Lejos de las soluciones y de las elecciones
El Frente de Todos y Juntos por el Cambio comparten un escenario de incertidumbres, que alteraron también el espacio de Milei
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Entre las muchas diferencias que las separan y las enfrentan, las dos (todavía) coaliciones mayoritarias de la política argentina comparten un escenario común complejo e incierto, al que acaba de sumarse el espacio del antisistema Javie Milei.
Después de un anticipo acelerado del modo electoral, el Frente de Todos, Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza se enfrentan a una realidad que los pone demasiado cerca de problemas de difícil resolución y aún muy lejos del comienzo efectivo del proceso eleccionario que suele ordenar a las fuerzas políticas. Especialmente a espacios unidos por la expectativa y la pulsión de no perder o de llegar al poder. Como al FDT y a JxC.
Las últimas semanas mostraron como pocas que discutir posicionamientos y definir alineamientos es demasiado prematuro y que falta transitar un trecho muy largo y escarpado, en el que abundan las amenazas de sorpresas, que hacen poner en duda hasta la configuración del mapa político-electoral de 2023.
Las diferencias de visiones, intereses y respuestas que existen en cada espacio para afrontar los problemas de la realidad económica, social e internacional quedan cada vez más en evidencia, así como refuerzan contradicciones y abren nuevas fisuras.
Los dos temas dominantes de la agenda pública de la semana pasada (el affaire del avión venezolano-iraní y el aumento de las tarifas de los servicios de gas y electricidad, segmentación incluida) operaron como nuevos disparadores y cristalizadores de las grietas del oficialismo.
Nada que hayan mejorado la autoeyección de Matías Kulfas y la llegada de Daniel Scioli. Tampoco el malhadado debut de Agustín Rossi al frente de la AFI, una institución que sigue pareciéndose más a un reducto de espías de discutible profesionalismo antes que a una agencia de inteligencia calificada, como requiere cualquier país que aspire a acotar las sorpresas en cuestiones de seguridad y defensa. Más en estos tiempos.
El caso del Boeing del misterio mostró serias fisuras comunicacionales y operativas dentro del núcleo de funcionarios que responden (o deberían responder) directa y exclusivamente al Presidente, confirmatoria de la falta de conducción eficaz hasta para con los propios. Ni hablar de los que pertenecen o se referencian en el cristicamporismo y que en este asunto tuvieron responsabilidades especiales. A la declamada gestión radial lo que le estaría fallando es el eje. Todos son rayos dispersos.
En cuanto a las tarifas, los anuncios parecieron abundar en apuro y chapucería, que ponen en duda cuándo, cómo y para quiénes se harán efectivas, al mismo tiempo que resaltaron la distancia activa y pasiva que resolvió adoptar el ultrakirchnerismo en este tema.
Hasta funcionarios de segundo orden de este sector procuraron no dejar sus firmas estampadas ni sus nombres asociados a una solución que objetan, a pesar de las complicaciones operativas y de sustentabilidad política que su resistencia acarrea para el gobierno que aún integran. Un particular modo manos libres. Por ahora, todos siguen en sus cargos. A pesar de que en esta cuestión el Presidente no tiene mucho margen para otro fracaso. Más en el plano político que en el económico, ya que se sabe que la suba de tarifas no solucionará el problema fiscal en el corto y mediano plazo.
Para el Gobierno, cada día que pasa la recuperación de la economía y las perspectivas de su consolidación quedan más lejos. Todos los economistas están revisando a la suba la inflación anual, que ya casi nadie pronostica por debajo del 80%, así como corrigen a la baja las previsiones de crecimiento, que limitan al arrastre estadístico. Hasta los pesimistas de ayer creen que pueden estar quedándose cortos hoy.
El orden político interno y externo que Fernández y su equipo esperaban que imprimiera el veranito de reactivación económica fue barrido por el viento de los precios fuera de control y por las dificultades de financiamiento que halla cada semana. Ahora está obligado a encontrar soluciones para pasar el invierno. Las elecciones quedan todavía demasiado lejos como para confiar en su poder unificante ante el temor a perder el poder. Los desequilibrios y las inconsistencias internos solo se agravan con el contexto internacional, en lugar de permitirle al país aprovechar la ventana de oportunidad que le abrió la disparada de los precios de las commodities que exporta.
Otro regreso de Cristina
La reaparición que hoy hará Cristina Kirchner en el acto de los gremios kirchneristas de la CTA, con la presencia del inmanejable Pablo Moyano, promete acercar más chispas a la inflamable alianza gobernante. La última vez que la vicepresidenta habló en público precipitó otra crisis interna, en la que cayó Kulfas. La paciencia (o la pasividad) albertista oficiaría otra vez de único cortafuego. La técnica hasta ahora no le ha permitido preservar demasiado su capital.
