Lloró con los suyos e insistió en ir a la plaza
Sus ministros celebraron las derrotas ajenas
Había llorado bastante, temprano, en su casa de Río Gallegos. Allí, en esa intimidad del Sur, con sus hijos y sus familiares más directos, Cristina Kirchner se descargó. Lo dijo ella misma cuando emitía su voto: tenía una mezcla de dolor y felicidad. Recién se tranquilizó cuando subió al Tango 01 y, verborrágica, les fue relatando a los ministros que viajaron con ella –Julio De Vido, Alicia Kirchner y Enrique Meyer– los datos que le pasaban, arrasadores, de su histórica victoria.
La Presidenta decidió ayer celebrar a lo grande. Una y otra vez, en su habitación del piso 19 del hotel Intercontinental, donde montó su búnker, les repetía a los funcionarios de su confianza que quería ir a la Plaza de Mayo. Ya a media tarde había empezado a poblarse y Cristina se mostró insistente. "Vamos sí o sí", ordenó a su gente, pasadas las 20, para temor de su equipo de seguridad.
Sin nerviosismo, las preocupaciones en el búnker kirchnerista pasaron a ser menores. Desde peleas recurrentes de dirigentes de menor rango por acceder a la intimidad presidencial, hasta algún reclamo por la falta de champagne. Sucedió que a pesar de que todos tenían mucho que festejar, la gerencia del hotel decidió cumplir la ley y hasta la medianoche mantuvo la veda para el expendio de bebidas alcohólicas. No se salvó ni la Presidenta, que prefiere la sidra antes que el champagne. La ley seca fue para todos.
Como cada elección que protagonizaron los Kirchner, los pisos 18 y 19 estuvieron bloqueados por completo. En el más alto estuvo Cristina junto a sus hijos, Florencia y Máximo; su mamá, Ofelia, y su hermana, Giselle. En una habitación pegada siguió el escrutinio su compañero de fórmula, Amado Boudou, siempre acompañado de su tropa personal: incluyó, claro está, a Manu Quieto, el cantante de La Mancha de Rolando, la banda con la que el ministro salió a zapar durante toda la campaña.
Otro que llegó hasta allí fue De Vido, convertido en los últimos meses en un funcionario clave de la Presidenta, que le pasaba minuto a minuto los datos de Santa Cruz. El y Carlos Zannini se mantuvieron en contacto telefónico con otro incondicional de la jefa del Estado, Héctor Icazuriaga (secretario de Inteligencia), que se había quedado en Río Gallegos. Alicia, la cuñada de Cristina, fue de las primeras en llegar, apenas pasadas las 18 ,y esperó los resultados pegada a la jefa del Estado.
El resto de los funcionarios se debieron quedar en el piso 18. Todo el gabinete esperó allí, paseándose de habitación en habitación con números que les llegaban desde una computadora con la base de datos del escrutinio, instalada en el piso 16. Caminaban y se cruzaban entre sí por los pasillos de acolchonadas alfombras en tonos pasteles.
El momento de mayor éxtasis de los ministros no se lo regaló Cristina. El piso 18 estalló en gritos y aplausos cuando los datos oficiales ubicaron a Elisa Carrió, candidata de la Coalición Cívica y enemiga declarada del kirchnerismo, por debajo de Jorge Altamira. Aplausos, risas y más de una chicana le dedicaron los funcionarios, con sorna. Entonces circulaban empanadas, sándwiches y canapés.
Un sector especial se había montado en el subsuelo del búnker oficialista para los kirchneristas de siempre. Llamó la atención de varios la presencia del abogado mediático Miguel Angel Pierri (actuó en el caso del triple crimen de General Rodríguez). Peleó y peleó con la seguridad para entrar al VIP, pero no lo salvó ni su mejor defensa: no tenía invitación. El se declaraba un militante kirchnerista desde siempre, para sorpresa de la diputada Diana Conti o de su colega Jorge Landau, habituales defensores K.
Los más privilegiados fueron los jóvenes de La Cámpora, como Andrés Larroque y José Ottavis, que gracias a su amistad con Máximo Kirchner lograron pasar el infranqueable acceso al piso presidencial.
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