes, salvo Ferraresi, que cultiva también un vínculo cercano con el Presidente, no había integrantes del gabinete del riñón de Fernández.
Y la ovacionaron cuando, tras señalar que entregar planes sociales no es peronismo porque “el peronismo es laburo”, dijo que las mujeres “son las más maltratadas”.
Ese tramo sobre los planes sociales fue el preludio del cierre, que llegó con el público de pie al grito de “Cristina presidenta”, un canto que comenzó entre los espectadores del fondo y el centro del galpón, pero que se contagió rápido a las filas cercanas al escenario.
El “Cristina presidenta” también se escuchó cuando la vice dio un breve discurso para la militancia que la aguardaba afuera, en la Plaza de la Democracia, en la que hay una estatua de Raúl Alfonsín.
En esa plaza, desde temprano se había desplegado la liturgia kirchnerista. Se vendían fotos encuadradas de Cristina y de Néstor Kirchner a $400. Y se podían encontrar remeras y hasta medias con sus imágenes. La avenida Güemes estuvo cortada hacia la avenida Mitre, frente al predio en el que se hizo el acto. En Güemes y Eva Perón aguardaban decenas de micros. Era también el punto neurálgico para comprar hamburguesas, sándwiches de bondiola o choripanes. No todo era efectivo: en algunos puestos se aceptaba Mercado Pago.
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