En ese escenario, más inquietante para el Gobierno que el de un acto opositor, se espera que tenga centralidad el reclamo de un aumento salarial por decreto al que se opone el Gobierno y rechazan, en particular, los titulares de Economía y de Trabajo, Martín Guzmán y Claudio Moroni, los dos ministros más apuntados por el cristicamporismo.
Las paritarias cerradas por encima de la previsión inflacionaria oficial y con cláusulas de revisión no parecen suficientes. Derivaciones de las subas de precios pasadas y, sobre todo, de la inflación prevista. La espiralización está a la vuelta de la esquina y cada cual atiende su juego (y sus intereres). La vicepresidenta no es la única que baila al borde del precipicio.
Cambiemos sin cambios
Para la oposición cambiemita, el avión iraní-venezolano, la inflación y la crítica situación cambiaria y financiera que llegó a niveles de alarma resultaron elementos aglutinantes. Aunque sin la potencia cohesionante necesaria para disimular las discordias que anidan en su seno, como quedó en evidencia en las votaciones que hubo en Diputados.
Allí JxC mostró tantas posiciones como los bloques que componen su interbloque siempre en proceso de construcción y bajo amenaza de destrucción constante. Cada vez más sus integrantes deben apelar a la unión formal que mantienen para enfrentar al perokirchnerismo como prueba de su supervivencia y como maquillaje de las complicaciones para definir un proyecto común.
“Somos la única alianza opositora que se ha mantenido unida casi tres años después de haber empezado a perder el poder”, es el mantra público que los dirigentes cambiemitas evocan. De esa manera intentan conjurar, negar o relativizar los escarceos extramatrimoniales de algunos prominentes integrantes de la coaliciones, tanto radicales como de Pro, con exponentes del peronismo no kirchnerista y del universo de la derecha libérrima y no tanto. En privado, la mayoría admite las dificultades inocultables y las excursiones exploratorias indisimulables.
En Pro, la centralidad recuperada de Mauricio Macri no ha hecho más que precipitar los armados, los posicionamientos y la diferenciación de Patricia Bullrich y de Horacio Rodríguez Larreta. El caso más notorio es el del gobernante porteño, que hasta ahora venía regulando en modo maratonista.
El expresidente (y aún accionista mayoritario de la marca amarilla) dice que lo que se propone es potenciar las candidaturas de ambos postulantes para que su partido llegue con el mayor volumen posible a las PASO. Y niega que su intención sea recuperar su propio potencial electoral.
El apuro de los precandidatos por consolidar sus figuras refleja el temor a que su rival saque ventajas tanto como a que Macri termine neutralizándolos. Sobre todo, Bullrich, quien le habla a la misma audiencia que el expresidente, situada en la frontera derecha de la coalición opositora.
La presidenta de Pro apuró así la presentación de su equipo y ciertos acercamientos estratégicos, como el que hizo a la zona más conservadora de la UCR, que representa el senador mendocino Alfredo Cornejo.
Larreta, en tanto, salió de la zona de confort en la que estaba decidido a mantenerse todo lo posible y debió empezar a esbozar definiciones que había eludido hasta acá. Reforzó así su alianza porteña con Jorge Macri, en una jugada que también mira al primo presidencial, y confirmó que su candidato a gobernador bonaerense es Diego Santilli, que sigue recorriendo el territorio, aunque es cada día más desafiado.
La provincia de Buenos Aires es ahora el territorio en disputa más complicado del mundo macrista. Refleja la ausencia de candidatos indiscutibles de ese espacio y, también, la crisis de liderazgo que existe en ese territorio decisivo. Cada semana estalla un nuevo conflicto al mismo tiempo que aparece un nuevo precandidato.
Un alivio relativo para JxC lo trajo el escándalo que sacudió las entrañas de los anarcolibertarios de Milei, que, por el contrario, aportó otro motivo de inquietud en algunos sectores del oficialismo, en particular al de Sergio Massa.
El presidente de la Cámara de Diputados venía mirando con entusiasmo (y algo más) al economista antisistema por el daño electoral que podría causarle a JxC. No solo eso. Un destacado allegado (y soporte económico) de Milei, que hoy está en el centro de la disputa interna, ha sido visto en las proximidades de las oficinas de Massa, reconocen algunos de sus colaboradores. El tigrense no se deja arredrar fácilmente por las dificultades, aunque sus intentos de carambola a varias bandas suelen tropezar con la realidad.
Los hechos solo ratifican la máxima de la hora: todos están demasiado cerca de los problemas y demasiado lejos de las soluciones y de las elecciones frente a una sociedad que acumula frustraciones y hartazgo.
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